Renacimiento
Galerías del alma… ¡El alma niña!
Su clara luz risueña;
y la pequeña historia,
y la alegría de la vida nueva…
¡Ah, volver a nacer, y andar camino,
ya recobrada la perdida senda!
Y volver a sentir en nuestra mano,
aquel latido de la mano buena
de nuestra madre… Y caminar en sueños
por amor de la mano que nos lleva.
En nuestras almas todo
por misteriosa mano se gobierna.
Incomprensibles, mudas,
nada sabemos de las almas nuestras.
Las más hondas palabras
del sabio nos enseñan,
lo que el silbar del viento cuando sopla,
o el sonar de las aguas cuando ruedan.
(Antonio Machado)
Muchos días voy a desayunar a un restaurante antes
de ir a la oficina.
Allí trabajan unos camareros a los que ya incluso considero
amigos por lo majos, buena gente y simpáticos que son.
Uno de ellos, es sin duda, el mejor camarero que conozco. Nada
más estoy entrando por la puerta, y ya me está sirviendo mi té verde y una
pieza de fruta. Siempre está pendiente de todo, es rápido, encantador y atiende
con mucho sentido del humor.
Todos los clientes que vamos allí continuamente salimos con
una sonrisa dibujada en la cara o incluso habiendo soltado unas cuantas
carcajadas, como es mi caso. Puedo
asegurar que el restaurante siempre está lleno y estoy segura, que, él tiene
mucho que ver con eso.
Este es para mí un ejemplo de la sublime relevancia de las
cosas pequeñas. Para mí lo más importante es ser buena persona, amable y alegre.
Vivir con alegría hace la diferencia y para conseguirlo, es tan sencillo como
empezar siendo amable con los demás.
Hay gente que vive amargada y de mal humor. Y no se merecen
vivir así. Existe otra alternativa y solo se trata de la elección permanente de
estar alegre, pero de forma auténtica, sin postureos ni dobleces. Desde luego si
se tiene un dolor hay que transitarlo, pero con nuestra mejor cara y jamás pagándolo
con los demás. Ser alegre es una elección constante en cada situación y
circunstancia.
Aunque me considere una persona profunda, y eso puede
parecer serio, soy muy alegre. Y lo soy porque al ser consciente de la
profundidad de las cosas, me tomo la vida con alegría porque según mi punto de
vista, todo tiene un sentido, o al menos así lo percibo yo. La Madre Teresa de
Calcuta decía: “Que nadie se acerque jamás a ti, sin que al irse se sienta un
poquito mejor y más feliz”.
Ese es el modo en el que intento interaccionar con cada
persona que me encuentro por el camino. Sobre todo, porque es mucho mejor vivir
así y porque todos nos merecemos recibir eso de los demás.
Os dejo con mi último poema:
El territorio de la luz
En los márgenes del tiempo
donde no corre el olvido.
Las noches sueñan días
y no tenemos nada que aprender,
solo recordar.
Caminan juntos de la mano
la pureza de las formas
y las miradas limpias.
Que no nos engañen,
no hay nada más fuerte que la dulzura.
La que construye y crea vínculos
en un mundo perdido.
Lejos, ya no hay soles
que brillen más que uno.
Se reconocen corazones
en tierras que son amaneceres.
Es una calidez amiga,
en una estrofa cantada
por voces celestiales.
Allí los espejos son lienzos
donde dibujarnos.
No hay nada que esperar,
cuando los actos buenos
han dejado su impronta.
La vida se sueña antes
y se reparten los papeles.
Hay una sencillez que calma
como en la armonía
de los brazos de una madre.
Una huella imborrable quedó impresa
en el centro mismo de mi alma.
Allá donde solo se puede entrar
de la mano de la poesía y la música.
Es el territorio del amor incondicional,
propiedad de la luz y del sosiego.
Donde los mares son aguas conscientes
de su propia infinitud.
Donde solo se hacen eco,
el perfecto binomio del amor y el perdón.
Pues todo consiste en eso.
Amar sin esperar nada a cambio,
como cuando éramos puros.
Beatriz Casaus 2023 ©
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