“Me aparto de la gente que considera a la insolencia valor, y cobardía a la ternura. Y también me aparto de aquellos que consideran charlatanería a la sabiduría, e ignorancia al silencio.” (Khalil Gibrán)
Hace mucha falta que las personas seamos escuchadas,
comprendidas y apoyadas. Sobre todo, en estos tiempos de individualismo atroz en
el que estamos inmersos.
Hemos aprendido a ir a lo nuestro y a desentendernos del
sufrimiento ajeno. Solo nos interesa lo bueno y nos apartamos del dolor. Vivimos
en un mundo donde el hedonismo se ha vuelto parte importante de nuestro día a
día, porque es muy fácil conseguir placer instantáneo.
Las cosas se pueden conseguir de forma fácil. Vivimos en la era
de la rapidez y lo efímero. Lo que queremos, lo conseguimos enseguida. Solo
está a un clic de distancia de nosotros, a través de una aplicación de móvil. Ya
sea comida, cualquier dispositivo u objeto que necesitemos o incluso, una noche de pasión. Pero al igual
que lo conseguimos nos olvidamos de ello rápidamente. La dopamina es la droga
más consumida. Pero con ello, las cosas
pierden valor y sentido. Y sobre todo, estamos más lejos los unos de los otros.
La verdadera epidemia que asola al primer mundo ahora es la soledad.
Me suele pasar que algunas personas acuden a mí cuando están
mal para buscar consuelo y ayuda. Y entonces sé, que lo único que necesitan es
que alguien los escuche. No solo hablar, como comúnmente me piden. Pues la
mayor parte del tiempo permanezco callada, escuchando simplemente.
Este hecho significa mucho para mí porque es en realidad un
gran regalo. Una oportunidad valiosa de poder ayudar de forma concreta a
alguien, así que presto toda mi atención y escucho activa y atentamente. Quizá
si supieran el caos que yo también albergo, no se dirigirían a mí para ello.
Aunque en realidad todos libramos nuestras propias batallas internas y quien no
las libre, o miente, o pasará sin pena ni gloria por esta existencia. Pues es
una forma directa de aprender y de mejorar en todos los sentidos.
Eso sí, nunca doy consejos. ¿Quién tiene la potestad para
darlos? ¿Quién en su sano juicio se cree que puede sentar cátedra ante la vida
de otra persona? No tengo los sentimientos, vivencias exactas y momento experiencial
específico por el que una persona está atravesando. Lo máximo a lo que me atrevo
es a contar lo que a mí me funciona, por si suena la flauta y también le puede servir
a quien me escucha y por sobre todo, mostrarle todo mi apoyo. Me suelen decir que "les doy paz" y ese, es uno de los mejores piropos que alguien puede utilizar hacia otra persona.
Escuchar es sumamente importante y necesario. Arregla muchas
situaciones por simple que parezca. La mayoría de las personas solo necesitan
verbalizar lo que les sucede y desahogarse, que alguien les preste atención por
un momento. Ese solo hecho, propicia que se sientan bien de forma inmediata.
Ser comprendido por el otro, da sanación emocional.
Es un absoluto honor que alguien deposite su confianza y
acuda a mí. Que se muestren vulnerables conmigo, es un auténtico privilegio que
valoro y cuido como oro en paño. No hay nada más bonito, ni más humano. La
maravillosa Madre Teresa de Calcuta, por la que tengo una inmensa admiración y es una de mis fuentes de inspiración,
decía una frase que a mí me gusta llevar a la práctica: “Si no vives para
servir, no sirves para vivir”.
En ocasiones me hace plantearme seriamente si debiera ser psicóloga,
porque a veces no doy abasto con las solicitudes de ayuda… Creo que escuchar es
uno de mis superpoderes. ¿Cuál crees que es el tuyo? Cuando usamos nuestros
dones para beneficio y servicio de los demás, hacemos de este mundo, un sitio
mejor.
Un abracito y gracias por escucharme a mí en este espacio.
Menudas chapas os meto, jeje. Soy tremendamente afortunada.
Beatriz Casaus 2024 ©
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