sábado, 4 de junio de 2011

Madrid (Atocha) - Barcelona (Sants)


2h.52 min
176 euros el billete de preferente, lo que corresponde a un día de trabajo en la oficina aproximadamente. Me pregunto cuántos años llevaré trabajando. A los 17 empecé de camarero en el restaurante de Pepe, amigo de la familia, lo que hace un total de… 24 años, ¡se dice pronto! Y nadie me ha regalado nada, ni siquiera mis padres… los pobres no tenían a veces ni para lo suyo. Me viene a la memoria mi primera novia, Lorena. Me dejó porque siempre llevaba los mismos pantalones. Un buen día me preguntó si no tenía otros y la dije que no y desde entonces no me contestaba mis llamadas, al principio me dolió, pero luego cuando se lo conté a mi madre no paramos de reírnos durante horas…visto desde la distancia, es de chiste. No he tenido un papi que me pagara la carrera ni que me comprara ropa, ni mucho menos un coche, todo lo que tengo, absolutamente todo, es parte de mi esfuerzo personal, de mi trabajo. Por eso le doy valor a las cosas. No soporto a esos adolescentes de ahora que le piden 200 euros a sus padres como el que le pide para ir a comprar el pan, y que luego se amargan sobremanera cuando salen a esa jungla de ahí fuera y ven que nadie les regala nada. Niños mimados, eso es lo que son…bueno, vamos a ver, quedan... 2 horas y 39 minutos para llegar a Barcelona. ¡Ay, cómo adoro esa ciudad!, la arquitectura de Gaudí, el arte en cada uno de sus rincones, la gente bohemia que la adorna, el ambiente artístico, incluso los “yupis” allí parecen más modernos… será que sus trajes son de “Custo”vete a saber… el catalán, es lo malo, no es santo de mi devoción pero… a mí siempre me hablan en castellano amablemente, por suerte. ¿Me he traído el cepillo de dientes? bueno, da igual, me imagino que en el hotel me darán uno, en cuanto llegue lo pregunto. Este hilo musical de bandas sonoras de John Williams y John Barry, me relaja más que una sesión de yoga… No me apetece leer el periódico. Esta mañana me he levantado con buen humor y no quiero estropearlo con las noticias que dan, parece que les pagan por poner todo lo peor que pasa en el mundo. No entiendo esa máxima periodística de que una buena noticia no es noticia. Nos van a amargar a todos con el sopor. ¡Qué ganas de ver a Leonor!, de tocar su cabello ondulado que huele de maravilla, de mirar esos ojos profundos en los que uno se puede perder  y de abrazarla, en sus brazos sí que encuentro paz. Es tan dulce... no me puedo imaginar que de una mala contestación a nadie, tiene dibujada una sonrisa permanente en su rostro y da a todos cariño, ahora que lo pienso, es justo lo contrario a mi mujer. A ella se la oye allá donde va y le gusta ser el centro de atención debatiendo a todos e imponiendo su opinión. Discutimos todo el tiempo, yo creo que es porque le saca una crítica a todo. Está siempre a la defensiva… Leonor sin embargo, nunca quiere causar problema a nadie y con tal de no discutir, se lo guarda para ella misma. A veces tengo la sensación de no saber qué está pensando. Me gusta como es. Su misterio me atrae. Su timidez incluso, la hace más interesante aún. Qué pena lo que la está pasando. El miércoles cuando me enteré salí de la oficina corriendo y les dije que me cogía dos días libres. En casa les he dicho que me voy de viaje de negocios. Mi mujer, como siempre, me ha hecho un bocata para el camino y no me ha preguntado nada más. Nunca me pregunta nada. Es como si los dos supiéramos qué pasa, pero ninguno se atreve a dar el paso. Nos hemos amoldado a esta vida.
Dos horas y 10 minutos. Todo pasa tan deprisa con este tren... no me da tiempo a fijarme en ningún detalle del paisaje, un símil de mi vida, vaya. Todo  va rápido, incluso  hasta este viaje. Todo lo que parece bueno, es pasajero en mi vida. No me da tiempo de agarrarlo y saborearlo. Como si las cosas buenas tuvieran siempre fecha de caducidad. El amor hacia mi mujer hace tiempo que quedó rezagado a la voluntad de sus órdenes. Todo lo que me ha hecho feliz ha durado poco y en estos días, lo noto más. No tengo tiempo para detenerme y pensar. El trabajo es estresante, tanto haces, tanto ganas. Calculan tu eficacia por las horas que facturas. Cuanto más rápido haces todo, más dinero aportas y continúas en el despacho. ¡Cómo me gustaría