“El bruto se cubre, el rico se
adorna, el fatuo se disfraza, el elegante se viste” (Honoré de Balzac).
Si
hay algo que he buscado siempre y he valorado entre las personas que he
conocido o en mí misma, ha sido entre
cosas, la elegancia. No soy la más adecuada para hablar sobre ello, pero me
atrevo a hacerlo porque desde mi humilde opinión le atribuyo una gran
importancia que quiero compartir. Todo ello lo hago desde mi punto de vista y
según como yo la entiendo, por lo que pido encarecidamente que no se tome lo que
digo a pies puntillas pues no soy ni mucho menos una experta en el tema, esta
es mi simple opinión personal.
La elegancia no es una doctrina que sigue la
filosofía de los gurús de revistas de moda ni mucho menos, incluso si así se hiciera
no serviría para nada, porque debe tener un sello personal único que se debe
notar más allá de la vestimenta por cara o exclusiva que sea. Se trata más bien
del acto más puro y afín con uno mismo que alguien puede manifestar a nivel
exterior, pues es un simple reflejo de lo que hay en el interior de cada cual,
una exteriorización de la delicadeza y gracia que todas las personas poseen
pero que tan sólo unos pocos saben demostrarla y que es tan bello observar,
porque la elegancia va de la mano de la belleza y el atractivo personal.
La
elegancia tiene que ver con la actitud, con los comportamientos que se
demuestran con compostura y que van más allá de un protocolo social aprendido.
Por lo tanto, es un modo de ser y de estar armonioso, que se manifiesta
mediante la nobleza de espíritu, la sencillez, el respeto a los demás, la naturalidad
y el buen gusto. Su opuesto sería lo
cutre, zafio o lo vulgar. Todo lo obvio y desproporcionado es vulgar. La
elegancia está más bien ligada con el término medio, el que tanto anhelan los
budistas o con la proporción equilibrada que buscaban los griegos o con “la
virtud”, a la que apelaba Sócrates. Tiene que ver con la medida justa, con la
proporción correcta, ya sea en palabras, actitudes o aspecto físico.
Está
compuesta de adaptabilidad, estética, buen gusto, sencillez y cultura (según mi
opinión, repito). Adaptabilidad, o el saber estar, porque ser elegante es aquella persona capaz
de adaptarse a cualquier circunstancia de forma armoniosa y de modo que aprenda
de cada una de esas situaciones o circunstancias y deje una huella positiva
allá por donde pase. Estética, tema con el que podría explayarme a nivel
femenino, es la capacidad de sacarse partido de forma equilibrada. Tal y como
dice la cita que encabeza este texto, sólo los que son elegantes logran hacerlo
del modo correcto. Si una persona no tiene cultivado su interior y tiene un mal
gusto estético, da igual que se vista con los mejores vestidos o prendas,
porque no llegará a parecer distinguida. Para mí, lo principal a nivel estético
para vestir en una mujer, (porque el tema masculino no lo domino tanto) es el
cumplimiento de las tres “S”: Sofisticada, sexy y sencilla. En un mundo como el
de hoy en día en el que ser mujer significa hacer un exhibicionismo del cuerpo a
toda costa yo reniego y sin embargo apuesto por resaltar aquellos atributos de nuestra
anatomía que nos hagan ser especiales, sin necesidad de enseñar. No hace falta
tener una talla 36 para ser elegante vistiendo, hace falta saber combinar y
saber sacarse partido de forma precisa. Conozco mujeres que en un alarde de
autoestima, se enfundan en vestidos minúsculos que resaltan sus figuras redondeadas,
adolescentes que acaban de descubrir la moda de los grandes almacenes y se
convierten en “chonis” de barrio, o mujeres que creen que enseñar delantera es
todo lo necesario para resultar atractivas, todo ello ocasiona un cierto
ridículo. Cada uno tiene que descubrir cuál es su punto fuerte a nivel corporal
y sacarle el debido partido, es así de sencillo. Hay que aceptarse tal y como
uno es y reconocer nuestros puntos fuertes y débiles actuando en consecuencia.
El buen gusto es un atributo que pocas personas practican. Buen gusto no significa estar rodeado de riqueza (vivienda, prendas, objetos…) sino discreción y belleza en el gusto. Menos, siempre es más. La pomposidad está reñida con el buen gusto.La sencillez, es difícil de conseguirla en un mundo en el que hay tanto de todo, las personas tendemos a acumular cosas, incluso a nivel del interior de la persona. Acumulamos costumbres, formas de pensar, pero sobre todo, acumulamos ego. El ego no sirve para nada más que para perderse y no encontrarse. Ser sencillo es darle importancia a las cosas que de verdad la tienen. Ser llano y no sentirse superior a nadie. Tener una actitud humilde que siga el lema de que todos los seres humanos somos iguales sin importar ninguna condición. Significa aparcar el protagonismo y la soberbia, ser natural.
