jueves, 23 de octubre de 2025

Perdón es mi palabra favorita


“El que culpa a los demás, tiene un largo camino por recorrer en su viaje. El que se culpa a sí mismo, está a medio camino. El que no culpa a nadie, ha llegado.” (Proverbio chino)

“Vincit qui se vincit” (“Vence el que se vence, o vence aquel que se vence a sí mismo” (Proverbio en latín)

“El guerrero más poderoso es aquel que logra vencerse a sí mismo.” (Nezahualcóyotl)




¿No os pasa también que enseguida reconocéis cuándo una persona es hijo único y cuándo no, o cuando una persona se trabaja a sí misma y cuando no? yo lo cato rápidamente. En general, qué fácil es reconocer a ciertas personas... 

Se distingue fácilmente a quien ha crecido creyéndose el centro, a quien actúa desde el egoísmo, el egocentrismo o incluso el narcisismo. Son los mismos que siempre desvían la responsabilidad, que viven quejándose del otro y que poco se detienen a mirar su parte. Personas sin conciencia del otro, incapaces de ver el impacto que generan más allá de su propio ombligo.

La mayoría de las personas no son autoconscientes y tampoco desean serlo. No quieren saber en qué han hecho daño, cómo están actuando en determinadas situaciones ni qué podrían mejorar. Eso sería un golpe a su ego herido y darle la razón al otro. 

Son ese tipo de personas que necesitan hacer que la otra persona sea “el problema” para no tener que hacerse cargo de la incomodidad de mirarse a sí mismos, si lo es el otro, ellos ya no. 

Vivir así es como vivir en la sombra, proyectando las heridas y sin saber realmente qué está pasando. Hay gente que simplemente no quiere hacerlo. Por eso, tal y como dice el psicólogo Tomás Navarro en su artículo escrito en el periódico ABC, “Algunas personas van al psicólogo porque quien debería hacerlo, no lo ha hecho.”

Cada uno vive su propio proceso, y eso está bien. Hay que respetar los tiempos, los ritmos y la etapa evolutiva de cada quien. Sin embargo, este camino se vuelve más duro para quienes nos damos cuenta, quienes estamos preparados o predispuestos para pedir perdón, para cambiar, para reconocer errores y atravesar nuestros sentimientos. 

Las interacciones son recíprocas, nunca van en una sola dirección. Por eso prefiero hablar de responsabilidad y no de culpa. Ambos lados participan y se influencian recíprocamente. A veces hacemos daño sin darnos cuenta, nadie está exento, no ha tenido una vida perfecta ni libre de heridas ni traumas. Otra cosa es que lo reconozcan. Precisamente por eso es tan importante tomar conciencia. Para no seguir repitiendo lo que alguna vez nos lastimó.

Para la mayoría es más fácil permanecer en el orgullo y evitar el reconocimiento del error. Sin auto observación ni autocrítica no llegaremos lejos. Así, huyen de la responsabilidad, sostienen sus patrones y su necesidad de control. Viven sin responsabilidad afectiva, exigiendo a los demás lo que no encuentran dentro, convencidos de que el mundo les debe algo. La culpa siempre es del otro. La victimización se convierte en refugio. Y entonces usan el archiconocido “es que tú me hiciste”...

En vez de observarse y hacer autocrítica, se esconden de su vulnerabilidad. Su ego les impide colocarse al mismo nivel humano que los demás, porque necesitan sentirse por encima. Prefieren permanecer en la sombra antes que limpiarla. Y desde ahí, viven en su herida narcisista.

En serio, qué difícil es encontrarse a personas comprometidas con su propia evolución y qué fácil es encontrarse a personas que no hacen examen de conciencia. Las consultas de psicólogos están llenas de aquellos que sufren a los que no se trabajan y que son, paradójicamente, los que precisamente más necesitan terapia. 

Rodearse de personas que se hacen cargo y que piden perdón es sencillamente maravilloso. Para mí la palabra perdón es una de mis palabras favoritas y no me canso de usarla las veces que haga falta, con total honestidad al decirla. La verdadera fortaleza está en quienes reconocen su sombra y heridas y deciden hacer el trabajo. Esa es la gente que sana. 

A continuación un escrito que va sobre esto. Y un poema sobre el perdón. 

