miércoles, 10 de mayo de 2023

Territorio de la luz

Renacimiento


Galerías del alma… ¡El alma niña!

Su clara luz risueña;

y la pequeña historia,

y la alegría de la vida nueva…

¡Ah, volver a nacer, y andar camino,

ya recobrada la perdida senda!

Y volver a sentir en nuestra mano,

aquel latido de la mano buena

de nuestra madre… Y caminar en sueños

por amor de la mano que nos lleva.

 

En nuestras almas todo

por misteriosa mano se gobierna.

Incomprensibles, mudas,

nada sabemos de las almas nuestras.

Las más hondas palabras

del sabio nos enseñan,

lo que el silbar del viento cuando sopla,

o el sonar de las aguas cuando ruedan.

 

(Antonio Machado)

 

Muchos días voy a desayunar a un restaurante antes de ir a la oficina. 

Allí trabajan unos camareros a los que ya incluso considero amigos por lo majos, buena gente y simpáticos que son.

Uno de ellos, es sin duda, el mejor camarero que conozco. Nada más estoy entrando por la puerta, y ya me está sirviendo mi té verde y una pieza de fruta. Siempre está pendiente de todo, es rápido, encantador y atiende con mucho sentido del humor.

Todos los clientes que vamos allí continuamente salimos con una sonrisa dibujada en la cara o incluso habiendo soltado unas cuantas carcajadas, como es mi caso.  Puedo asegurar que el restaurante siempre está lleno y estoy segura, que, él tiene mucho que ver con eso.

Este es para mí un ejemplo de la sublime relevancia de las cosas pequeñas. Para mí lo más importante es ser buena persona, amable y alegre. Vivir con alegría hace la diferencia y para conseguirlo, es tan sencillo como empezar siendo amable con los demás.

Hay gente que vive amargada y de mal humor. Y no se merecen vivir así. Existe otra alternativa y solo se trata de la elección permanente de estar alegre, pero de forma auténtica, sin postureos ni dobleces. Desde luego si se tiene un dolor hay que transitarlo, pero con nuestra mejor cara y jamás pagándolo con los demás. Ser alegre es una elección constante en cada situación y circunstancia.

Aunque me considere una persona profunda, y eso puede parecer serio, soy muy alegre. Y lo soy porque al ser consciente de la profundidad de las cosas, me tomo la vida con alegría porque según mi punto de vista, todo tiene un sentido, o al menos así lo percibo yo. La Madre Teresa de Calcuta decía: “Que nadie se acerque jamás a ti, sin que al irse se sienta un poquito mejor y más feliz”.

Ese es el modo en el que intento interaccionar con cada persona que me encuentro por el camino. Sobre todo, porque es mucho mejor vivir así y porque todos nos merecemos recibir eso de los demás.

Os dejo con mi último poema:

 

El territorio de la luz


En los márgenes del tiempo

donde no corre el olvido.


Las noches sueñan días

y no tenemos nada que aprender,

solo recordar.


Caminan juntos de la mano

la pureza de las formas

y las miradas limpias.


Que no nos engañen,

no hay nada más fuerte que la dulzura.

La que construye y crea vínculos

en un mundo perdido.


Lejos, ya no hay soles

que brillen más que uno.


Se reconocen corazones

en tierras que son amaneceres.

Es una calidez amiga,

en una estrofa cantada

por voces celestiales.


Allí los espejos son lienzos

donde dibujarnos.


No hay nada que esperar,

cuando los actos buenos

han dejado su impronta.


La vida se sueña antes

y se reparten los papeles.


Hay una sencillez que calma

como en la armonía

de los brazos de una madre.


Una huella imborrable quedó impresa

en el centro mismo de mi alma.

Allá donde solo se puede entrar

de la mano de la poesía y la música.


Es el territorio del amor incondicional,

propiedad de la luz y del sosiego.

Donde los mares son aguas conscientes

de su propia infinitud.


Donde solo se hacen eco,

el perfecto binomio del amor y el perdón.

Pues todo consiste en eso.


Amar sin esperar nada a cambio,

como cuando éramos puros.

 

Beatriz Casaus 2023 ©





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