“Debemos ir más allá del constante clamor del ego, más allá de las
herramientas lógicas de la razón, al lugar tranquilo dentro de nosotros; al
reino del alma. (Deepak Chopra)
“La egolatría es la fuente de todas las miserias” (Thomas Carlyle)
“El único y verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar
nuevos paisajes sino en tener nuevos ojos” (Gautama Buda)
Confieso que he tenido una lucha interna al intentar
dilucidar si merece la pena permanecer en las redes sociales o no. En especial
de Facebook, no solo debido al escándalo mediático de su creador por utilizar
datos de usuarios, (parecíamos no querer creer que nada es gratis) sino por el
esperpento en lo que se ha llegado a convertir. O quizás sea en lo que nos
hemos convertido de forma inapelable algunos habitantes de esta neurótica parte
del mundo. Me pregunto si la gente ya no viaja por viajar y satisfacer sus
inquietudes culturales, sino si lo hace sólo por colgar las fotos en Facebook.
Cada vez conozco más personas con el síndrome del “ego del viajero”, que es ese
sentimiento de superioridad hacia aquellos que no viajan y a quienes critican.
Se sienten especiales por viajar, únicos e importantes y miran con
condescendencia a quienes prefieren invertir su dinero en otras cosas o en ahorrar.
Incluso necesitan competir con otros viajeros para ver quién visitó más países.
En mi caso cada vez que viajo lo hago con humildad, sin colgar fotos, y con total
agradecimiento por poder hacerlo, pero ante todo respeto a quien no pueda o no quiera
viajar, porque nadie es más importante ni mejor que nadie por ello. Cada uno
está en un momento de la vida y toma sus decisiones según cree en un momento
determinado. Además creo que el verdadero viaje y la aventura más grande comienza
en uno mismo y ese es el viaje que te hace mejor. El viaje hacia el
interior es el más importante que se pueda alcanzar.
Volviendo a las redes sociales, la intimidad es un campo muy
preciado del que nos estamos olvidando. Es aquel que se disfruta con el círculo
cercano y del que se puede arrepentir si se pierde. En algunos
casos hasta se roza la estupidez al compartir con extraños dónde y cuándo nos
vamos de vacaciones, olvidando los daños colaterales que ello pueda ocasionar,
como es por ejemplo que alguien se pueda aprovechar de la situación y entre a
robar en su casa (se han dado casos de este tipo que han recogido los
periódicos) La intimidad es algo que no se debe compartir de forma pública
porque precisamente deja de hacerse íntimo para convertirse en un postureo más,
y a veces en pura pantomima.
Ello nos lleva irremediablemente a la idea de que es más
importante o más “cool” quien más comparte su intimidad, quien mejores fotos
tenga, quien más amigos tenga, en definitiva, quien más lo enseñe todo. Pareciera
que de nada sirve tener músculos si no se enseñan o que de nada sirviera tener
amigos si no cuelgas fotos con ellos (en vez de estar cuando más lo necesitan sin
que nadie se entere). Eres lo que muestras, parece ser la máxima a seguir. Es
decir, nos estamos volviendo completamente locos y el sinsentido más hueco es
lo que se valora. Si quedo con una amiga no es necesario que todo el mundo lo
sepa para demostrar que soy querida o que gozo de amistades, así como si estoy una
noche de fiesta no entiendo por qué se necesita colgar fotos sobre ello. Yo soy
la primera que si salgo me divierto mucho, pero cuando llega el momento en el
que te piden hacerte una foto para subirla a Facebook mi cabeza entona la
frase: ¿pero para qué? ¿no nos lo estamos pasando bien así? ¿qué necesidad hay
de colgar una foto? En realidad, ¿qué se está tratando de demostrar?
Qué mayor sinsentido que intentar rellenar un vacío a base de
la aprobación de los demás y en eso se basan las redes sociales, en la cantidad
de “me gusta”, comentarios, “followers” o amigos que se reciban o tengan. Todos
esas cosas, le pueden dar placer momentáneo al ego, pero quizá en algún momento
se descubra que ese el camino erróneo a la felicidad. Es la forma más fácil de
crear un placer artificial basado en algo tan ficticio y superficial como son
las redes sociales y la supremacía de la imagen.
No me interesan la cantidad de amigos o seguidores de las
redes sociales, me interesan los verdaderos amigos, esos que están contigo
cuando nadie más está. Cuando alguien me elimina de su lista de amigos, lo
celebro. Me parece fantástico su ejercicio de honestidad y lo agradezco. Sólo
quiero en mi vida gente que me acepte con todos mis defectos porque
reconozcámoslo, son más visibles que las
virtudes. Quien sabiendo cómo soy y cómo pienso, aún quiera seguir siendo mi
amigo (tanto en la vida real como en la virtual) es toda una proeza, porque
entran en juego el no enjuiciamiento, la tolerancia y la amistad verdadera y
eso es lo que a mí me interesa en las personas de mi alrededor.
En referencia al Whatsapp o los mensajes privados por redes,
pido encarecidamente a la gente que quiera hablar conmigo que me llame por
teléfono o que nos veamos en persona. Como hago casi cada día con mis amigos verdaderos
y eso lo que me reconforta de verdad (la tarifa plana es un gran aliado). Ningún
emoticono tiene la carga emocional de un abrazo. Tener una conversación escuchando la voz del otro con sus gestos únicos y característicos, mirar
a los ojos, sonreír al ver la sonrisa de la otra persona, reír a carcajadas porque
te peguen la risa, dar besos, hacer bromas a la velocidad de mi pensamiento y
no a la de mis manos en un teclado es vivir y está cerca, tan cerca como cruzar
el umbral que separa una pantalla de un ser humano, tan cerca y sencillo como
eso.
Tengo hambre de ser mejor y no de aparentar serlo para que
los demás lo vean. No me interesa aparentar. Me interesa ser yo, aunque no sea
suficiente para muchos, lo es para mí y eso sí que es más que suficiente.
Mientras yo sepa quién soy, no tengo absolutamente nada que demostrar.
Sin más dilaciones, ¿debería borrarme de Facebook? por ahora
creo que no lo voy a hacer porque este mensaje no llegaría a tantas personas si
no fuese por este medio, lo que está escrito se lee y las redes sociales son un
instrumento poderoso que usado para el bien común, puede convertirse en una
herramienta extraordinaria de distribución de la información (y no me refiero a
las noticias falsas de las que por cierto hay que tener poco sentido común como
para creérselas) sino a la instantaneidad de la información que puede llegar a
cualquier parte del globo terráqueo con un solo click. Eso me parece un avance
y una oportunidad. No me borro (de momento) porque por aquí tengo a mucha gente
que no puedo ver todo lo que quisiera porque están lejos y de ellos me conformo
con saber que están bien y verles en fotos de vez en cuando.
Volvamos a dar ese enfoque a las redes sociales, riámonos con
el ingenio que origina la creatividad de algunos memes, compartamos información
que nos ayude, no utilicemos las redes sociales sólo como mecanismo de
publicidad del ego, hagamos uso de nuestra libertad de expresión, practiquemos
debates tolerantes desde el respeto con los que aprender, ¡hagamos de esto un
sitio mejor!, pero sobre todo, vivamos más allá de las fronteras de estos
cuatro márgenes y cultivemos los valores que hacen grande al ser humano. Seamos
sencillos, humildes y queramos de verdad, en persona, como ha ocurrido toda la
vida, desde la noche de los tiempos.
Beatriz Casaus 2018 ©