“El
problema del matrimonio es que se acaba todas las noches después de hacer el
amor y hay que volver a reconstruirlo todas las mañanas antes del desayuno”.
(Gabriel García Márquez)
“El
matrimonio es una gran institución para quien le guste las instituciones” (H.
Greele)
“El
matrimonio es una barca que lleva a dos personas por un mar tormentoso. Si uno
de los los hace algún movimiento brusco, la barca se hunde”. (Leon Tolstoi)
Tenía
una compañera de instituto para quien su mayor ilusión en esta vida era
casarse. Recuerdo cómo nos hablaba de ello de forma monotemática. Era
impresionante, la tía nunca se cansaba de hablar de ello... nos daba todo tipo
de detalles sobre su vestido de bodas ideal, el tipo de hombre que le llevaría
al altar e incluso tenía una imagen bien retratada en su cabeza de cómo sería
su enlace perfecto. Era un tema que le fascinaba y que según sus propias palabras,
se trataba de “el sueño de su vida”.
Hace pocos años se casó y hasta el momento parece que vive en un matrimonio
feliz o así se encarga ella de mostrárnoslo a través de su cuenta de Facebook. Y
yo que me alegro por ella, pero siempre me pareció un ideal un poco simplista
que parece que estuviera ligado a la psique femenina, el hecho de que una mujer
se deba sentir realizada por casarse y en última instancia por tener hijos y
formar una familia.
El
caso es que no sé si es que soy poco femenina, (no me gusta cocinar, de pequeña
prefería jugar a los Gi Joe en vez de a las barbys, no me gustan las babyshowers, me pongo nerviosa con las
cursiladas que algunas parejas utilizan, incluso me pongo nerviosa ante toda la
amalgama de detallitos en los que hay que pensar para las bodas que a la
mayoría de mujeres apasiona) pero a mí toda la parafernalia de las bodas y la
institución sólida del matrimonio nunca me ha llamado especialmente la atención.
Más bien me he llegado a plantear si una vez contraído hará feliz o si uno se
acordará de aquel archiconocido refrán que algunos amigos lanzan como en tono
de condolencia y con palmadita en la espalda incluido, ese: “Te casaste, la cagaste” que a todos atemoriza. Siempre he cuestionado si el ideal vendido por Disney del “se
casaron y comieron perdices” era real o si es un camino arduo por el que
transitar. Puede que sí proporcione felicidad para una gran parte de la
población, de hecho es una realidad para muchas parejas que se esfuerzan en
mantener su compromiso con el sacrificio de los años, pero parece que el
elevado índice de divorcios y separaciones podría demostrar lo contrario en la
actualidad.
Como
decía antes, cada vez que esa amiga me hablada del tema me provocaba
poco menos que controversia e incluso cierta aversión porque de algún modo lo
concebía como algo que cortaría mis alas de cierta manera y como una especie de
prisión por la que se firmaba un contrato registrado por la Ley. Sobre todo cuando escuchaba frases como: “el matrimonio
como proyecto de vida”, ¿es que la vida es un proyecto que se puede
planear? o “amar hasta que la muerte nos
separe”, ¿pero se puede firmar un sentimiento o la continuidad de ese
sentimiento? ¿cómo sé si mañana voy a seguir queriendo a esa persona? personalmente atisbo
errores en la concepción, en la base misma del matrimonio. Sé que se me puede
tachar de tener miedo al compromiso y en cierto modo puede que sea posible,
aunque doy fe de que me involucro a todos los niveles en una relación de
pareja, lo que pasa es que lo concibo desde otro prisma más amplio. Como todo en la vida, creo que desde luego el matrimonio debe dar
momentos de felicidad, pero el hecho de que por estar casados las parejas se
quieran más que las que no lo están y que sea un paso que se deba dar, me
parece arcaico.
Luego
está el tema de la boda y el tipo de ceremonia por la que se celebra, ya sea religiosa o judicial.
Mientras que para muchas parejas es el momento más feliz de sus vidas, yo desde
luego tengo la fortuna de tener muchos mejores momentos en la mía. En el caso de que se celebre por alguna
religión, lo mínimo es que los cónyuges sean practicantes de la misma, ¿no? en
el caso del catolicismo por ejemplo que se trata de un sagrado sacramento, curiosamente
muchísimas parejas lo celebran sin haber pisado una iglesia en años o no practicado el cristianismo o el catolicismo en su día a día. Me parece
hipócrita y una incongruencia por parte de aquellas parejas que
contraen matrimonio por el simple hecho de que sea tradición hacerlo así, o porque
“es más bonito por la Iglesia”, o por obligación moral hacia sus padres. Eso es perder el significado espiritual del rito y de todo lo que ello conlleva.
