Hay dos ocasiones en las que me siento más libre, cuando escribo y cuando estoy en la naturaleza. Aquí desaparecen todas las identidades falsas relacionadas con el ego, y me siento despojada de todas las máscaras que en la ciudad me tienen presa.
Es como si las preocupaciones mundanas no fueran importantes, la superficialidad no tuviera cabida en este entorno y el materialismo no existiera.
No es relevante lo que tenga o lo que gane. Los deseos de poder y control no están en el aire sino la brisa fresca, el canto de los pájaros, el olor a tierra, el sonido de la corriente del río el de las hojas de los árboles.
Aquí no existen las preocupaciones banales como la vestimenta, la apariencia física, o cualquier identificación basada en el reconocimiento de los demás.
Se es como se es y eso es justo un valor.
Un ser que forma parte de todo y que es uno con todo.
Cada parte cumple su misión por insignificante que sea, el agua, la hierba, las hormigas, los tallos. Y sin ellos, este sitio no sería el mismo.
Esta realidad amorosa y pacífica me envuelve y simplemente soy. Sin juicios.
El miedo se esfuma y se desprende una actitud de aceptación tanto por todo lo que me rodea como por lo que soy, al formar parte también de todo lo que me rodea.
Cuando vuelva a la ciudad, espero recordar que esto es lo único REAL.
Beatriz Casaus ©
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