miércoles, 13 de diciembre de 2023

La fuerza de la sensibilidad

"La sensibilidad es la nueva fuerza." (Anita Moorjani) 


 Soy una persona “clari-sientiente”. Me ha costado años saber y aceptar esto. Antes creía que era sumamente empática y sensible, (estoy dentro del rango de persona PAS, “personas altamente sensibles”).

 Tengo tanta empatía, que conecto profundamente con las personas que tengo alrededor. Hasta el punto de que si no me cuido, puedo mimetizarme totalmente con sus sentimientos y emociones.

 Antes de trabajarme bien, en alguna ocasión que he asistido a un tanatorio, aunque no conociera personalmente a la persona que se había ido, empezaba a llorar, porque absorbía las emociones de aquellos que lo sufrían. Con trabajo lo he ido mejorando y ahora soy capaz de controlarlo.

Cuando voy a algún lado, capto las energías de los lugares así como de las personas, e incluso, capto las intenciones de las personas. He sentido siempre como míos los sentimientos y emociones ajenas, por eso necesito mi espacio personal para poder asimilarlos, separarlos y encauzarlos. A base de constancia, aprendí a que en realidad lo que pasaba era que captaba perfectamente sus sentimientos y ahora soy capaz de reconocerlos paras poder observarlos de forma externa a mí aunque los esté sintiendo personalmente.

Para esta sociedad competitiva y agresiva esto supone supuestamente una debilidad, sin embargo, es recomendable aprender a encauzar la alta sensibilidad como un super poder. He aprendido a desarrollarlo de tal forma, que pueda ayudar a los demás. Canalizando toda esa empatía y sensibilidad, se puede ser un buen instrumento para escuchar a las personas que están atravesando procesos complicados. Y eso no solo les ayuda a ellas, sino que aporta un sentido y un propósito de vida a quien presta esa ayuda desinteresada.   

Por otra parte, esa sensibilidad también me supone que no soporte a las personas que hablan muy alto, los entornos ruidosos, los sitios no armoniosos, los lugares muy concurridos o las personas que sean agresivas. Capto la ira antes incluso de que haya llegado alguien que la albergue en su interior. Así que por ello, soy capaz de tranquilizar a las personas y darles cierta paz.  

Con esta publicación, quiero normalizar esta condición que cada vez más personas van compartiendo. Des estigmatizar esa presunta debilidad de las personas sensibles y otorgarles un alto valor, pues la ayuda a los semejantes es el mayor acto de servicio que podemos brindarnos los unos a los otros.  

Aprender a encauzar nuestros dones personales para ayudar a los demás es lo mejor que podemos hacer siempre. Cada uno lo hará según sea y eso siempre hará de este mundo un lugar mejor. Que es de lo que se trata ya que pasamos por aquí temporalmente.


Nunca es tarde


Nunca es tarde para perdonar, ni para amar. 

Nunca es tarde para empezar de cero y reinventarse. 

Nunca es tarde para decir te quiero a alguien. 

Ni para aprender algo nuevo. 

Nunca es tarde para buscar y encontrar lo que se quiere. 

Nunca es tarde para hablar, para conciliar posturas, para encontrar un acuerdo. 

Nunca es tarde para ser lo que se es o lo que se quiere ser. 

Nunca es tarde para avanzar, mejorar o medrar. 

Nunca es tarde para moverse, cambiar, ni para adaptarse. 

Nunca es tarde para conseguir, lograr y alcanzar. 

Nunca es tarde para ayudar, servir, prestar o devolver. 

Nunca es tarde para subir, avanzar y crecer. 

Nunca es tarde para soñar. 

Nunca es tarde para sonreír y abrazar.

Nunca es tarde para enseñar.

Nunca es tarde dejar un patrimonio inmaterial,

ni para resolver lo que llevaba tiempo sin ser resuelto.

Nunca es tarde para gozar y disfrutar. 

Nunca es tarde para divertirse y pasarlo bien. 

Nunca es tarde para vivir.  

Nunca es tarde para saber que nunca es tarde. 

