“No me siento particularmente orgulloso de mí mismo. Pero cuando camino solo por el bosque o me acuesto en los prados, todo está bien.” (Franz Kafka)
Ayer fue el día internacional de las montañas. Las montañas tienen ese mágico poder de hacerte sentir bien inmediatamente. No solo son un remanso de paz donde olvidarse del mundanal ruido en el que estamos inmersos y acostumbrados a vivir, sino que es un lugar que relaja de forma instantánea aportando otra perspectiva.
Es cierto que requieren el esfuerzo físico para poder acceder a
ellas a través de la ruta que te lleve a conseguir las mejores vistas, pero una
vez logrado, merece la pena y la recompensa reconforta el alma como pocas cosas
lo hacen. No pain, no gain!
Allí arriba se acaban todas las tonterías relacionadas con las ciudades. La identidad asociada al ego, la forma en la que nos vemos a nosotros mismos, los juicios que emitimos tanto a nosotros como a las situaciones y a los demás… pues todos, todos somos iguales en las alturas. Allí todos son montañeros practicando el compañerismo, con el único objetivo de ayudarnos unos a otros para lograr que todos lleguemos a la cima. Sin importar nada más. Es un sitio donde sientes que conectas con las personas de forma genuina, porque su atención en ese lugar no está en las preocupaciones mundanas, sino en otros menesteres de supervivencia.
La montaña y la naturaleza en general, nos ofrece ese regalo
que todos podemos disfrutar. Es un gozo absoluto no solo para los sentidos,
sino para el espacio que ahonda dentro de nosotros, porque nos ayuda a volver al
corazón. El término recordar, proviene del latín “re-cordis”. En el que “re”
significa volver y “cordis” corazón, por lo que recordar significa volver
a pasar al corazón. Volver al corazón. Reconectar con nuestra verdadera
esencia, tanto tiempo olvidada en nuestro ajetreado día a día.
El corazón es el único órgano humano que emite señales
electromagnéticas. Es el camino directo que nos conecta con el universo. Sitios
como las montañas, te devuelven a ese lugar dentro de cada uno en los que
volvemos a recordar quiénes somos.
Tengo la inmensa fortuna de escaparme de vez en cuando con
mi pareja a recorrer las alturas y aunque él no es muy consciente de todo este tema profundo que acabo de comentar, al menos es un gran conocedor de todos los
peligros y el riesgo que conlleva la montaña. Además de ser un maravilloso capataz
con quien ir acompañado y de quien aprender mucho. De él he aprendido a tenerle
mucho respeto y a ser muy responsable con ella, entre otras muchas
cosas más. Por eso es conveniente ir siempre con personas bien preparadas que sepan
cómo desenvolverse en esos bellos y grandiosos lugares, porque pueden resultar muy
peligrosos. A quien le guste le aventura, como es mi caso, ese doble rasero de belleza y riesgo nos
atrae como un fuerte imán.
¡Un abracito, aventureros, y feliz día de las montañas!
Beatriz Casaus 2024 ©
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