El otro día en una conferencia de una autora que me
gusta mucho pero cuyo nombre no voy a desvelar porque no viene al caso, a la
pregunta de una persona en el público que le hizo: “¿por qué hay tanto
mal en el mundo?” ella contestó con un ejercicio dejándonos a todos
reflexionando sobre su mensaje. El ejercicio consistía en lo siguiente, nos
dijo que miráramos hacia nuestro alrededor y que nos fijáramos y memorizáramos
todo lo que fuese o tuviera color rojo. Nos tomamos para ello unos segundos en
silencio y después de pasados esos instantes nos preguntó: “ahora
decidme todo lo que recordáis que fuera azul”. Todos los asistentes
nos reímos porque no podíamos recordar nada azul ya que habíamos puesto toda
nuestra atención en encontrar cosas que fueran o tuvieran rojo sin pararnos tan
siquiera a percibir otro color que no fuera ese. Con este ejercicio la autora
estableció una metáfora entre esos colores y lo malo que ocurre en el mundo
frente a lo bueno que también sucede, pero de lo que no nos damos cuenta porque
no le prestamos atención y tampoco se le da suficiente importancia. Todos los
días suceden cosas maravillosas y positivas en todas partes sin embargo ello no
suscita la misma repercusión que las malas noticias en los medios de
comunicación. Precisamente son las noticias malas las de mayor calado y a las
que más bombo se les da. En el recinto donde se mantenía la reunión, sin
embargo, había muchos más objetos de color azul que de rojo e intuimos que
aquello era un reflejo de lo que en el mundo también sucede. Este pensamiento
me recordó a la frase “Donde pones tu atención en eso te
conviertes” y en lo importante que es el darnos cuenta de en dónde
está nuestra atención o en qué nos enfocamos porque de algún modo en ello nos
convertimos. La madre Teresa de Calcuta dijo
“hace falta que una persona origine daño para que en cien surjan actos de amor”
.Por lo tanto, el bien es mayoría y enfocarse en el bien hace el mal más
pequeño.
Cada cual pone su atención en aquello que quiera y en lo que le importe como es lógico. Sin duda no hay que hacer una distinción entre unos y otros,
pero me parece sumamente descriptivo de alguien saber aquello en lo que se fija
para conocer cómo es. Es muy importante darse cuenta y tomar conciencia sobre
aquello a lo que prestamos atención, ¿sobre qué nos enfocamos? ¿Qué nos
importa? ¿A qué dedicamos nuestros pensamientos? pues ello significa en última
instancia en qué depositamos nuestro tiempo y a qué estamos dedicando nuestra
energía. Nos podemos enfocar en infinidad de cosas, pero intentar prestar
atención sobre lo que prestamos atención por redundante que suene sería lo
ideal. Tomar conciencia sobre aquello en lo que depositamos la mayor parte de
nuestros pensamientos nos ayudará a mejorar nuestra calidad de vida. Si estamos
alerta, cuando percibamos pensamientos negativos nos daremos cuenta y si
enseguida los sustituimos por algo positivo, nuestro estado de ánimo mejorará y
por ende, poco a poco todo lo demás. Si estamos constantemente enfocándonos en
pensamientos negativos, en juicios sobre otras personas, en criticarlas, en ver
el lado malo de las cosas, con toda seguridad seremos personas que están
frustradas, amargadas y que finalmente no disfrutan la vida como merece o no
intentan ser felices. Si nos enfocamos sin embargo en lo bueno de las personas,
les admiramos, no las criticamos ni juzgamos y vamos por el mundo intentando
dar lo mejor de nosotros mismos, al menos estaremos intentando ser felices y es
probable que estemos más contentos y satisfechos con nuestras vidas. Es
cuestión de darse cuenta y de una elección, al fin y al cabo: pensar en positivo
o en negativo. En enfocarse en una u otra cosa.