Un abrazo.


Los que no miran


Hay quienes caminan por la vida, sin mirarse nunca dentro, con el pecho hueco y el dedo siempre apuntando afuera… 

Se creen el centro del mapa, como si el mundo fuese un espejo que solo refleja su sombra. Sin escuchar. Sin sentir. Sin detenerse. 

Desvían la culpa como quien patea una piedra en el camino, incapaces de sostener el peso de su propio error. 

Viven sin conciencia del otro. 

Sin temblar ante el daño que provocan. 

Sin abrir la grieta necesaria por donde entra la responsabilidad. 

No solo respirar es una responsabilidad. También lo es cómo tratamos a los demás. 

Yo ya los reconozco a distancia. La edad otorga esa especial clarividencia. 

Sin embargo, yo sigo mi camino, porque mi batalla es conmigo. No estoy en contra de nadie. 

Mi lucha personal es con mi sombra, con mis huesos, con mis sentimientos. 

Prefiero la herida consciente a la paz de los dormidos. 

Prefiero quitarme la china del zapato a seguir andando con ella. 

Prefiero arder durante un tiempo antes que permanecer intacta y vacía.

Ser obcecada pensando que tengo la razón. ¡Eureka! resulta que la mayoría de las veces, no la tengo. 

 Prefiero ser capaz de reconocerme como parte del daño y no solo la víctima. 

Yo también he hecho daño. Y me he hecho daño. No me siento orgullosa de ello. 

Prefiero verme con la misma claridad con la que veo a los demás. 

Elijo seguir viendo, aunque duela, para no convertirme en lo que me hirió. 


Beatriz Casaus 2025 ©



Perdón es mi palabra favorita


¿Lo escucháis? 

Ese susurro que llega cuando el silencio 

se instala en una palabra 

y termina habitándola.


El silencio es mi conversación favorita. 

Y el perdón,

mi palabra favorita. 

Pocos la pronuncian 

dejándose derretir en su significado.

A mí, cuando la digo,

se me ensancha el pecho

y estoy segura que el corazón 

se hace más grande. 

Caen las máscaras,

y solo queda lo genuino. 


Quisiera llevarla pegada a los labios,

para que mi boca la pronuncie

sin miedo

ni orgullo.


Qué ingenuo el que cree 

que no hace falta decirla,

si es la única palabra 

capaz de acercar orillas,

tender puentes, 

curar distancias,

sanar…

conceder al ser humano

su acto más sublime:

Perdonar. 


El perdón nos abre,

nos ensancha,

y finalmente

nos devuelve a la paz.




Beatriz Casaus 2025 ©




jueves, 9 de octubre de 2025

Y sin embargo, fuimos

 “No eran amantes, no eran novios y tal vez no eran amigos. Pero siempre fueron el uno para el otro.” (Mario Benedetti)

“Nadie podría llegar a ti, excepto aquel que lleve en su alma, algo de la tuya.” (Rumi)

“¿Quién, siendo amado, es pobre?” (Oscar Wilde)


Estamos en el mes de Libra, y este es mi particular homenaje a su energía. La conozco bien, porque tengo el ascendente ahí, en conjunción con mi Venus, que también se encuentra en Libra, aunque escondido en la misteriosa casa XII. 

Esa influencia de la casa XII tiñe su energía con una especial inclinación hacia las personas que sufren, la espiritualidad, la sensibilidad, la atracción hacia lo invisible, la compasión, la intuición... En mí, Libra se vive con profundidad, con alma y con una estética que trasciende lo meramente físico, pues la belleza interior es la que de verdad cuenta. Tanto, que me inclino a rodearme de personas que tienen buen corazón porque lo que más valoro es la bondad.  

Libra, por naturaleza, es el signo que rige la justicia y el equilibrio. Su símbolo es literalmente una balanza (y no por casualidad). Por eso se les reconoce por su búsqueda de lo justo, el término medio y su eterna indecisión. Antes de tomar una decisión, Libra pesa todas las opciones, consulta con sus seres queridos pidiéndoles consejo y finalmente decide… aunque siga dudando. 

