Porque te tengo y no porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque la noche pase y yo te tenga y no.
Debo confesar que cuando salí de la sala de cine lo hice un poco aturdida. Acostumbrada a ver cine convencional, como una narración de historias con una línea narrativa central enmarcada en un espacio-tiempo, mi cerebro aún no asimilaba muy bien lo que acababa de ver. Pero es ahora, dos días después cuando me doy cuenta de la belleza y el arte sublime que envuelve a la película. ¡Arte en estado puro!. Terrence Malick, el director y guionista de la cinta es un hombre enigmático que no concede entrevistas públicas, así que yo como soy muy curiosa me puse a investigar sobre su vida. Resulta que esta película es una pequeña autobiografía de la propia vida del director quien siendo joven perdió a su hermano menor y se sentía de algún modo culpable por ello. Una descarga emocional del propio Malick. Quizás Sean Penn sea su alter-ego, un hombre con un trabajo de buena posición pero infeliz en cuanto a su existencia. Las voces en off salen de la conciencia de los personajes y hay una evocación continua al sentido de nuestras vidas y la búsqueda de Dios. ¿Quiénes somos?¿Qué sentido tenemos?¿Dónde vamos?¿Qué papel jugamos en el universo? Cada vez que pienso más en la película me gusta más y me siento más identificada. ¡Es como ir a ver un poema del gran Walt Whitman en imágenes!. Desde luego, es una apuesta innovadora de cine en el que no se concibe como una narración clásica, sino como todo un empape de sensaciones y significado trascendental. ¡Me encanta! Sobre la técnica, me apasionaron los planos contrapicados y picados. Malick utilizó mucha cámara en mano para hacer más íntimas las escenas con los protagonistas, y las imágenes de la naturaleza son prácticamente como estar viendo el poema “Hojas de hierva” de Whitman. Belleza pura y dura. Deja un sabor dulce de boca porque habla del perdón como la única forma de amar.
Esta película es una nueva concepción de cine que no a todo el mundo le va a gustar (algunos incluso abandonarán la sala) porque no es una película para ver un viernes por la noche con amigos y luego salir de copas.
Siento una gran empatía por Terrence Malick después de ver este largometraje, es posible incluso que si yo filmara una película, fuera parecida a ésta...me quito el sombrero ante la valentía de este hombre por rodar una película así en todos los sentidos.
Hoy es la víspera del 15-O, fecha en la que se ha convocado a los ciudadanos a que se manifiesten pacíficamente por un cambio global y alzando la voz ante la situación actual del mundo. Igual que se unen los depredadores del sistema financiero y se coordinan las estrategias de quienes controlan la política, así tendremos que unirnos las personas para alzar la voz por nuestros derechos. Para quien le interese, os adjunto un vídeo del escritor Pedro Olallaexplicando el otro lado de la crisis de Grecia y advirtiéndonos sobre el peligro mundial de que el control finaciero se haga cargo del control político, de cómo somos esclavos de los magnates del dinero, de que la crisis es un ataque organizado y la deuda un arma de sometimiento que nos afecta a todos. Merece la pena verlo y reflexionar sobre su llamamiento a ser disidentes. También os dejo el texto del vídeo. ¡Abrazos!