He conocido a personas bellas por dentro que tienen en
vez de deseos, lo que yo llamaría aspiraciones. Sus pensamientos van más allá
de la cotidianidad del día a día. Se enfocan en mejorar personalmente, en leer
sobre temas elevados, en dedicar su tiempo a evolucionar como seres humanos y
en ayudar a los demás de algún modo posible, intentan no juzgar y se libran del
sistema de creencias implantado por la sociedad en la que viven o de la que han
aprendido. Están contentos y agradecidos y no pierden el tiempo con un
cuchicheo ni un juicio o crítica hacia alguien, pues son muy conscientes de sus
acciones. También he conocido personas normales que no se meten con nadie y que intentan llevar sus vidas lo mejor que pueden, sin más y por otro lado, también hay personas que se encuentran en el nivel de
estancamiento del que habla la imagen que he añadido a este post. Son ese tipo
de personas que cuando te cruzas con ellas te miran de arriba abajo, ponen mala
cara, y suelen hablar de los demás no de forma muy considerada, llamémosle así.
En mi caso y por fortuna el caso también de muchos, soy una persona alegre y positiva y eso
a veces despierta en ese otro tipo de individuos sentimientos encontrados de
amargura, siendo a veces foco de su mal humor debido a su insatisfacción
personal. Porque seamos sinceros, algunas personas albergan sentimientos tan
bajos y pueriles como la envidia y el odio y además los alimentan. El ser
humano es capaz de sentir sentimientos malos y buenos, es completamente
comprensible en la naturaleza humana pero si se sacan a la luz los negativos
para aceptarlos, tal y como indicaba Carl Jung hacia el encuentro con nuestra
sombra: “Uno no se ilumina imaginándose figuras de luz,
sino tornando la oscuridad consciente”, esos malos sentimientos tienden a
desvanecerse y en algún momento desaparecerán. Si de modo voluntario uno se enfoca en los pensamientos buenos nos traerá paz,
alegría y nos acercará más a la felicidad, mientras que los otros producen el
efecto contrario, por ello lo conveniente es trabajar encarecidamente para
tener pensamientos buenos y enfocarse en ellos, es cuestión de práctica por
simple que parezca.
Lo que distingue a unas personas de otras no es sólo
qué siente sino qué sentimientos alimenta. Si presta atención a sentimientos de
amor, paz, compasión y si se enfoca en ellos o si por el contrario presta atención
a esa parte tan baja y negativa alimentándolos además. Esos sentimientos no son
nada productivos, al contrario, llevan a la desidia más extrema y a una
insatisfacción existencial que repercutirá en otros ámbitos. Sin embargo, es
probable que esas personas que tratan mal o tienen gestos desconsiderados con
algunos, en sus contextos personales se comporten de forma diferente. En una
entrevista al psicólogo evolutivo Michael Tomasello, le preguntaron por qué
podemos ser muy amables con la gente de nuestro entorno y luego ser despiadados
en otros contextos, como por ejemplo en el laboral. Tomasello argumentó que “nuestros
valores varían en función de en qué círculo nos movamos. No nos comportamos
igual con el conocido que con el desconocido”. Por lo tanto, lo
congruente sería actuar bien con todo el mundo ya sea conocido o desconocido,
pertenezca a nuestro círculo íntimo o no. En fin, dar lo mejor de cada uno
siempre, con todos y en todas las circunstancias. El ensayista Josema Melli
apunta lo siguiente “Homologar ambos comportamientos es una de las
grandes aspiraciones de la ética, qué podemos hacer para pasar del círculo
íntimo al círculo público con la misma actitud empática”. En mi caso
siempre he defendido la idea de que todos los seres humanos somos
iguales y todos merecemos un trato justo y afable, incluso cuando recibimos de
parte de ellos un trato negativo, que es lo más difícil, pero por ello hay que
practicar con el ejemplo. El escritor Fernando Sabater en su libro “Los siete
pecados capitales” dice: “Las virtudes no se aprenden en abstracto. Hay
que buscar a las personas que las posean para poder aprenderlas”. Por
eso es tan importante siempre dar ejemplo. Los niños aprenden por imitación de
sus adultos y ven en ellos el ejemplo a seguir en su modo de comportarse. Dar
ejemplo es una tarea casi hercúlea, pero necesaria. La práctica es mil veces
más potente que la teoría y uno mismo es el único ser capaz de cambiar las
cosas. Gandhi bien lo sabía
cuando dijo “Sé el cambio que quieres ver en el mundo”. Esta frase es
para mí una de las máximas que intento seguir a ultranza. Ser exactamente
lo que quieres ver en el exterior, empezando tan cerca como en uno mismo.