Por último, la cultura es el ejercicio de la elegancia. Otorga conocimiento y da valor al arte. El arte es la expresión de la creación en las personas a la que atribuyo suma importancia. Todo aquello que haga que se nos encoja el alma, al mirarlo, al leerlo o al escucharlo, provoca que lo queramos compartir con nuestros seres queridos porque nos ha hecho sentir bien y queremos que nuestros allegados también se sientan así. Por lo tanto, es un valor ligado a nuestra alma, y a nuestro intelecto, porque nos hace crecer y expandir nuestra mente. Es de vital importancia, no sólo a nivel personal, sino para el conjunto de la sociedad y por eso, tal y como está el actual panorama social en nuestro país en el que se están haciendo recortes en los ámbitos más importantes como son la educación, la sanidad o la cultura, deberíamos poner el grito en el cielo y frenar esta atrocidad, porque nos están privando de lo básico para que un ser humano se pueda desarrollar a todos los niveles. Es un suicidio colectivo privar a una sociedad de lo más importante, como decía Federico García Lorca en su discurso “Medio pan y un libro”: “No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos”.
El buen gusto es un atributo que pocas personas practican. Buen gusto no significa estar rodeado de riqueza (vivienda, prendas, objetos…) sino discreción y belleza en el gusto. Menos, siempre es más. La pomposidad está reñida con el buen gusto.La sencillez, es difícil de conseguirla en un mundo en el que hay tanto de todo, las personas tendemos a acumular cosas, incluso a nivel del interior de la persona. Acumulamos costumbres, formas de pensar, pero sobre todo, acumulamos ego. El ego no sirve para nada más que para perderse y no encontrarse. Ser sencillo es darle importancia a las cosas que de verdad la tienen. Ser llano y no sentirse superior a nadie. Tener una actitud humilde que siga el lema de que todos los seres humanos somos iguales sin importar ninguna condición. Significa aparcar el protagonismo y la soberbia, ser natural.
Por último, la cultura es el ejercicio de la elegancia. Otorga conocimiento y da valor al arte. El arte es la expresión de la creación en las personas a la que atribuyo suma importancia. Todo aquello que haga que se nos encoja el alma, al mirarlo, al leerlo o al escucharlo, provoca que lo queramos compartir con nuestros seres queridos porque nos ha hecho sentir bien y queremos que nuestros allegados también se sientan así. Por lo tanto, es un valor ligado a nuestra alma, y a nuestro intelecto, porque nos hace crecer y expandir nuestra mente. Es de vital importancia, no sólo a nivel personal, sino para el conjunto de la sociedad y por eso, tal y como está el actual panorama social en nuestro país en el que se están haciendo recortes en los ámbitos más importantes como son la educación, la sanidad o la cultura, deberíamos poner el grito en el cielo y frenar esta atrocidad, porque nos están privando de lo básico para que un ser humano se pueda desarrollar a todos los niveles. Es un suicidio colectivo privar a una sociedad de lo más importante, como decía Federico García Lorca en su discurso “Medio pan y un libro”: “No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos”.
Ante
todo, quiero resaltar desde aquí, que el universo interior es lo más importante
de la persona, por encima de su coche o de su armario y que ese universo abarca
desde nuestras opiniones, nuestros criterios, hasta nuestros gustos. Mientras
unos tienen pensamientos vulgares, chabacanos, groseros, a otros, sus
pensamientos les llevan por ámbitos culturales y artísticos, presididos por la
delicadeza y la finura de espíritu. Pensamos en función de lo que somos
(elegantes o vulgares, lo siento pero así es) sin embargo, tenemos la capacidad
para cambiarlo y mejorar. Podemos cambiar cómo somos si nos lo proponemos.
La
elegancia siempre va unida a la sencillez, que no a la simpleza. Se trata de un
acto afín con uno mismo que va desde adentro hacia afuera y que se nota sin
necesidad de ser resaltado. Hay personas que por el simple hecho de estar a su
lado, hacen que aprendas y que mejores, esas personas, suelen ser elegantes
porque además suelen gozar de buen gusto estético, por lo que es un placer
observarlas y estar con ellas. Espero que cultivéis vuestro interior, como yo
lo intento leyendo, escuchando, aprendiendo, porque no es más que lo que los
demás vamos a observar desde fuera. Os envío un abrazo inmenso y espero no haber resultado pedante.
Beatriz
Casaus 2013 ©
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