"En los últimos tiempos, el discurso político y mediático en España y en otros países europeos ha sido decir en tono de alivio: “que nosotros no somos Grecia”. Que nuestra cuenta de resultados es mejor, que los griegos en el fondo se merecen lo que ahora les pasa por ser vagos, rebeldes, propensos a huelgas y manifestaciones. Esperemos que ahora que la marea ha llegado a España y a otras latitudes, ahora que comienzan a recortarse allí sueldos, pensiones, derechos, prestaciones... los españoles y los europeos sopesen mejor su juicio sobre Grecia y tomen consciencia de la verdadera naturaleza de la situación que nos amenaza a todos y de su verdadero alcance. ¿Qué es lo que está pasando? En términos históricos lo que está pasando es que quienes controlan en el mundo el poder financiero se están haciendo con el poder político a través de la creación y explotación de la deuda. Y que lo están haciendo con la convivencia de nuestros gobernantes y ante la incapacidad de una reacción organizada de los ciudadanos. Por eso, el problema de Grecia, no es un problema de carácter local. Es la cara visible en Europa de una tragedia que nos afecta a todos. El progresivo desmantelamiento del estado y la democracia por parte de los agentes de la globalización económica. Lo que está pasando es muy grave, porque cuando las fuerzas económicas y financieras hayan conquistado por completo el poder político, desaparecerá la política como ejercicio de soberanía. La democracia será solo una grotesca quimera. Y gobierne quien gobierne, seremos todos esclavos de un puñado de magnates del dinero.
Resistir como ciudadanos frente este proceso, es el sentido profundo de todas las movilizaciones que desde hace año y medio aprox. ocupan día a día a gran parte de los griegos. El pueblo griego está dispuesto a hacer sacrificios, y muchos, pero poco a poco se está dando cuenta de que todos los sacrificios que se le exigen y se le imponen no van encaminados a acabar con un sistema perverso sino a alimentarlo y perpetuarlo. ¿Por qué? porque el plan de rescate organizado por el núcleo duro de la UE y el FMI que se nos impone como única y desesperada solución ante una bancarrota segura, es un plan diseñado para salvaguardar el beneficio de los especuladores, para minimizar sus riesgos y para abrirles el camino a apropiarse de la riqueza nacional. No es un plan para aliviar la situación del país, ni para generar desarrollo, ni para redistribuir más justamente la riqueza de todos. Al contrario, es un plan para que injustamente la riqueza de todos siga fluyendo cada vez hacia menos manos. Seamos claros. Lo que se nos presenta como crisis es en realidad un ataque económico organizado, y lo que se nos presenta como deuda, es un producto cuidadosamente diseñado como arma de sometimiento que da continuidad al colonialismo y perpetúa la misma violencia. Uno de cada 5 dólares de la deuda mundial se lo debemos al FMI y al banco mundial. Para quien tenga nociones de historia contemporánea, las prácticas de estas instituciones son de sobra conocidas en los países donde han operado hasta el momento. Si no, que se lo pregunten a Latino- América, África subsahariana, El Magreb, y países del sudeste asiático o a todos los del llamado “Tercer mundo”, que durante las últimas décadas, viven desangrados por un proceso creciente de acumulación de deuda. Mientras pagan por ello al primer mundo, siete veces más de lo que reciben en concepto de ayuda al desarrollo. Estas instituciones actúan como intermediarias financieras haciendo que a través de sus créditos, los inversores tengan mayor garantía de cobro frente a los países en los que invierten. La razón de los inversores es cobrar, pero como inversores privados no tienen ninguna garantía de que los países en los que invierten produzcan los esperados beneficios. Están sujetos al riesgo de la apuesta, y su derecho al cobro se limita a una parte de los beneficios y nunca, claro está, a una parte del patrimonio del país en el que invierten. Así pues, para cobrar con garantías, su objetivo es introducir en el país un agente de cobro capaz de transformar la especulación privada en deuda pública en su país. Esto es lo que hace la fundación del Fondo Monetario Internacional desde su creación. Para conseguir esto, hay que conseguir la convivencia de determinados políticos. Y esto es lo que han conseguido en Grecia. Ahora, gracias