"Coincidir con una persona, mental y emocionalmente, es una suerte. Es como tropezar con la felicidad". (Walter Riso)
"Por medio del amor, lo amargo se vuelve dulce. Por medio del amor, el cobre se torna oro. Por medio del amor, el dolor se vuelve medicinal." (Rumi)
Yo siempre he sido una persona enamoradiza, de las que se dejan llevar por la fantasía como quien se monta en una nube sin mirar el pronóstico del tiempo. Mi historial sentimental tiene más páginas que un libro de segunda mano, pero la suerte en el amor, aunque he querido mucho… digamos que no siempre estuvo de mi lado. Hasta que apareció él, mi compañero de vida.
Antes de conocernos estaba disfrutando mi soltería y sobrellevando un duelo sentimental después de haber cerrado una ruptura dura que me llevó a dejar Alemania y regresar a España.
En aquel nuevo trabajo, el primer día que recorrí los pasillos, me crucé con un hombre atractivo en la puerta de un despacho. Me miraba mientras hablaba con alguien dentro. Yo, prudente, le saludé y me lancé un aviso interno: “Danger, no vuelvas a enamorarte de alguien del trabajo, que ya sabemos cómo acaba eso…” Pero claro, el Universo tiene sentido del humor y otros planes.
La verdad es que al principio yo le ignoraba y pasaba de él, pero él nunca se rindió. La primera vez que quedamos, entre risas y unas Estrellas Galicia 1906 (mi cerveza favorita, detalle importante), descubrí que a su lado me sentía ligera y en paz, como si nos conociéramos de siempre. Con el tiempo me dijo que le sucedió lo mismo.
Al igual que yo, se había prometido no volver a mezclar trabajo con vida personal por lo complicado que puede resultar. Por su parte, había aprendido del pasado y a hacer las cosas distinto. Sin embargo me confesó que tuvo que desarmar esa promesa. Incluso le comentó a un amigo que, si aquello le funcionaba, se cortaba la coleta. La segunda vez que nos vimos, me besó. Y ahí, sin manual de instrucciones, comenzó la verdadera aventura.
Desde el principio quise empezar con honestidad y coherencia. Para mí compartir tiempo, mente, cuerpo y emociones, es algo sagrado y solo tiene sentido cuando ambas personas se involucran emocionalmente, pero yo aún estaba recomponiéndome, y fue él quien con paciencia logró abrir mi corazón.
Recuerdo perfectamente la primera vez que me tocó el brazo. Una energía indescriptible lo recorrió de arriba abajo y me dejó muda. Me llegó este pensamiento bien claro: "Esto no es de este mundo". Aún lo recuerdo a la perfección. No me había pasado nunca antes algo así. No era atracción física, era otra cosa: como si mi alma le hubiera reconocido. Con el tiempo lo confirmé: este vínculo viene de otras vidas, porque somos almas que caminan juntas a través de diferentes cuerpos.
Desde entonces, hemos vivido el amor más profundo y auténtico que los dos hemos sentido. No todo ha sido de color rosa, también hemos atravesado etapas difíciles, como cualquier pareja honesta que se precie, porque las relaciones no son cuentos de Disney, sino evolutivas, en el sentido de que son caminos de evolución, pero con nosotros la vida decidió fluir y siempre hemos salido más fortalecidos en nuestro vínculo. Nuestro secreto es sencillo, juntos nos lo pasamos genial, nos reímos muchísimo, nos respetamos y apoyamos desde el principio y compartimos un amor genuino que atraviesa mundos y hasta algún que otro lunes gris.
Muchos nos dicen que somos una pareja divertida, que él tiene “carisma” y yo “ángel" (por cierto, me suele decir que soy como un ángel, y eso que me conoce enfadada… pero sobre todo, que no soy como las demás y oye, eso, pues anima). La gente nos suele decir que se nota que nos queremos mucho. Pero la verdad es simple: no somos perfectos, ni lo pretendemos. Lo que hacemos es elegir siempre la alegría antes que el drama, el amor antes que el orgullo, y la complicidad antes que el ego.
Hoy celebramos el día desde que nos cruzamos, y miro atrás con gratitud inmensa. Desde entonces brindamos por todo, literalmente. Lo bueno y lo malo, porque estar juntos ya es motivo de celebración. Hemos construido una vida sencilla y hermosa, con un perro, una cerdita, gallinas, sueños compartidos y un hogar donde siempre hay risas y caricias.
Trece años después seguimos brindando, bailando y soñando. El mundo cambia, pero nosotros seguimos aquí, celebrando la vida y este amor que nos sostiene y nos eleva.
Gracias por elegirme cada día, por enseñarme lo que significa el amor verdadero, por amarme tal cual soy y por dejarme amarte del mismo modo.
Beatriz Casaus 2025 ©