Todos en alguna ocasión hemos perdido la dignidad, total o
parcialmente, lo reconozcamos o no. Algunos incluso no han pronunciado desde sus
propios labios en mucho tiempo esa palabra. Dignidad. Sí, me refiero a ese
vocablo que se puede considerar un valor y que sólo muy de vez en cuando se oye,
sobre todo en estos tiempos de vidas express, con relaciones express incluidas donde
todo vale y todo se hace y se quiere rápido. Nos entregamos con la facilidad que conllevan
dos copas de más a relaciones sexuales vacías aunque no nos apetezca con tal de
conseguir algo más, se confunde el amor propio o hacia uno mismo con la
exhibición del cuerpo a través de redes sociales (en pos del afán por
convertirnos en los más deseados), o traicionamos nuestros valores al acceder a
hacer cosas sólo para intentar satisfacer al otro.
Parece que ser deseada es lo más importante,
¿y si los hombres posaran como si les estuvieran haciendo el acto sexual semidesnudos o
desnudos completamente y nos las repitieran hasta la saciedad como sucede con
multitud de fotografías e imágenes de mujeres? ¿es necesario la explicitud de
las imágenes y de la carne? Recuerdo haber escuchado en alguna ocasión para mi
total desconcierto que una mujer con un cuerpo bonito debería tener cientos de
fotografías desnuda y enseñarlas. Mi
cara de póker hacia mi interlocutor no tenía desperdicio en aquel momento. ¿Por
qué se asume que el cuerpo de la mujer se debe exhibir y mostrar? nunca me he
querido convertir en una marioneta de mi sexualidad, ni a través de ningún
medio público ni bajo el yugo de ningún hombre que me lo imponga. No se trata de
no enseñar, se trata de hacerlo cuándo y cómo nos dé le gana, y de no reducirnos sólo a
eso para aumentar nuestro atractivo. Estamos condicionadas al machismo a través
de la existencia de un sexismo atroz en
la sociedad, focalizado en los medios de comunicación por películas,
videoclips, anuncios, revistas… y ese rol se extrapola de forma palpable a las
iniciadas adolescentes en el mundo del destape, quienes aprenden de manera
automática que para resultar atractiva al género masculino hay que enseñar y tener actitud de todo menos recatada, tal
y como decía la cantante Christina Rosenvinge en una entrevista para Rolling
Stone: “la música femenina se ha
convertido en un concurso de zorras” creo que tenía toda la razón y por desgracia es lo que se proyecta y se graba en tu cabeza si eres una niña. Sin
embargo no veo que lo mismo les pase a los chicos adolescentes. Mientras las niñas
van aprendiendo las posturas y el tipo de ropa que tienen que vestir, los niños juegan a las consolas o se preocupan de otras
cosas más que de su físico. ¿Es que el atractivo es proporcional a la cantidad
de carne que se enseña? ¿es en realidad tan importante el sentirse deseado? o sólo
me lo parece a mí o creo que la gente, la sociedad o lo que quiera que sea, anda
muy perdida… Ser mujer es muy complicado, yo diría incluso que es lo más
difícil que he hecho nunca, por eso mantenerse fiel a una misma es un trabajo casi hercúleo. Tanto a nivel físico, como a nivel laboral, cultural, e incluso por el trato entre las propias mujeres, (de esto hablo más adelante si seguís leyendo estas líneas), por el citado machismo en medios de comunicación que se inclina hacia una
presión mediática sobre el físico, el omnipresente rol de madre y esposa fiel, o el rol de mujer sumisa y
femenina. Trabajos no tan bien remunerados como el
mismo trabajo realizado por alguien del género masculino, un menor
reconocimiento público, como es el caso de todas aquellas mujeres anónimas que
llevan casas adelante y que trabajan de forma casi invisible... desarrollando trabajos mal pagados o incluso el honor que perdemos en algunas ocasiones
cuando somos vilipendiadas por conductas machistas. Me refiero al micro machismo
que se produce en situaciones básicas de la vida, en cualquier situación
cotidiana, por nimia que parezca. Que una mujer vaya por la calle y tenga que escuchar las
groserías de un hombre no me parece en lo más mínimo halagador sino todo lo
contrario, a mí me resulta incluso violento y no me pone de buen humor. Que sea
mujer y vaya arreglada no significa que deba aguantar comentarios hacia mi
físico. Os cuento una anécdota que me pasó hace unos años. Estaba sola corriendo bajo un sol de justicia y en
un sitio por el que no transita mucha gente, cuando de pronto escuché cómo detrás de mí había alguien que también corría, esa persona fue
incrementando su paso hasta acercarse lo suficiente como para colocarse a mi lado. Yo supuse que
al alcanzarme pasaría de largo, pero noté que se quedó corriendo a mi lado mientras me hablaba, así
que miré hacia mi izquierda y descubrí para mi sorpresa que era un hombre de
mediana edad que no paró de lanzarme improperios y guarrerías de todo tipo
dándome a entender que por ser mujer y llevar mayas y ropa ajustada, (porque
así es más cómodo hacer deporte seas mujer u hombre ¬¬) según él, iba muy sexy y le estaba tentando e insinuando.
