jueves, 24 de septiembre de 2015

Perfección




Hay personas que te venden el amor como si fueran un comercial. Suelen hablar mucho de la relación en sí en vez de vivirla, describiendo el tipo de relación que quieren. La pintan idílica y a las mil maravillas diciendo todo lo que cualquier persona querría oír. Primero te venden a su persona, y luego te venden sus títulos, logros y bienes materiales por si lo primero no funciona. Te hablan del futuro (cuando hagamos esto, cuando pase esto…) y construyen castillos en el aire para seguir alimentando sus falsas ilusiones. Todo ello es debido a su búsqueda dando palos de ciego por encontrar un amor irreal, como recién sacado de un filtro de pinterest color de rosa, porque desconocen que el amor verdadero tiene múltiples tonalidades.  

La gente así enseguida desaparece al mínimo problema porque buscan una persona perfecta, que sea casi etérea,  para cumplir con sus ideales platónicos. Pero al darse de bruces con la realidad y comprender que los cuentos de hadas no existen, huyen despavoridos en aras de encontrar a otra persona que les reporte ese anhelo idealizado del amor, por lo que su búsqueda se repetirá ad infinitum pues por mucho que busquen no lo encontrarán, porque es como seguir señales de humo. Así que serán enamoradizos porque al no encontrarlo, ese anhelo les llevará al enamoramiento que no al amor. El enamoramiento es superficial, el amor es profundo. 

Permanecerán ensimismados en parecer perfectos pues ellos anhelan también esa perfección en el otro. Parecer o pretender ser perfecto es una ilusión, que además cansa muuucho. Cada uno es como es y punto y quien de verdad se enamore de ti, te querrá aunque no seas apolíneo. El amor no es idealizar a la persona amada. Ese es el grave error. La persona amada es un ser humano igual que nosotros lo somos, que va al baño y que se equivoca al día varias veces y que comete errores. El amor es despertarse con la persona que quieres y que tenga ojeras y legañas en los ojos y que a ti no te importe quitárselas. El amor es que el otro sufra y tú sufras por él. Que comparta contigo sus sombras y miserias y que tú sigas amándole. Que engorde y a que te entren ganas de morderle y hacerle el amor, que le despidan y que te inventes cualquier cosa para sacarle una sonrisa, que esté enfermo y que sólo quieras estar a su lado cuidándole o dándole la mano. Ese es el amor que a mí me importa. No el amor que se proclama a los cuatro vientos para que los dos mil amigos que tengas en las redes sociales puedan verlo. Cuando se hace eso es porque se tiene la necesidad de que los demás lo vean y la única persona que debe verlo y a quien se le tiene que demostrar es a quien se ama, con hechos y actos. No el amor de las fotos de los selfies de las que se farda, ni el amor que sólo dura mientras la otra persona tenga un cuerpo espectacular, vista muy bien, nos colme de regalos o tenga bienes materiales.

El amor de verdad es el que se proclama en bajito y cuando nadie te ve, el que te mueve por dentro sin importar el tiempo que haya pasado, es escuchar al otro cuando está pasando por un mal momento, quererle cuando peor esté porque será cuando más lo necesite y amarle tal cual es, como a un ser igual de imperfecto que tú al que quieres, pase lo que pase. Ese es el amor que sólo la gente que vale la pena conoce y por el que todos los demás sueñan.

Pero desgraciadamente hay personas que están distraídas buscando la perfección y para alcanzarla tendrán que consumir productos, invertir horas en el gimnasio para conseguir un cuerpo diez, comprar ropa y zapatos de marca, los dispositivos más modernos, casas, los coches más lujosos o lo que sea que les haga creer que así la logran.Y mientras tanto, los que se aman de verdad, los que de verdad aceptan que nadie es perfecto, estarán disfrutando de su amor real, verdadero e imperfecto.

¡¡Un besito a tod@s!!



Beatriz Casaus 2015 ©



Perfección

Tuvo todo,
y sin embargo fue incapaz de tener
lo que más ansiaba,
la perfección.

Y mientras la buscaba,
perdió su vida.


Beatriz Casaus 2015 ©






sábado, 5 de septiembre de 2015

Querer queriendo

"Todos tenemos tres vidas: una vida pública, una vida privada y una vida secreta." (Gabriel García Márquez)



Acabábamos de empezar la botella de vino blanco, cuando de repente en un alarde de sinceridad espetó:

-Nunca he sentido - me dijo- lo que siento por ti, eres la persona más importante de mi vida.