Lo
que más me causa tristeza es que conozco y veo a muchas parejas casadas
alrededor mío y a veces me pregunto cuántas realmente se aman entre ellas y no
están simplemente casados para no estar solos, o por el “qué dirán”. En
ocasiones me da la sensación de que no aman realmente a sus parejas o están juntos por un acuerdo tácito entre los dos para guardar
apariencias ante sus amigos o familiares, por causas económicas, etc… De hecho
puedo afirmar que la mayoría de hombres y mujeres infieles o que han sido
infieles que conozco, están casados.
Yo
creo que todos en nuestras vidas tenemos algo en común, algo que todos
deseamos. Todos deseamos amar y ser amados. Pero no necesariamente ese amor
tiene que ver con el amor de pareja, aunque recalco que cuando lo es, es
fantástico. También hay personas que son felices junto a sus mascotas, amigos,
familiares o en su propia compañía, sin necesidad de vivir en pareja o bajo el
compromiso de un matrimonio. Desde luego que cuando amas a tu pareja y eres
correspondido te sientes pleno y sobre todo aprendes muchísimo, pues las
relaciones son evolutivas, es decir, hacen crecer y evolucionar como ningún
otro camino. El matrimonio bien entendido, como el compromiso del amor que se
profesan dos personas es maravilloso, pero todo lo que lo rodea, la parafernalia
de la boda y la pantomima que lo circunda es lo que me hace tambalearme hacia el
lado de una nueva visión del mismo. Para mí el amor siempre debe ser libre. El amor
nunca debe coartar la libertad de existencia del ser amado. El amor debe
cuidar, proteger, elevar, ayudar a crecer y desarrollarse en todo ámbito sin
caer en apegos físicos o emocionales, aunque un cierto grado de ellos sea lo
normal. El cantautor y poeta sudamericano Quetzal Noah así lo define: “No es que quiera estar solo, es que aún no
encuentro a nadie que quiere asumir el compromiso de ser libre a mi lado”. Comparto esa visión. Creo que el
matrimonio feliz es aquel que dura lo que tenga que durar y en el que los dos
individuos crezcan y se amen de forma sana, en cooperación, confianza y mutuo
respeto al igual que creo que un amor sano es la base de un matrimonio verdadero, se debe
cuidar día a día y se debe ser honesto en todo momento.
No
sé si me casaré o no. Sólo sé que yo me caso cada día con mi pareja porque cada
día la elijo y cultivamos ese amor. Si algún día decido pasar por la vicaría o el juzgado, lo
haré en consonancia con lo que creo pero no podré jurar amor
eterno, ni sabré cuánto durará, sólo sé que lo haré desde la parte más noble de
mi ser y sin necesidad de firmar un papel, ni de demostrar delante de personas mi amor en público, o de mantener un tipo
de vida que esté estipulado como vida matrimonial. Creo en la independencia y en la libertad de todos los
seres, el primero de ellos, mi pareja. Si ese matrimonio es durante toda una vida, bienvenido
sea, si es durante una década también, pero el tiempo que sea, que sea honesto
y verdadero. Para mí el matrimonio o una relación debe ser un estar solo pero en pareja, es
decir, no perder nuestra autenticidad, independencia y autonomía, y vivirla
junto a la persona con la que elegimos estar, compartiendo con ella también su
propia autenticidad, independencia y autonomía y crecer juntos en un amor
verdadero y profundo más allá del enamoramiento transitorio, del que por cierto
creo que es un error casarse mientras esté en su etapa de apogeo.
A
continuación os dejo con un poema mío y con un abrazo inmenso. Gracias por
leerme aunque lo que acabéis de leer no lo compartáis. Estoy abierta a
opiniones y a comentarios de los que aprender.
Beatriz
Casaus 2015 ©
Lengua
He enredado mi vida con tu lengua
y mi piel es un murmullo complicado.
Estoy atada a tu nudo de ombligo.
Atada,
hasta dejar olvidado mi olor en tu agua.
Casarse no es quererse
como regresar no es volver.
Te quiero tanto
como para no casarme contigo,
entiéndelo.
Me asfixio en las caricias
que dan las fronteras.
Me frustra no hablar con tu mente
como lo hago con tu lengua efímera,
aquella que me miente si quiere,
o me envuelve en llamaradas
sobre el mapa de tu cuerpo
para luego masticarme,
tragarme y devorarme,
sin la tregua de un papel
que no eres tú ni soy yo,
separa.
Beatriz Casaus 2015 ©