al efecto conversor del FMI, Grecia ya no le debe dinero a los especuladores privados directamente sino a otros estados, lo que hace el pago más complicado. Ahora hay que responder a esta dudosa deuda con el sudor de los contribuyentes, y lo que es más atractivo para los inversores, con la riqueza nacional que el propio gobierno se ha encargado de comprometer como aval más allá de lo recomendable del texto de los protocolos que hace poco acaban de firmar. Vamos a ver: ¿es Grecia el país más endeudado de Europa o del mundo como quieren hacernos creer desde hace tiempo? por supuesto que no. En deuda externa en millones de dólares ocupa el puesto 18, en deuda externa con relación al PIB ocupa el puesto 9. En deuda per cápita, ocupa el puesto 15, bien por detrás de Francia, Alemania, Inglaterra y Suiza, incluso bien distanciado de España. Tampoco ocupa el primer puesto en términos de deuda en cuanto endeudamiento privado, en cuanto a gasto público ni siquiera en cuanto a número de funcionarios. Eso sí, es el país de Europa con más alto índice de precios al consumo en artículos de primera necesidad y la mayoría de los griegos lleva mucho tiempo teniendo que recurrir a la familia, al pluriempleo y al trabajo precario para poder llegar a fin de mes. ¿Qué es entonces esa deuda? Esa deuda, en nombre de lo cual Grecia está siendo obligada a pagar el mayor préstamo de la historia de la humanidad, es en un 90% bonos del estado. Y los bonos del estado no son exactamente deuda, son mecanismos de inversión, libremente negociables en el mercado de valores. Es decir, apuestas con dinero en las que se puede ganar o perder y en esto hay una gran diferencia. Actualmente, el capital que se mueve en el mercado de préstamos a nivel mundial es de mil millones de dólares, mientras que la producción anual del planeta es de solo 57. Esta abismal diferencia es lo que explica la causa del endeudamiento. La causa no radica en el déficit real, sino en la necesidad de los 1600 inversores tienen que explotar el capital. En las últimas décadas, económicamente hablando, hemos construido un mundo que no es solo es injusto sino absolutamente absurdo. Sin embargo, parece que hay que hacer todo lo posible para que este sistema no se venga abajo. Así, sin ir más lejos, hace justo dos años, Grecia, rescató a los bancos con 70.000 millones de euros de los contribuyentes, dicen que para evitar desastres mayores. Y ahora, hay que rescatar también al sector financiero, nuevamente con el dinero de los impuestos de los contribuyentes. Mientras tanto, (atención) el 50% del dinero que se mueve en el mundo, lo hace a través de compañías offshore creadas en paraísos fiscales para evadir impuestos y para mantener el total anonimato de sus propietarios. Solo en Grecia operan más de 4.000 offshores y en los últimos diez años se han fundado en el mundo, más de 1.000.000 de estas empresas, inventadas por los especuladores anglosajones. Al pueblo griego, siguiendo los dictados de la Comisión europea, del Banco Central y el FMI, se le suben los impuestos, se le recortan los sueldos, se les expulsa del trabajo, se le arrebatan sus necesidades sanitarias y sociales, se le impone la privatización de sus empresas estatales, se le obliga a poner en manos de inversores extranjeros la riqueza nacional de su país, se le fuerza a comprar armamento a sus acreedores y se le pide encima que pague “tasas solidarias”. Mientras, se está subvencionando a los bancos y ni siquiera se plantea la imposición de una mínima tasa del 0,1% sobre las transacciones financieras internacionales. Una tasa con la que podrían recaudarse anualmente más de 600.000 millones de euros, más de la supuesta deuda de Grecia, sin tocar el bolsillo de los contribuyentes ni el hambre de los pobres. Peroesto no se hace, debe de ser inmoral. Mientras el mundo funcione así, ni los políticos ni los financieros tienen autoridad moral para imponer los sacrificios que plantean. ¿Qué podría hacerse? Me diréis. ¿Qué es lo que no se hace? Ante todo, llamar a la ciudadanía europea, (si es que existe), en Grecia, en España, en otros países europeos es hacer frente común contra el abuso. Exigir a los gobiernos que frenen a los especuladores o que se vayan a casa, que obliguen a los inversores a asumir el riesgo de sus descabelladas operaciones en vez de acudir en su auxilio con el dinero público cada