Su elemento es el aire, por eso son grandes conversadores y tienen don de gentes. Les encanta socializar, suelen ser encantadores y se desarrollan muy bien en el mundo de las ideas y la palabra. Necesitan estímulos intelectuales para estar satisfechos en sus relaciones. Este signo también gobierna la diplomacia, la armonía y se les reconoce por ser los mejores anfitriones. Al ser un signo cardinal, quiere decir que inician las estaciones del año, en su caso el otoño en el hemisferio norte, suelen ser iniciadores, líderes, aunque en ocasiones pueden ser mandones.

Está regido por el planeta Venus, de ahí que rija la belleza, el arte, la estética, la elegancia y el buen gusto. Tienen un sentido innato del estilo, así como de cuidar la imagen. En mi caso, no solo cuido la mía, sino también la de los demás. Soy, sin quererlo, personal shopper, estilista, y asesora de imagen de mi pareja, de mi hermana y de alguna amiga que se ha dejado convencer. Me fascina hacerle un glow up a la gente. Ver cómo se transforman cuando descubren su mejor versión y ganan confianza. Adoro ver a la gente bella. Más bella aún de lo que ya es.

Sin embargo, como tengo Luna en Aries, me gusta ser autosuficiente e independiente, por eso aprendí a maquillarme, peinarme y vestirme por mi cuenta, porque eso de depender de alguien… ni para el delineado perfecto. 

Ahora bien, toda luz tiene su sombra, y Libra no se libra (valga el juego de palabras). Su parte menos luminosa puede caer en la superficialidad, en el interés, en el deseo constante de agradar y complacer o en la tendencia a perderse en el otro. Libra es el signo del matrimonio, de las relaciones, de los acuerdos y del “tú”, mientras que su opuesto, Aries, que representa el “yo” es su perfecto complementario. Por eso, Libra busca el equilibrio entre ambos, no olvidarse de sí mismo mientras busca la armonía con los demás.

También hay que decirlo y os voy avisando que Libra tiene fama de coqueto y vanidoso. Le encanta el flirteo y el arte de la conquista en el amor. Muchos incluso, la consideramos la energía más infiel del zodiaco. No tiene por qué ser todos los que tienen el Sol en Libra, pero quizá sí algún emplazamiento o varios en este signo o la casa VII. Y sí, suelen ser grandes amantes. No hay más que mirar a Julio Iglesias (Libra de pura cepa) para entender de qué energía estamos hablando.

En su versión más elevada, Libra encarna la paz. Un ejemplo de ello es Gandhi, un Libra puro quien con su movimiento pacifista de la “no violencia”, consiguió la independencia de su país, la India, sobre Inglaterra. Otro ejemplo de la energía elevada de Libra fue John Lennon, quien personificó la belleza del arte a través de la música, siendo el autor del gran “Imagine”. Lennon, soñaba con un mundo mejor y lo defendía a través de sus ideales. Como era un típico Libra, experimentó su particular simbiosis con el otro, mediante el amor que le profesó a Yoko Ono (Acuario, ambos tremendamente compatibles),  ya que Libra no concibe la vida sin el amor de pareja. También Oscar Wilde, encarnó a la perfección la energía Libra, a través de la escritura, el teatro y la poesía. Aquí en España, Antonio Gala sería un digno representante de lo mismo.

Como me gusta aclarar siempre, hay que señalar que no todos los nativos del signo tienen las características que he descrito, pues habría que mirar todo el compendio de su carta astral en conjunto. Solo me he enfocado en la energía o el arquetipo a rasgos generales. Así que quedémonos con su luz y celebremos este mes con equilibrio, amor, elegancia y mucho arte. Es un buen momento para socializar y disfrutar de la vida. Toda energía venusiana habla mucho del disfrute y el goce. Así que, a disfrutar, pero no solo este mes... sino hoy y siempre.

A continuación, os dejo con un poema mío que trata sobre esos amores que no se vivieron. Es la historia de una conexión invisible, que trasciende las circunstancias. Un homenaje a lo que fue sin ser, y sin embargo… fue.

¡Un abrazo!

A 183cm del suelo (10 cm de tacón incluidos)

Y sin embargo, fuimos


Se detiene
una grieta en el tiempo,
escondida en el ombligo
de la horizontalidad de la noche.

