Una vez, un discípulo le preguntó a su maestro quién era la persona con más carácter que conocía. El sabio señaló a un hombre que estaba sentado, siempre llevaba una sonrisa en la cara y gozaba de buen talante. El discípulo se extrañó y fue a increpar a aquel hombre empujándole. El hombre tan siquiera se inmutó y se quedó callado sin dejar de tener buen gesto en su cara.
Cuando el discípulo regresó, le manifestó al sabio su perplejidad ante la elección de aquel hombre como una persona con carácter, a lo que el sabio replicó: “Hay que ser muy fuerte y tener mucho carácter para no reaccionar con enojo ante las vicisitudes que se nos presentan. La gente iracunda, violenta, o con mucho pronto, son débiles de carácter. El autocontrol para no reaccionar así y el dominio sobre los deseos o reacciones primarias, es de personas con carácter fuerte. Ese hombre, es un hombre de verdadero carácter”.
Últimamente estoy focalizada en desarrollar mi lado espiritual, que en realidad es nuestra verdadera naturaleza, pero estamos tan enfocados en este cuerpo físico y en todo lo que aquí acontece, que es visto de forma extraña y hasta singular dedicarse a ello. Aunque cada vez noto que puedo compartir esto con más gente.
Creo firmemente que somos seres espirituales experimentando una existencia humana, aunque nuestros sentidos físicos nos limiten para reconocerlo y por ende, hayamos olvidado quiénes somos.
Algunos lo sabemos y lo sentimos desde nuestro fuero interno desde siempre. En el último mes, estoy haciendo un voluntariado indescriptible, he asistido a un retiro espiritual y estoy realizando varios cursos que me están enriqueciendo a niveles que es difícil explicar.
He dejado un poco de lado las redes sociales porque aunque para mí son una herramienta maravillosa para compartir momentos o reflexiones mías y poder llegar a bastante gente con un solo clic, notaba que me estaba orientando mucho hacia el exterior y descentrándome.
Siento que el mundo material en el que vivimos no tiene sentido y que proyectarse solo en él, no ayuda para nada en hacernos felices sino que nos aleja más de ello. Cultivarse en todos los sentidos y convertirse en la mejor expresión posible de uno mismo a base de distintas técnicas, es algo que nos empuja a elevar nuestra conciencia y a mejorar como seres humanos. Meditar es una de esas técnicas fundamentales para conseguirlo.
Ante cualquier problema o desasosiego, meditar ayuda. Lo resuelve todo. Lo disuelve todo, porque cuando se medita, uno deja de representar su personaje, aquel que vive alimentado de su separación individual, para disolverse en el todo.
Nunca se percibe el "mañana", ni el "luego". Ahora es el único tiempo que siempre sucede. Las líneas del tiempo son un concepto inventado por el ser humano porque aquí se percibe de ese modo. En otras dimensiones, todo sucede al mismo tiempo, por lo tanto, el acceso a cualquier realidad temporal es instantáneo ya que en el eterno presente del alma, todo sucede a la vez.
El secreto, es sentir. Y gracias a la meditación, se aprende a sentir.
El siguiente escrito me vino de forma automática mientras estaba meditando, tuve que parar y ponerme a escribir inmediatamente :)
Así que aquí lo dejo con todo mi cariño:
Un aullido silencioso
En el silencio todo es posible.
En el silencio no hay límites.
En el silencio me expando.
En el silencio pierdo la forma del cuerpo.
En el silencio percibo todo de una forma plena.
En el silencio siento quién soy.
En el silencio vivo en autenticidad.
En el silencio experimento mi esencia.
En el silencio dejo de ser yo para ser lo que soy.
En el silencio me hago consciente de la conciencia
que hay detrás del pensamiento.
En el silencio todo es.
Lo que parece ser se disuelve
y lo que verdaderamente es,
se manifiesta.
El viaje es hacia dentro,
la salida es hacia el interior.
Beatriz Casaus 2023 ©
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