miércoles, 3 de octubre de 2018

Una noche



Supongo que las personas que escribimos nos valemos de la creatividad y la inspiración para crear. En ocasiones utilizamos nuestros propios testimonios para poder superar heridas o como recurso para escribir, pero en otras muchas, la mayoría de las veces, escribimos para contar historias, aunque no sean autobiográficas y en algunas ocasiones difundir mensajes a través de ellas.


Ese es mi caso. Me gusta utilizar la imaginación para crear, soy poco metódica y en este caso en particular con este poema, pretendo además lanzar al aire una sugerencia, ¿y si elimináramos los juicios sobre las personas? aunque sea sobre un tema tan controvertido como es la infidelidad, pero se puede extrapolar sobre cualquier otro. No he tratado de escribir una apología, no estoy a favor ni en contra, mi única intención es reflejar los sentimientos de alguien a quien le sucede, sin juzgarle. Ver a través de sus ojos y sentir lo que siente. Ese ha sido mi ejercicio con este poema.

Espero que la disfrutéis y sobre todo, que seáis muy felices :)





Una noche


 No es casualidad

que la primera vez que te miré

fuera una noche fría de primavera.

Llena de flores de ocaso,

y ramos de sentimientos.


La luna cómplice nos miraba

reclinada desde su escondite,

tratando de desnudarnos con su luz,

prístina, como tú,
envuelta en jardines

de ruidos.


El cáliz de tu piel me alumbraba
como alumbra un faro en un mar de penumbra

sobre una dulce melodía,

a media voz entre un océano

de fuego y caricias.



La fiebre en tus abrazos diáfanos,

y el amor,

que brotaba de dos pechos libres.

Durante esa noche,

fui la única estrella de tu firmamento

que no durmió.


Dejamos al destino una próxima casualidad

pero impaciente yo, le tenté,

te busqué entre brumas de recuerdos,

de labios inundados de besos

y no te vi.


Hice acopio de todas mis fuerzas

e intenté alzar el rostro

hacia una nueva tormenta.

Caminé descalza de esperanza

por el árido suelo del tránsito
 
al olvido.


Al tiempo volviste a endulzar mi sed

como si me hubieras visto ayer.

Pero no era ayer, era tarde.

Ya había olvidado tus palabras lejanas

y vuelto a la tranquilidad de un amor,

que me amaba todas las noches.  


Heraldo del destino fue que nos viéramos

como si hubiéramos pactado en la otra vida

ese encuentro.

Nos convertimos en un binomio 

desproporcionado.

Me hablaste de esas cosas que se pactan

cuando se está enamorado 

y luego nadie cumple.


No es más infiel quien más ama.

Amar no puede ser un pecado

aunque sea a varias personas a la vez.

Los amantes son animales noctámbulos

que viven el eterno secreto de su amor

en la oscuridad de sus remordimientos.


No es casualidad

que la última vez que te miré

fuera una mañana fría de primavera

dulce, pero gélida,

como las lágrimas del rocío.

Cuando te creí ya te habías ido,

esta vez tan lejos,


que nunca volví de ti.


Beatriz Casaus 2018 ©