ser pintor o escritor y tener tiempo para mí! pero claro, hice caso a mi padre y me puse a estudiar derecho porque querían tener un abogado o un médico en la familia… ¿y si no les hubiera hecho caso?... Puede que ahora estuviera viviendo en Barcelona y me hubiera casado con Leonor. Además nuestros hijos serían rubios. Siempre he querido tener hijos rubios y me han salido morenos con ojos como aceitunas, oscuros. Son monísimos eso sí, pero ojalá hubieran salido rubitos... tengo claro que les dejaré estudiar lo que quieran, no voy a permitir que mi mujer siga metiéndole la idea en la cabeza a mi hija Claudia de que estudie económicas. Que estudie cine que es lo que quiere, aunque no le aporte dinero. El dinero no da la felicidad. Si no, que me lo pregunten a mí… y el niño, todavía es pequeño, pero tiene madera de futbolista. El pasado cumpleaños le compré un balón y desde entonces no lo suelta ni para dormir. ¡Que estudien lo que quieran!, quiero que sean felices ante todo. Mis padres sólo querían para mí una profesión que diese dinero porque ellos nunca tuvieron. Pero yo sé lo que es hacer algo por obligación y no por devoción y no quiero cargar con esa cruz de nuevo.
¡Qué hambre tengo! no me apetece ir a la cafetería porque aquí los sándwiches son carísimos y no están muy buenos. Me como el bocata de mi mujer y santas pascuas. He de admitir que cocina como una santa, mejor que mi madre incluso, en eso no hay quien la gane. La paella la sale que ni en los chiringuitos de “la Malvarrosa”. Buff, ¡pero qué ganas de ver a Leonor! y de que me sonría con sus ojos. Dos horas faltan. Dos horas para verla, para tenerla entre mis brazos. ¿Quién habrá sido el malnacido que le habrá hecho eso? Es demasiado inocente. A quién se le ocurre en estos tiempos que corren... Cuando me enteré casi me da algo. Tiene que sentirse tan sola... lleva semanas sin contestarme los mensajes. Debería quedarme a vivir en Barcelona y empezar una nueva vida con ella. Podría abrir un bufete con poca gente, todos de confianza, y empezaríamos algo nuevo, con otra visión. Estoy harto de limpiar los trapos sucios de la empresa. En mis ratos libres, pintaría retratos de Leonor. No me cansaría nunca de ella. Nunca.
Necesito unas vacaciones, estos días me van a sentar genial para desconectar, empiezo a sentir que hay demasiada gente en Madrid. El tráfico por las mañanas es insufrible, los atascos, interminables. Demasiado ruido. Una hora y media. El tiempo parece no pasar cuando voy a ver a mi Leonor. Ya lo decía Einstein con su teoría de la relatividad. Qué tipo tan listo... Estoy seguro que Leonor me quiere, aunque no me lo haya dicho nunca. Ella es así. En cuanto llegue me cojo un taxi en la estación. Tengo que llamar al hotel para decirles que esta noche no iré, la pasaré en el hospital agarrando la mano suave de Leonor. Podría estar así toda la vida.
15 minutos para llegar. Nunca he sentido nada así por nadie. Cuando me casé con mi mujer lo hice porque sabía que ella quería y porque mi familia decía que no podíamos vivir en pecado, que eso había que formalizarlo ante los ojos de Dios. Y me dije que por qué no. Con Leonor sin embargo es pensar en ella y me da un vuelco el corazón. La voy a pedir que se case conmigo. ¡Sí!¡Eso haré! le pediré a mi mujer los papeles del divorcio esta misma semana. Tengo un colega en la oficina que lo tramitará rápido por ser yo, además ahora con el divorcio exprés, no llevará ni un mes. Me casaré con ella a finales de Julio, y tendremos una boda en verano con invitados vestidos de blanco. La voy a pedir matrimonio en cuanto llegue, esta noche ni más ni menos, después de llegar al hotel me pasaré por “Suárez” y le compraré una alianza, una sencilla, como ella. Estoy seguro que le haría feliz, que juntos seríamos felices. Seré un buen padre para el bebé que viene, estoy seguro que saldrá rubio.
Ya estamos en Barcelona. Qué extraña sensación. Ahora echo de menos Madrid. Mi Madrid. Cuando paso más de dos días fuera de él ya lo empiezo a echar de menos. Echo en falta sus calles, su gente, su ambiente. Relación amor-odio.Me pasa igual que con mi mujer. Pero así no puedo seguir.
“¿Cariño?, Sí, Acabo de llegar. Todo bien. Te quiero. Nos vemos.

Beatriz Casaus 2011 ©


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