viernes, 6 de diciembre de 2013

Dos formas de amar


Quiero expresar mediante estos dos escritos, dos tipos de amor: uno es el que todo el mundo conoce, (yo misma he sido toda una profesional y experta del mismo) y el otro, sólo los que se han tomado el tiempo y la dedicación de conocerse a sí mismos, experimentan.

Sobre este tema ya me he explayado en varias ocasiones con anterioridad, pero me parece necesario hablar acerca de él porque mucha gente no se ha dado cuenta de un detalle que quiero enfatizar: Cuando se necesita a la gente, no se puede amar a la gente.
Sé que desconcierta lo que acabo de decir, porque precisamente hemos estado escuchando lo contrario a través de una cultura que nos ha transmitido un tipo de mensaje sobre el amor, mediante películas, canciones, anuncios publicitarios o un sin fin de modos. Sin embargo se ha omitido un hecho en todo este tiempo, que es lo contrario a lo que se ha transmitido: Mientras necesites a alguien, a ese alguien no lo amas. Lo puedes llamar amor, pero no lo amas en realidad. En nuestra vida se produce una o en varias ocasiones (como es mi caso) ese milagro que es el enamoramiento. Me enamoro de alguien y ese alguien además, ¡por suerte se enamora de mí! Inmediatamente ahí aparece un elemento: la necesidad de la persona de la que me he enamorado, una necesidad desesperada e imperiosa por tenerla a nuestro lado y es entonces, cuando al amor le introducimos una serie de elementos derivados de esa necesidad y lo contaminamos. Aparece así el miedo a la pérdida, los celos, y un montón de emociones junto al amor, que son consecuencia de esa necesidad y del miedo que produce a que desaparezca y así el amor deja de serlo y se convierte en otra cosa, en un fenómeno emocional sin parangón.

En cambio, cuando lo único que importa para vivir es la vida, cuando uno medita y conecta consigo mismo, irremediablemente esa necesidad va desapareciendo poco a poco y ahí es cuando de verdad uno siente o se percata de que ama, y cuando de verdad se disfruta de la vida. Cuando sentimos la necesidad de alguien, realmente no es nuestro verdadero ser, es otra parte de nosotros la que tiene esa necesidad de personas o de cosas, la misma parte que además nos ha llevado por un camino por el que no hemos vivido, sino por el que nos hemos limitado a sobrevivir. Cuando empezamos a vivir, es cuando de verdad nos damos cuenta de lo que es el amor.

Tanto al que le guste como al que no, que se dé por abrazado J
 
Te vas

Como quien no dice nada,
te escabulles
entre los nombres impronunciables
y te vas.
Me conmociona
el minúsculo abismo que separa
tu boca de la mía.
Y yo tengo celos,
de la cuchara que toca tus labios.
Me duele
echarte tanto de menos
que ya casi hasta me gusta,
porque significa
que te quiero en demasía,
pero quererte tanto
lastima.
Así que el dolor es amor
y el amor es dolor.
Tengo marcas invisibles
que lo demuestran.
Quien ama más a alguien
que a uno mismo sufre,
pero quien sufre amando,
vive viviendo
una desdicha placentera.
 

Beatriz Casaus 2013 ©
 
 
Casada conmigo misma
 
No vivo encorvada o encogida por el amor, ni por el tuyo, ni el de nadie.
No vivo temerosa porque acabe, o sumida en celos o emociones que circundan al enamoramiento.
Vivo libre y feliz, porque he abierto mi corazón de par en par. Es soberano y no está maniatado a una emoción limitadora.
Te amo, porque no te necesito. Y sin embargo es ahora, cuando más te estoy amando, y mejor.
Estoy casada conmigo misma y para ello tampoco necesito un anillo, como no necesito nada, ni nadie, porque sé quién soy y de dónde vengo.
Gozo de la vida y sé lo que es y representa, porque vivo en la libertad de amar,
desde el interior más puro.
 
 
 Beatriz Casaus 2013 ©
 

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