“Sé el observador silencioso de tus pensamientos y comportamiento. Estás debajo del pensador. Eres la quietud bajo el ruido mental. Eres el amor y la alegría debajo del dolor.” (Eckhart Tolle)
Eso conlleva una responsabilidad, pues todo lo que haces a los demás en realidad te lo haces a ti. No somos individuos separados unos de otros. No somos nada sin los demás. Somos unidad.
Aunque este mundo se esfuerce tanto en demostrarnos lo contrario, por eso es tan importante la labor de las personas espirituales, porque nos lo recuerdan. Nos recuerdan nuestra verdadera naturaleza, más allá del cuerpo físico que nos permite transitar por esta realidad.
María Teresa de Calcuta solía decir, que “en el nivel del espíritu, todos somos hermanos”. Hay que tener un gran nivel de conciencia para llevar a la práctica esa frase, pero es una auténtica maravilla.
Las personas espirituales o con alta inteligencia espiritual y emocional, no solo leen palabras. Leen estados de ánimo, leen silencios, energía, vibraciones, lenguaje corporal.
Sus sentidos no les fallan porque hacen caso al mayor de ellos que es su intuición. Puede que no digan mucho, pero se dan cuenta de todo. Perciben las conexiones falsas y las verdaderas intenciones. Así como la pureza en las acciones y el corazón de los demás.
No les interesa la vida de nadie, no hablan de los demás y no chismean. No juzgan.
Atraen y agradan a los niños y animales, se encuentran cómodos en su compañía.
Son conscientes de que todo lo que sucede es un reflejo nuestro. Una especie de espejo de lo que tenemos en el corazón.
Los extraños confían en ellas. Las personas les ven como confidentes y les cuentan sus preocupaciones o problemas.
Suelen atraer miradas sin importar su apariencia. Les miran de arriba a abajo. Irritan a personas tóxicas o negativas. Despiertan envidias.
La gente compite con ellos sin motivo aparente. Les copian su ropa, forma de vestir, de hablar, de ser, de moverse, de expresarse… generan controversia y admiración al mismo tiempo.
Necesitan tiempo a solas para nutrirse de su vida interior. El aislamiento es su forma de cuidado personal.
Conectan con su lado oscuro y no lo esconden o ignoran, sino que lo integran. Se dejan sentir pero sin sentirse identificados. Transitan los sentimientos desde la observación. Y así, no les controlan.
Se dieron cuenta hace mucho que la salud es una forma de vida. Que el sol, el amor, la sinceridad, la naturaleza, curan.
Son empáticas, emocionales y altamente sensibles. Siempre digo que la sensibilidad es la tecnología sagrada.
A veces, tienen sueños premonitorios, saben las cosas antes de que sucedan, piensan en alguien y automáticamente aparece esa persona.
Conectan con el reino de lo invisible y lo traen a la forma de diversos modos ya sea a través del arte o de viva voz.
Tienen experiencias paranormales desde pequeños. Tienen su despertar espiritual de una forma profunda y ello les lleva a una búsqueda a lo largo de toda su vida que nunca cesa de la verdad y a una sed perpetua de conocimiento para alcanzar sabiduría.
Su sola presencia arregla situaciones de conflicto y generan paz donde estén.
No siguen ningún credo religioso, su religión es la amabilidad y el buen trato a los demás.
Son honestos y como están en coherencia con sus sentimientos, se alejan de situaciones o personas que no les agradan. Con respeto pero con distancia. Primero se respetan a ellos mismos.
Si te encuentras con uno de ellos, déjale ser, porque no es fácil ser así en un mundo tan materialista y si eres uno de ellos… ¡enhorabuena!, el mundo te necesita. No tengas miedo de ser quién y cómo eres.
“What the world, needs now…it´s love, sweet love (...)”
Beatriz Casaus 2025 ©