“Educar la mente sin educar el corazón no es educación en absoluto” (Aristóteles).
2 + 2 son 5
Los años bisiestos,
los días contados con los dedos
de las mañanas cogidas
por tus manos impares,
los cambios que el viento trae a fin de mes
o los 16.000 besos vividos
que dejan paso a los incalculables,
que me quedan aún por darte.
Todos los minutos pasados de las 12.00h
me recuerdan a tu voz de lluvia,
atada a mi cuello hueco en los paseos
a solas que dan los números primos.
Nos dijeron que 2 + 2 son 4
pero también nos dijeron
que la vida era fácil si te esforzabas,
y esforzarse no es sencillo,
si se te dan mal las matemáticas.
Se me ha pasado la vida en un segundo
a las 5 de la mañana,
tres horas antes de que mi mano
se hiciera pasar por la tuya
y nos quedáramos sólo nosotros dos
retrocediendo en el tiempo
hasta la edad de piedra,
cuando los besos duraban más
porque no se contaban los minutos
y nosotros,
acabamos por multiplicarnos.
2 + 2 son 5,
desde que me da igual el perímetro de tu anatomía
porque me resultas tan perfecto
como el número Pi(π)
o desde que la lluvia,
son gotas de ti que caen encima mía
en una combinación aleatoria bailando
sin razón alguna.
Por un lado mi mente me martiriza con números
por el otro,
mi corazón sólo entiende de lo eterno
y eso me da una tranquilidad…
Llevo escrito un límite finito en mi persona,
mi nombre y mi edad,
etiquetas marcadas a fuego
en la geometría irracional de mi piel.
Sólo tú me ves como soy,
infinita, indefinible, abstracta
porque si me defines, me concretas.
Me limitas.
Lo fundamental,
es el trabajo final de la poca memoria
de aquellos locos que no saben sus años
de las casualidades al azar
y de los que no buscan la perfección matemática,
pues la mayoría de las veces
ni una docena de decimales,
son exactos.
Beatriz Casaus 2013 ©