En ese instante que dejó de pronunciar esas palabras mis ojos estaban fuera de sus órbitas. No daba crédito ante semejante muestra de sentimientos, parecía que en vez de vino se había tomado “el suero de la verdad”, ¡al fin hablaba de lo que sentía! mientras yo me agarraba bien a la silla para no caerme por mi sorpresa, me invadió una sensación de felicidad que me recorría el cuerpo a la velocidad de la luz. Pensé que momentos como ese no se repetirían mucho, así que aproveché su repentina apertura y le pregunté lo que quería saber desde hacía tiempo, pues no sabía si se iba a volver a dar una oportunidad así en la que él estuviera tan comunicativo.

-¿Más importante que tu coche? - le pregunté en broma mirándole de forma pícara sin desviar mi mirada para comenzar con mi interrogatorio.

-Hombre, es distinto… - mientras contestaba solté una leve carcajada y él captó que me estaba burlando.

-¿Y más importante que tus historias pasadas? – sabía a qué me refería, por eso le inquirí. Cogí un delgado mechón de mi pelo y jugué con él deslizándolo entre mis dedos de forma coqueta, intentando que mi mirada en ese instante fuera esquiva y haciendo como que no me interesaba, pero la realidad es que estaba curiosa por su respuesta aunque aparentara no estarlo.

-¡Desde luego! ¿cómo siquiera preguntas eso?¡si sólo fueron líos estúpidos que sucedieron sin pena ni gloria! en ese momento estaba muy perdido… no significaron absolutamente nada.

-Pero de entre todas esas historias hubo dos chicas que se obsesionaron contigo, ¿de verdad que no les prometiste nada?

-No, lo dejé claro desde el principio. Si ellas querían algo más no fue mi culpa. Cada una inventó una versión distorsionada de la verdad y la fueron  difundiendo, incluso me enteré que una de ellas iba diciendo que había conocido a mis padres... ¡y nada más lejos de la realidad!. Hay que estar mal de la cabeza para ir diciendo algo así si no es cierto. Dejaron de existir para mí, bueno, ya lo hicieron muucho antes de conocerte a ti en realidad.

-Siempre he creído que cualquier mujer que persigue a un hombre de forma obsesiva, se pierde a sí misma- dije sentenciando.

-Totalmente.- Miró hacia el suelo cabizbajo.

-¿¿Y más importante que  lo que fue tu ex??- Oficialmente esa fue la peor pregunta que cualquier persona en su sano juicio puede hacer pero de nuevo saltó mi inseguridad que había dejado de morderse la lengua desde hacía mucho rato, por desgracia. Si me hubiera pensado la pregunta antes de hablar no la habría hecho jamás, pero de nuevo mi boca era mucho más veloz que mi mente

-Fue demasiado tormentoso. A los ojos de los demás éramos la pareja perfecta pero de puertas hacia dentro no era así. Tenía que haberlo dejado mucho antes. – Acercó su silla junto a la mía como intentando dejar atrás todas mis preguntas o quizás su pasado- No me imagino mi vida sin ti- se acercó más y me cogió de la mano con suavidad- nunca he estado con alguien como tú. Me siento feliz contigo- intenté buscar alguna señal que me delatara que sólo me estaba comiendo la oreja, pero sus ojos parecían no mentir.

-¿Aunque no seamos ricos?- me reí de nuevo sin apartar mis ojos de los suyos.

-Yo soy rico a tu lado. No te alejes nunca más de mí, por favor.

Nos fundimos en un abrazo en el que hubiera permanecido para siempre de no ser porque sus frondosos brazos me estaban aplastando y no me dejaban respirar. Entonces fue cuando comprendí que me podía fiar, porque para alguien tan parco en palabras como él, el haber dicho lo que me acababa de decir significaba mucho. Como un ordenador, capté esa información en “Archivos/Guardar cómo” en mi memoria, porque no quería olvidarme nunca de aquellas palabras y no quería tener la necesidad de volver a oírlas. No solía utilizar términos así para hablar y aunque ya me había tranquilizado muchas veces anteriormente respecto a su pasado, tuve la sensación de que ya no hacía falta volver a preguntar más. Así que desde aquel día confié. Y no me he equivocado.



Beatriz Casaus 2015 ©