vez que sea necesario para que siempre salgan ganando. Hay que pedirles que gobiernen en definitiva para el pueblo que les confía el poder y no para sus propios intereses. En el caso de Grecia, la ciudadanía europea debe apoyarla a negarse al reconocimiento de esa deuda. Cualquier plan de renegociación de la deuda será para terminar en quiebra y sometidos a las condiciones de los prestamistas. Todos, no solo Grecia. El camino del endeudamiento es un pozo sin fondo, como ya ha demostrado en repetidas veces. Así pues, hay que exigir que cambie la práctica política actual. Hay que detener de inmediato el pago de deuda. Hay que esclarecer el origen y naturaleza de esa deuda. Ver si hay culpables de delito entre los responsables del endeudamiento determinando en precisión qué parte de esa abultada cantidad no es sino una deuda odiosa contraída contra los intereses de la población de un país con el completo conocimiento del acreedor de acuerdo como Estados Unidos definió este concepto, lo acuñó en su propio beneficio tras la guerra con España por la independencia de Cuba. Una vez esclarecido todo esto, una vez castigados los culpables, se decidirá entonces con serenidad y con justicia, por medio de qué préstamos y de qué medidas habrá que hacer frente a la deuda legítima. El déficit real del país en la última década, es solo un 4% de esa supuesta deuda. Una de esas medidas, por ejemplo, podría ser reclamar contundentemente las indemnizaciones de guerra que Alemania fue obligada a pagar a Grecia tras el final de la II G.M.pese a la ocupación militar, las deportaciones masivas a los campos de exterminio, y a los más de un 1.000.000 de muertos que aún no han sido satisfechas. Otras medidas, más económicas y menos históricas, serían para empezar prohibir la operación de empresas offshore en suelo griego, bloqueando sus bienes y obligando a sus accionistas anónimos a identificarse y a tributar para poder desbloquear su propiedad. Es probable que la mayoría no se atreviera a dar la cara. También habría que exigir a los bancos que devolvieran sus rescates, habría que imponer tasas sobre las transacciones financieras internacionales, tasas justas sobre los vergonzosos depósitos en Suiza y en otros paraísos fiscales. Toda una serie de medidas tributarias para evitar el verdadero fraude, que es el que se produce a través de la banca, de las bolsa y de los offshore. Junto a todo esto, habría que replantear la propia relación con la UE con una moneda, el euro, que está diseñada con criterios neoliberales para la conveniencia prioritaria de Alemania, y otros socios. Si no reconocemos la deuda nos expulsarán de los mercados de un tiempo, nos boicotearán en lo posible, pero también nos ahorraremos el dinero de la especulación con los bonos, salvaremos gran parte de la riqueza nacional. Solo los intereses de los bonos para el año en curso son de 16.000 millones, lo mismo que se dedica en Grecia a la educación y a la sanidad. Si no reconocemos la deuda, en vez de alimentar la especulación, podremos hacer frente al déficit. Podremos respaldar la economía real del país, aliviar la presión sobre los ciudadanos, revitalizar el comercio, fomentar el ahorro. Sobre todo, nuestro sacrificio sí será entonces para echar abajo un sistema injusto y construir algo mejor. Y ahora, viniendo estas palabras desde Atenas, es cuando deseo pediros algo importante: que ante los abusos de la globalización económica, ayudéis a globalizar también la resistencia. La sociedad europea está muy dormida y acomodada en la gestión política de sus deficientes democracias. Sin embargo, necesita con urgencia hacerse progresista en sus convicciones y reaccionar con decisión ante los nuevos golpistas. Combatir con eficacia la injusticia y la ignorancia en vez de encubrirlas o favorecerlas de acuerdo con los oscuros intereses. Y esto debe hacerlo por el bien de todos, porque quienes disfrutamos más que otros de la libertad, del bienestar, de la cultura, tenemos esa deuda moral con el resto la humanidad.Sí, reconozco que soy anti-sistema, porque no entiendo como en un mundo en el que 50 empresas acumulan mayor riqueza que 100 países, alguien solidario puede seguir siendo pro-sistema. En los tiempos que vivimos, nuestro sistema necesita, más que nunca, disidentes: gente dispuesta a pensar alto, a sentir hondo y a hablar claro. Un abrazo muy fuerte desde Grecia".
