martes, 28 de mayo de 2024

El triunfo de la luz

Cuando me preguntan incrédulos que por qué sigo teniendo esperanza en el futuro y en los seres humanos, recuerdo entre otras cosas, esto: 

El pasado once de mayo se produjo un fenómeno absolutamente sorprendente, y no solo para el campo de la ciencia, sino para cualquier persona de a pie que pudo comprobar con sus propios ojos, cómo se producían auroras boreales en sitios tan inesperados como pueden ser zonas de España como Granada, Galicia, Cataluña, u otras zonas de México, América o Europa donde no se suelen dar.

Ese hecho inverosímil fue causado por una fortísima tormenta solar de la que incluso la NASA nos había alertado sobre sus efectos.

Las pasadas tres últimas semanas, hemos tenido tormentas solares como no se había visto en los últimos once años. La astrofísica cataloga los ciclos solares en períodos de once años y cada vez estos ciclos están siendo mucho más potentes. Normalmente, las llamaradas que se producen en el sol a las que estamos acostumbrados, son de término medio, es decir, las denominadas como “llamaradas M” en la nomenclatura científica, que son altas, pero no tan altas como a las que nos hemos visto afectados estos días.

En estos once años, se producían tormentas una vez cada tres meses. Pero desde el 19 de junio de 2023, las hemos tenido todos los días de forma ininterrumpida. En las últimas dos semanas hemos llegado a tener las más altas registradas, las llamadas “llamaradas X”,  pero es que incluso, en los últimos días, ¡hemos tenido las “llamaradas X.8”! que es el doble o el siguiente nivel, por decirlo de algún modo.

Con esa tormenta geomagnética del once de mayo y que duró setenta y dos horas, se rompieron todos los récords. Los índices magnéticos sobrepasaron todas las escalas. En la actual escala de índice magnético, el nueve era el máximo registrado, pero hemos llegado a tener más de once. Esto significa que el nivel de las llamaradas era altísimo. Los científicos esperaban que el gran pico del actual ciclo solar sucediera en 2025 pero sin embargo se está llevando a cabo ahora.

Este hecho se traduce como una especie de tsunami de energía fotónica y electromagnética fortísima. Y afecta directamente en nuestros cuerpos físicos así como al de todos los seres vivos de la superficie terrestre.

Del mismo modo, la resonancia “Shumann”, que es la energía electromagnética que queda en las capas altas de la atmósfera y la superficie terrestre, registró también su máximo el 19 de junio del pasado año 2023. Alcanzó nada más ni nada menos que 90 Hz. Y teniendo en cuenta que lo normal es 7.8 Hz, estamos hablando de casi más de cien veces lo normal. 

Los seres humanos, somos una gran red de energía pura y por supuesto que estos fenómenos nos influyen directamente, aunque no se hable de ello de forma oficial. Todo este raudal de energía influye en nosotros y en todos los seres vivos. Lo hace en concreto en nuestro sistema nervioso y en nuestro sistema energético. El sistema energético, por cierto, es el que ha sido estudiado por tantas culturas ancestrales. Como por ejemplo la medicina tradicional china, que se basa en los meridianos energéticos o en la medicina tradicional india, (el Ayurveda) con el estudio de los “nadis”.

A su vez, o quizá debido a esto, el sol central de la galaxia, conocido como “Alycone” en la cultura maya, está teniendo su máxima potencia y actividad, y los otros soles de los demás sistemas solares de nuestra galaxia, lo replican en cierto modo. Se están proyectando como si fueran una réplica de ese sol central. 

Todo este fenómeno se puede entender en un nivel más profundo, como una especie de evolución del universo. Es un momento trascendente para nuestra evolución, como si fuera un proceso de iluminación de la consciencia o una ayuda extra que está siendo enviada para la elevación de las mismas. Aunque no todos lo verán así o lo percibirán de ese modo. Todo esto puede sonar a ciencia ficción para la gran mayoría que vive ajena a los temas más allá de la materia, pero tengo la esperanza de que, al menos los lectores de este blog tengan como poco la mente abierta  y algunos sé de forma certera que son personas espirituales que saben de lo que estoy hablando y con quienes no me tengo que justificar. 

Este tsunami de luz lo inunda todo. Iluminando todo. Sobre todo en estos tiempos de guerras y de oscuridad en el que nos encontramos inmersos como humanidad. El hecho de que esté llegando tal cantidad de luz, es un símbolo de esperanza y una especie de señal para llenarnos de fe. Porque la luz, como el amor, es la única fuerza capaz de todo y de vencer a la oscuridad. Yo sí tengo esperanza en el futuro. Yo sí creo que el futuro es resplandeciente y que lo mejor está por llegar. 

 Un abrazo. 


