Casiopea y Cefeo, el rey de Etiopía, estaban casados y tuvieron a una hija, Andrómeda. Casiopea era bastante creída y se jactaba de que ella y su hija eran más bellas que las Nereidas, las ninfas marinas hijas de Poseidón. Ello provocó la ira de este, quien inundó el país y envió al monstruo Cetus para acabar con toda la población. Encadenaron a Andrómeda a unas rocas como sacrificio al monstruo, pero Perseo, quien venía de decapitar a Medusa, al verle allí atada se enamoró de ella y mató a Cetus. Poseidón, nada contento con esto, castigó a Casiopea a permanecer atada a una silla en el cielo con la cabeza boca abajo para siempre.
Esta historia de la mitología griega refleja cómo la soberbia, arrogancia y chulería de Casiopea, fueron capaces de desatar toda una serie de catástrofes, incluida la suya propia.
En mi vida me he encontrado con varias personas así y a diferencia de esta historia, las cosas parecen irles mejor que a las personas que son humildes, modestas, y que no van de nada, que son sencillas, vaya. Sin embargo, tal y como bien enseña este mito, al final, ellos mismos se caerán por su propio peso. Es una equivocación actuar y pensar de ese modo. Solo traerá un cúmulo de errores a la vida de la persona que los alberga. Las cosas pueden cambiar de la noche a la mañana, y el que hoy está arriba, mañana puede estar abajo y viceversa. Esto aplica a cualquier aspecto.
Valorar lo que nos hace distintos de los otros es maravilloso, pero siempre desde la perspectiva de que todos tenemos algo único y especial que aportar, sin vanagloriarse.
Las personas más grandes y sabias suelen ser humildes de corazón. Hay que valorar la humildad e igualdad por encima de todo. Aquí todos somos iguales y absolutamente nadie vale más ni es mejor que otro. Dan exactamente igual las condiciones físicas, económicas, sociales o la tontuna que sea por la que alguien se puede sentir superior a otro.
Teniendo esto como estandarte, las cosas siempre irán bien tarde o temprano, por lo menos las internas, que es desde donde vemos el mundo. Y se vive con más paz y autenticidad, que es lo importante.
Venga, ¡Feliz fin de semana!
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