Una breve historia del autor OSHO sacada de su libro: “Coraje, la alegría de vivir peligrosamente” dice así:
“Un hombre que caminaba por la noche se resbaló de una roca. Creyendo que podía caerse miles de metros porque sabía que había un profundo valle, se agarró a una rama que colgaba encima de la roca. Lo único que podía ver por la noche es que estaba en un abismo sin fondo. Gritó, un eco respondió a su grito. No había nadie que lo escuchara. Podrás imaginarte la noche de tortura que pasó este hombre. La muerte estaba al acecho a cada momento, sus manos se estaban enfriando, perdía la sujeción, y cuando empezó a salir el sol, miró hacia abajo asombrado y se rió. No había ningún abismo. Diez centímetros más abajo había una roca. Podía haber descansado toda la noche, podría haber dormido bien pues la roca era bastante grande. Sin embargo había pasado una pesadilla de noche. A través de mi experiencia te puedo asegurar que el miedo no tiene más de 10 centímetros. Pero todo depende de ti: puedes agarrarte a una rama y convertir tu vida en una pesadilla, o soltar la rama y valerte por ti mismo. No hay nada que temer”.
El miedo es aquella sensación que nos paraliza en muchas ocasiones de nuestra vida. Mediante esta sensación nos creamos excusas para no hacer lo que realmente queremos y así vivir de forma segura y no arriesgarnos. Nos permite seguir manteniendo el tipo de vida fácil de la que tanto nos quejamos y la consecuencia directa de ello es que no evolucionamos ni crezcamos. Es una energía baja que genera en el individuo un estado en el que no nos sentimos capaces y en el que nos vemos poco valiosos tanto para amar, como para trabajar en lo que nos guste, o en última instancia, para vivir como realmente anhelamos. Nos hace seres vulnerables y manejables, marionetas para una sociedad basada en el miedo ya que, como bien saben los que mueven los hilos, mediante el miedo se nos puede manipular. Olvidamos nuestro verdadero potencial y por ello conviene saber que para vencer el miedo sólo hace falta lo contrario, el amor. El amor que encontramos cuando nos escuchamos en silencio y conectamos con nuestro corazón. Haciendo caso a nuestra intuición, que es la que nos susurra lo que queremos hacer tal y como apuntó Steve Jobs en su memorable discurso en la Universidad de Stanford en 2005: “Tened el valor de seguir vuestro corazón e intuición, porque de alguna manera ya sabéis lo que realmente queréis llegar a ser. Todo lo demás es secundario.”
Yo personalmente intento combatir mis miedos enfrentándome directamente a ellos. Cuando algo me da miedo lo hago hasta que se me vaya, e incluso lo hago miles de veces (aunque parezca incluso masoquismo) para restarle importancia. Por ejemplo, en 2009 viajaba en un vuelo a Londres y pasamos por unas turbulencias bastante malas, recuerdo que lo pasé muy mal, iba con una amiga y ni siquiera podía hablar. Desde entonces desarrollé una animadversión a volar cuando a mí desde pequeña siempre me había encantado. Así que desde entonces me propuse quitármelo y para conseguirlo, utilicé el avión como medio de transporte en cualquier ocasión que tuviera que viajar (si mi economía melo permitía claro), y puedo decir que aniquilé esa sensación completamente y que ahora disfruto muchísimo cuando viajo en avión porque siento como si de algún modo me metiera en una máquina del tiempo que me lleva a un lugar diferente del que procedo. Además lo de verlo todo desde la altura proporciona otra perspectiva de las cosas y el hecho de sobrepasar las nubes, me parece el mayor placer del mundo.