Beatriz Casaus 2024 ©



viernes, 10 de mayo de 2024

La acertada convicción de no creerse mejor que nadie


 

Casiopea y Cefeo, el rey de Etiopía, estaban casados y tuvieron a una hija, Andrómeda. Casiopea era bastante creída y se jactaba de que ella y su hija eran más bellas que las Nereidas, las ninfas marinas hijas de Poseidón. Ello provocó la ira de este, quien inundó el país y envió al monstruo Cetus para acabar con toda la población. Encadenaron a Andrómeda a unas rocas como sacrificio al monstruo, pero Perseo, quien venía de decapitar a Medusa, al verle allí atada se enamoró de ella y mató a Cetus. Poseidón, nada contento con esto, castigó a Casiopea a permanecer atada a una silla en el cielo con la cabeza boca abajo para siempre.

Esta historia de la mitología griega refleja cómo la soberbia, arrogancia y chulería de Casiopea, fueron capaces de desatar toda una serie de catástrofes, incluida la suya propia. 

En mi vida me he encontrado con varias personas así y a diferencia de esta historia, las cosas parecen irles mejor que a las personas que son humildes, modestas, y que no van de nada, que son sencillas, vaya. Sin embargo, tal y como bien enseña este mito, al final, ellos mismos se caerán por su propio peso. Es una equivocación actuar y pensar de ese modo. Solo traerá un cúmulo de errores a la vida de la persona que los alberga. Las cosas pueden cambiar de la noche a la mañana, y el que hoy está arriba, mañana puede estar abajo y viceversa. Esto aplica a cualquier aspecto. 

Valorar lo que nos hace distintos de los otros es maravilloso, pero siempre desde la perspectiva de que todos tenemos algo único y especial que aportar, sin vanagloriarse.

Las personas más grandes y sabias suelen ser humildes de corazón. Hay que valorar la humildad e igualdad por encima de todo. Aquí todos somos iguales y absolutamente nadie vale más ni es mejor que otro. Dan exactamente igual las condiciones físicas, económicas, sociales o la tontuna que sea por la que alguien se puede sentir superior a otro.

Teniendo esto como estandarte, las cosas siempre irán bien tarde o temprano, por lo menos las internas, que es desde donde vemos el mundo. Y se vive con más paz y autenticidad, que es lo importante.

Venga, ¡Feliz fin de semana!




jueves, 9 de mayo de 2024

De qué va todo esto

“La vida es desierto y oasis. Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia. Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa. Tú puedes aportar una estrofa. No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre.” (Walt Whitman)

 

El otro día me preguntó una amiga que de dónde saco la inspiración para escribir. Le contesté que no lo sé. Esa es la verdad. Realmente vivo en un universo imaginario y paralelo, el mío propio y lo sencillo para mí es escribirlo, porque es como mi lenguaje natural.

Mi estado original es como si me hubieran rociado con polvo de hadas. Vivo en un permanente estado de enamoramiento, enamorada de la vida y de todo. Las cosas me parecen bellas, sublimes y en ocasiones inabarcables.

Permanezco asentada en una nube permanente. Por lo tanto lo único sólido para mí son las nubes. Es mi hábitat y mi campo de visión. Matizado, eso sí, con una paleta etérea de múltiples colores donde los grises no tienen cabida.

Las palabras me llegan en cataratas de susurros, donde de pronto la magia me invade y me pongo a escupir lo que siento. No hay truco. Es mi forma de ser. Es como el que es cantante, que se pasa el día cantando y entonando.

A veces mis manos no son tan rápidas como mi mente y eso me frustra. El universo mental es mucho más instantáneo. Si lo piensas, existe en ti, mientras que en el universo material tarda más en manifestarse. Lo difícil de las palabras es abarcar lo inefable y para eso estamos aquí sus amantes. O al menos lo intentamos. 

Al mismo tiempo, debido a ese carácter alcista, las decepciones son asiduas a mi existencia. Me caigo mucho pero me vuelvo a levantar como si reiniciara otra vez todo. Caer y vuelta a empezar. Es mi forma de reiniciarme, resetearme y de volverme a inventar. Como decía Fito y los Fitipaldis en su canción “Acabo de llegar”: “Dejadme nacer, que me tengo que inventar”.

 

De qué va todo esto


Cuál es nuestro destino,

cuál es nuestra razón del sufrimiento.

 

Lancé al infinito las preguntas

y obtuve por respuesta un eco inseguro

que se repetía a sí mismo.

 

Quizás aprender se trate de eso,

lanzar preguntas para obtener por respuestas

las mismas preguntas.

 

La serpiente que se muerde la cola

en un ciclo permanente de confusión.

 

Ni siquiera las respuestas pueden abarcarlo todo.

 

Y a mí ya se me acumulan.

 

 

Beatriz Casaus 2024 ©