 

Beatriz Casaus 2023 ©


jueves, 7 de diciembre de 2023

Enjoy life

"Debemos aprender a morir y a morir en el sentido más completo de la palabra. El miedo al fin es la fuente de toda falta de amor”. (Richard Wagner)


 Hace unos años, haciendo rafting en un río salvaje en Estados Unidos, me caí por una catarata que tenía una altura considerable. Minutos antes de caer, me había quitado el chaleco salvavidas porque el agua estaba calmada y en ese momento, ilusa de mí, pensé que no pasaría nada. Mi mente borró cualquier recuerdo de la caída por lo traumático que pudo ser. Lo único que recuerdo fue escuchar el sonido ensordecedor de la catarata mientras nos acercábamos a ella y lo siguiente a eso, yo siendo llevada a mucha velocidad por la corriente del río mientras notaba cómo las piedras me hacían sangre en las piernas.

 He sentido de cerca la muerte en dos ocasiones, aquella vez haciendo rafting y en marzo de 2020 pasando el COVID en el que incluso los servicios de urgencias me atendieron y me llevaron en ambulancia, pero al no haber más sitio en el hospital, pues aquello parecía un auténtico “hospital de campaña”, me mandaron a casa sola y a mi suerte. En ambas ocasiones pensé y sentí que me moría. Y aquello por antónimo que parezca, me otorgó un verdadero regalo. Me brindó la oportunidad de mirar de frente a mis más profundos miedos.

 Aquellos miedos que todos tenemos arraigados en lo más profundo de nuestro ser y que son un tema tabú en esta sociedad como es el tema de la muerte, al que a mí me gusta llamarle “trascender a otro nivel de conciencia”. Sin embargo, al atravesarlos, les di la mano, para así poder aceptarlos y por fin, no temerlos. Y eso otorga el mejor regalo para la vida, pues cuando dejas de temer a la muerte, empiezas a vivir de verdad. Vivir sin miedo y disfrutando de ser uno mismo. Y eso, en estos tiempos que vivimos es todo un mérito. Ya está bien de miedos de pandemias, guerras, o desastres naturales. Hoy estás vivo, así que hoy es lo único que cuenta. El miedo paraliza y el amor engrandece.

Bután, que es considerado el país más feliz del mundo, lo es, porque el propio gobierno insta a sus habitantes a que meditan una vez al día sobre la muerte y haciendo eso, viven más y mejor la vida. Así de increíble es ese país.

 En ese viaje que recorrí dentro de mí, aprendí que somos seres eternos y que nuestra verdadera naturaleza es aquella que anida el cuerpo que habitamos. Tengo certezas en mi vida que me corroboran este hecho y poco a poco, este tema va siendo tratado de forma científica por investigaciones realizadas en hospitales. Existen evidencias que son estudiadas por doctores tales como el Dr. Pim Van Lommel en Holanda, la Dra. Elisabeth Kübler Ross en Suiza y Estados Unidos, el Dr. Eben Alexander en Estados Unidos, el Dr. Brian Weiss en Estados Unidos o los doctores aquí en España como el Dr. Manuel Sans Segarra, el Dr. Juan José López Martínez, el Dr. Miguel Ángel Pertierra, la Dra. Lola Aparicio, el Dr. Vicent Guillem, la Dra. Luján Comas…por poner algunos ejemplos.

 El proceso de iluminar el sufrimiento del mundo comienza dentro de cada uno de nosotros. Cuando eliminamos las sombras que albergamos en nuestro interior, creamos un espacio para la luz, compasión y la empatía. La transformación personal no solo nos libera de las cadenas del sufrimiento, sino que también irradia positividad y amor a nuestro entorno. Así que recuerda, el mayor regalo que tienes para ofrecer al mundo es tu propia transformación. Al sanarte a ti mismo, estás contribuyendo a sanar el mundo.

 Como decía San Agustín de Nipona, “Ama y haz lo que quieras”, porque si amas, solo desde allí puede salir todo lo bueno.

VIVAMOS con alegría y disfrutando de cada segundo que tenemos aquí en esta experiencia, porque de verdad que es única y hay que disfrutarla.

 

Beatriz Casaus 2023 ©