Quien me conoce sabe que soy amable y educada con
todos y que es difícil que alguien me vea enfadada con otra persona, a no ser
que se cometa una injusticia, entonces defenderé desde el respeto y la
educación, jamás usando la violencia, los gritos o las malas artes. Esto no
quiere decir que todo el mundo me caiga bien. He de reconocer que soy una
persona bastante transparente en este aspecto y si algo no me gusta tanto como
si algo me gusta, se me nota y no finjo. Poca gente me cae o ha caído mal, pero
si se da el caso, que, por supuesto me ocurre como a cualquiera, no niego mis
sentimientos, sino que los acepto y actúo en consecuencia con lo que siento,
creo y pienso. No le puedo negar el saludo ni un trato amable a nadie, pero
desde luego no iré buscando a esa persona ni entablando conversación con ella.
Creo que hay que ser consecuente con lo que uno siente, pero siempre desde el
respeto y la amabilidad pues todo el mundo merece ser tratado con sumo respeto
y con la mejor intención. Hay que saber gestionar las emociones y los
sentimientos y no caer en el grave error de acrecentarlos, ni los buenos ni los malos. En el caso
de que alguien te caiga mal es mejor no pensar en esa persona y si se da la
tesitura de que se hace, siempre deseándole lo mejor y enviándole las mejores
intenciones y energías posibles pues todo lo que das se te devuelve, ya sea
malo o bueno y a mí me gusta ir deseando a la gente el bien. Ahondando también en
lo personal ahora que he hecho de forma pública mi relación sentimental, aunque
en septiembre haga cinco años en ella, he tenido la inmensa fortuna de recibir
una tonelada de mensajes, llamadas, besos y abrazos de personas que se han
alegrado mucho por esta noticia y ha sido genial poder compartir con ellos de
una vez nuestra alegría, pero también han habido otras que no se han alegrado
(muy muy pocas) y en otras incluso en las que hemos despertado su odio por
disparatado que suene. Tengo la creencia de que todo lo que se envía se
devuelve multiplicado, por eso hay que ser muy consciente de qué enviamos y es hasta
casi un acto egoísta desear el bien, pues así se nos devuelve también. Por mi
parte me quedo con todo el amor que hemos recibido que además ha sido mucho y por ello me siento tremendamente afortunada y agradecida y a los que nos
envían pensamientos negativos yo les envío lo contrario, todo el amor
posible. La luz puede a la oscuridad siempre. El amor al odio, la paz a la guerra
por mucho ruido que haga. No hay que luchar, quien quiera luchar que luche pero creo que en vez de luchar hay que estar a favor de la paz, del amor, y repartir
ese cambio que sé que todos en realidad queremos escuchar en las noticias y que
tanto anhelamos. Si la gente siguiera la máxima del rey Salomón el mundo
estaría lleno de ciegos sin dientes y esa no es ninguna solución. Así que tomemos
conciencia sobre nosotros mismos, sobre dónde nos enfocamos, deseemos el bien y
seamos felices o al menos lo intentemos. Tratemos bien a todos pues la felicidad también tiene que ver sobre cómo nos
tratamos a nosotros mismos y a los demás.
¡¡Que tengáis un buen día todos!! amigos, enemigos,
conocidos, no conocidos, círculo cercano o personas completamente desconocidas,
a todos y a cada uno, feliz día y feliz vida :)
Beatriz Casaus 2017 ©