Se te quedó un suspiro aquí,
entre tu pecho y el mío,
y aún lo albergo en la garganta.
Parece que quiere salir
como gemido,
y sin embargo, es un poema.

No se le puede llamar amor
a lo que llega demasiado pronto,
o demasiado tarde,
pero sin embargo, lo es.

Fuiste cómplice de mi silencio;

hasta el aire se quedó quieto

al mirarte.

Hubo algo sagrado en ese instante inerte,

fuimos náufragos en el otro

para no rompernos.

No fuimos,

y sin embargo, fuimos. 

Los buenos corazones se van sin molestar.
Se disuelven con la misma suavidad
con la que llegaron.
Llevan intacto el amor que trajeron
para esparcirlo
en otros campos más fértiles.
No reconocieron su amor,
y sin embargo, amaron.

Hay una geometría del alma
para que dos personas se conozcan
por aparente azar,
una trama invisible
que nos teje antes de sabernos.
Y sin embargo, ya nos conocíamos.

Hay también un calendario secreto,
revelado solo a los que sienten,
para sorprender a los incrédulos,
a aquellos que parecen no estar listos,
y sin embargo, lo están.

Estás en un punto de no retorno.
No alcanzo a mantenerte en mi memoria;
prefiero no recordarte si vas a doler.
Mejor, duele donde se te vea,
para que el viento mueva tus palabras perdidas,
a ver si otros las encuentran
y entienden que, sin embargo, yo las guardé.

No hicimos camino juntos

pero el deseo llegó igual,

atravesó nuestros cuerpos

sin saber juntar los pies.

No andamos,

pero sin embargo, llegamos. 

Te escondes
en las profundidades de un reloj
que no solo cuenta las horas,
sino los momentos que no fueron
y, aun así, existen.

Hay que ser muy cobarde
para no esperarte más,
y muy valiente para hacerlo.
No es de héroes marcharse,
pero sin embargo, me fui.

Perdí la escalera
que subía a tu casa;
la dibujé sobre un árbol sin ramas.
No me sé tu danza desnuda,
y sin embargo, la bailo.

Y aunque el tiempo se rinda
y la vida siga su guión sin pausa,
sé que hay algo en ti que aún me llama,
y sin embargo, no iré.

Lo que no pudo ser,

sin embargo,  


                          fue. 



Beatriz Casaus 2025 ©







martes, 7 de octubre de 2025

Surfear las emociones

“En nosotros existe un río de sentimiento en el que cada gota de agua es un sentimiento diferente y en el que cada sentimiento necesita de todos los demás para existir. Para observarlo, basta con sentarnos a la orilla del río e identificar cada sentimiento a medida que sale a la superficie, avanza con la corriente y desaparece.” (Thich Nhat Hahn)



Hoy es luna llena, y como toda luna llena que se precie, es un día que intensifica las emociones. Hay mucha carga emocional en el ambiente y estamos más sensibles; algunos incluso pueden sentirse desbordados. Lo mejor, entonces, no es rechazar las emociones, sino abrazarlas y aceptarlas. Resistirse solo genera más conflicto. Rechazar una emoción la convierte en un catalizador que desestabiliza aún más.

Las emociones, como muestra la fotografía que acompaña este texto, pueden parecerse a las olas. Quiero utilizar este símil para hacerme entender. Algunas emociones son pequeñas, apenas un leve chapoteo en los tobillos, pero otras, pueden llegar con la fuerza de un tsunami. Sin embargo, el problema no es la ola en sí, sino que muchas veces creemos que somos la ola. Nos identificamos tanto con el miedo, la rabia, la tristeza o incluso con la alegría, que olvidamos que en realidad somos el océano completo: un océano infinito, eterno, que simplemente permite que las olas aparezcan, se eleven, rompan y vuelvan a disolverse.

Cuando nos creemos la ola, sufrimos. Nos enredamos en pensamientos saboteadores e incluso autodestructivos. Pero cuando recordamos que solo estamos experimentando una emoción, como quien observa una nube pasar o escucha una canción que tarde o temprano termina, la percepción cambia. Dejamos de luchar contra ella y, en su lugar, sacamos nuestra tabla de surf interior.