En esos instantes no sentí la más mínima sensación de miedo ni nada por el
estilo, lo que sentí fue una frustración total y absoluta al tener que aguantar
esa situación. Al igual que cuando se te quedan mirando por la calle o en el
caso del sábado sin ir más lejos, cuando estaba viendo la famosa final de la
Champions en un bar lleno de hombres y algunos de ellos, invadiendo mi espacio
personal y sin venir a cuento me tocaron a mi y a mis amigas y trataron de ligar como luego
harían con la siguiente. Me pregunto el por qué de ese
constante acoso al que estamos sometidas con el que hay que lidiar y por el que
no paso. Aunque me siento muy agradecida por el ambiente en el que vivo sobre
todo si lo comparo con otros países y culturas, aún existen muchas cosas que
tendrían que cambiar para que nuestra sociedad fuera más igualitaria y justa
para las mujeres.
Cambiando de tercio, hablar de los demás para mí es una pérdida
de dignidad también por parte de quien lo practica. Me refiero a las maldades
de algunas mujeres que hacen contra las de su propio género y con esto siempre hablo desde mi propia experiencia. Si te arreglas, te
miran mal, si no te arreglas comentan que eres una descuidada, si te pones
tacones te van a repudiar, si haces algo diferente también van a tener algo que
decir. Se trata de personas con capacidad desorbitada de juicio,
crítica y dosis de envidia (imagino, porque otra explicación no le doy) que no tienen otra cosa que hacer más que hablar
de las otras féminas que vamos por la vida sin meternos con nadie ni opinando
de nadie. Lo primero de todo, ¿quién soy yo para hacer eso? si por un instante
se libraran de todas sus creencias y supieran que su opinión no es la verdad
absoluta, descubrirían que pueden ser felices y que vivirían mucho más
contentas, como nos pasa a las que no tenemos esa azarosa necesidad
de criticar ni hacer mal ni muchísimo menos competir con nadie.
A mí me da exactamente igual lo que haga la gente, es más, intento seguir la
máxima del nazareno que bien decía “no
juzgues y no serás juzgado” que a mi parecer es un alegato a la ley
hermética de causa y efecto, la conocida ley del karma, que promulga que todo lo
que haces se te devuelve. Y a mí no me
gusta hacer lo que no me gustaría que me hicieran.
Pero en algo en lo que las mujeres nos llevamos la palma a veces, es a la pérdida de una misma en las relaciones. Desde que empecé a adentrarme en ese terreno con
mi sexo opuesto, siempre he creído básico como primeros elementos, mantener mi
dignidad y escucharme. Sin eso no voy a ninguna parte y es lo primero que llevo
puesto antes que cualquier prenda. Ser fiel a uno mismo siguiendo mis
principios, no hacer nada que no me apetezca realmente, no cambiar por nadie,
ni acceder a pactos que no quiero o anularme como persona para satisfacer al
otro. Aunque haya cometido errores en
ese ámbito como cualquier persona, siempre he tenido claras dos cosas: no ir detrás de ningún hombre
y no traicionarme a mí misma. Otro error es ir detrás de alguien de forma que hasta él mismo se sienta perseguido, esto lo he visto en varias mujeres. Por mi parte no he ido detrás de ningún hombre y eso es algo de lo que me siento orgullosa. Lo que les pasa a algunas personas es que el orgullo, el ego y la soberbia les juegan una mala pasada (por eso es tan importante para mí desprenderme de ellos y cultivar virtudes que hacen la vida más bonita) y no aguantan que quien les gusta no les haga caso o no estén enamorados de ellas. Tener la
humildad de aceptar que a veces ocurre y no pasa absolutamente nada, ni es culpa de nadie, es maravilloso. Yo lo he aceptado cuando me ha ocurrido y lo volvería a hacer si fuera necesario. Hay que aceptar cuando no le gustas a
alguien. Hay que pensar que ni se es la única mujer del mundo, ni la más importante y sin duda no se es la adecuada para
todos, por eso hay que aceptarlo y seguir adelante feliz por lo que te ha aportado.
Perseguir, hacer lo posible por verle u obsesionarse con alguien, no es el
modo. Una de las cosas que más me gusta de mi actual pareja es
que puedo ser exactamente como soy, con mis gustos, rarezas, conversaciones, gustos musicales, forma de ser, bromas tontas y a él
le encanta. A mí me pasa exactamente igual con él, le acepto y le quiero tal y como es y eso que en algunas cosas somos bastante diferentes.
Cambiar por alguien para intentar satisfacer al otro es otro gran error. Perder la dignidad es cambiar tu forma
de ser para agradar a tu pareja. Cada uno es tal y como es con sus cosas buenas
malas y si no le gustas a alguien que se vaya. Seguro que hay alguien a quien le gustarás tal y como eres y sino con que te gustes a ti mismo es más que suficiente, pero siempre con humildad. Porque ser fiel a uno mismo es el mayor regalo que uno puede hacerse. Gracias a esa lección he demostrado un amor basado en el
respeto y que ha ido creciendo con el tiempo y creo que parte de
ello tiene que ver con que tengo muy claro cuáles son mis principios, y las cosas
por las que no paso. He sido fiel a mí misma y sé cuál es mi valor, que es exactamente el mismo que el de cualquier otra persona. Es decir, infinito.
¡Buen día!
Beatriz Casaus 2016 ©
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