Surfear las emociones no significa ignorarlas ni reprimirlas, sino que implica observarlas, transitarlas y permitir que pasen, montándonos en ellas con la conciencia de que, aunque parezcan gigantescas, ninguna dura para siempre. Y al otro lado, siempre nos espera la calma del mar abierto. La clave está en recordar que tú no eres la emoción que estás transitando. Tú eres ese ser eterno que observa. Eres el surfista, no la ola. 

El ser humano no es solo racional, también es profundamente emocional. Nuestra naturaleza está regida por un intelecto y por un cuerpo emocional con el que aprendemos a navegar cada día. Sin embargo, hemos aprendido a esconder nuestras emociones porque se considera que es mejor ser fríos y racionales, pero esa represión interna puede derivar en enfermedades. De hecho, hay estudios que demuestran que gran parte de las dolencias físicas tienen su origen en conflictos emocionales no resueltos. Así lo sostiene, por ejemplo, la medicina germánica. 

También, el doctor Mario Alonso Puig, de quien soy admiradora, explica que las emociones negativas, como el estrés, la ira o el miedo, pueden provocar enfermedades al desencadenar procesos bioquímicos que dañan el cuerpo, mientras que las emociones positivas, como la alegría o la compasión, lo protegen. Según él, las emociones incluso pueden modular los genes. Es decir, las emociones pueden determinar nuestra salud en última instancia. Por lo que para cuidarse, también hemos de cuidar aquello que pensamos y sentimos. 

Yo me considero una persona PAS (Persona Altamente Sensible) y os aseguro que transitar por un mundo como este, con el grado de sensibilidad que albergamos las personas como yo, es un auténtico reto. Sin embargo, he aprendido varios trucos a base de mucho esfuerzo, autoconocimiento y aprendizaje que me han ayudado bastante. Lo más importante es dejarse sentir. No hay que forzarse a no sentir lo que se sienta. Si estás atravesando un duelo, una decepción, tristeza, rabia o cualquier otra emoción, permítete sentirla. Todo aquello que negamos se vuelve más fuerte.

Al permitirnos sentir, somos capaces de transitar las aguas profundas de las emociones con un chaleco salvavidas: ese conocimiento de saber que nosotros no somos ese sentimiento que estamos experimentando, sino que simplemente lo estamos atravesando. Si adoptamos esa perspectiva de observador, dejamos de identificarnos con nuestras emociones.

Es cierto que cada persona tiene una personalidad distinta, y que algunas sienten las cosas de manera más intensa o diferente que otras. Hay quienes se acercan más a emociones como la ira, la rabia o la tristeza, por ejemplo. Pero si esa persona toma consciencia de que no es su tendencia emocional, en ese instante deja de estar dominada por ella. Siempre que nos hacemos conscientes de nuestros propios patrones, nos volvemos más poderosos, porque de algún modo los sanamos. Somos espectadores de nuestras emociones, las transitamos para poder trascenderlas.

Otro truco que intento utilizar es darme cuenta de que, según lo que pienso, genero unas emociones u otras. Si pienso en cosas positivas, me sentiré mejor; si pienso en algo negativo, me sentiré peor. En última instancia, todo pensamiento es solo eso: un pensamiento. Hay personas que tienden a pensamientos muy negativos, y cuando se dan cuenta de este simple pero revelador detalle, su vida cambia. Si alguien tiene un pensamiento suicida, por ejemplo, el hecho de comprender que aquello es solo un pensamiento, le aleja del bucle emocional que ese pensamiento conlleva. Darse cuenta de que incluso lo peor que podamos llegar a pensar es únicamente un pensamiento, le resta carga emocional y nos devuelve la calma.

En fin, somos seres humanos, no hacedores humanos. Y como tales, nuestra esencia es ser, y para ser, hay que permitirse sentir. En ese ser también habitan las emociones. Aprender a vivir con ellas, tomarlas de la mano y aceptarlas, nos vuelve más conscientes. Elegir deliberadamente albergar una mayor cantidad de emociones positivas, como el amor, la amistad, la paz, la alegría, la compasión o la empatía, nos hace sentir mejor, y en definitiva, nos permite llevar una vida más armónica, tanto para nosotros mismos como para quienes nos rodean.

Al final, la vida no se trata de evitar las olas, sino de aprender a surfearlas.


Beatriz Casaus 2025 ©