La mayoría de las veces nuestros miedos no son reales, son proyecciones negativas de la mente que nosotros nos imaginamos y que nos hacen vivir un auténtico calvario, tal y como le pasaba al protagonista de la historia de OSHO. Vivamos plenamente ofreciéndonos de corazón a nuestros seres queridos sin miedo a ser dañados y haciendo lo que realmente nos hace felices, porque cuando hacemos eso, se abren todas las puertas. Paulo Coelho en su archiconocido libro de "El Alquimista" así lo dice: “No te entregues a tus miedos, si lo haces, no podrás hablar con tu corazón”. y no hay nada que nos haga sentir más fuertes y poderosos que escuchar nuestra voz interior, nuestro corazón. Como decía Steve Jobs: “You´ve got to find what you love” y para eso hay que romper las barreras mentales que nos paran y arrojarse a la aventura de vivir ¡con OPTIMISMO!.
A continuación dejo el discurso de Jobs, os pido que lo veáis porque es 100 % motivador y revelador. Descansa en paz :) ¡Besitos a todos y feliz día libre mañana!
“Soy un hombre afortunado, nada en la vida me ha sido fácil”, Freud.
Madrid, 1988.
En las intrincadas paredes de las habitaciones se esconden historias que entierran los fantasmas del pasado. Historias que se recubren de un tono crema pastel. Los recuerdos, como heridas manchadas de tinta negra que impregnan con su color los corazones de quien los albergan, existen en cada familia por acomodada o humilde que sea y muchos de ellos han sido enterrados en la mía. Me dispongo a ser la memoria perdida de mi abuela, quien parece no tener conciencia del transcurrir del tiempo mientras se pasa las interminables horas en su mecedora negra de madera. Mecedora de la que ni mi madre se ha conseguido librar tirándola a la basura. Como hace casi con todo en su particular afán por intentar deshacerse de sus preocupaciones.
Oviedo, 1971. Los colores vestían cada rincón de la casa. La cocina, pintada con un tono verde cálido como si de un cafetal colombiano se tratara, envolvía los aromas de las especias que mi madre impregnaba en demasía en todas sus comidas caseras. La biblioteca, el único lugar de la casa al que mi padre no pisaba, daba sensación de hastío nada más entrar. Estaba atestada de libros con tapas rojizas que mi padre se obsesionó en forrar, al igual que las paredes, recubiertas de una madera rígida de tonalidad roja cereza. Conocedor de que el rojo producía la sensación visual de acercar los objetos y de frenar impulsos, y que por ello se utilizaba a modo de stop en la luz de los semáforos, pensó que si forraba todos sus libros de ese color, podría parar el hambre atroz que mi madre albergaba por la lectura. Los cuartos de baño, decorados con muebles refinados de un blanco inmaculado al igual que las baldosas de mármol y los azulejos, trataban de emular un aspecto virginal para mostrar decoro en el único sitio de un hogar en donde uno podía estar totalmente desnudo. Los pasillos, largos y estrechos y en donde siempre hacía mucho frío, parecían templos griegos por la multitud de columnas jónicas innecesarias que lo adornaban. Los marcos de las puertas estaban pulidos a mano y bañados en oro. La casa estaba repleta de muebles de estilo isabelino y decorada con un gusto exquisito por mi abuela que fue decoradora de joven, y era motivo de envidia para la gente del pueblo, en especial para las señoras que a veces le pedían sal o limón a mi madre como excusa para entrar y ver la casa.
Sin embargo, aquella gente no sabía que en ese hogar se enterraban cosas, sentimientos. Mi padre provenía de una familia militar y cuando hablaba, lo hacía como si estuviera dando órdenes constantemente. Daba igual lo que pasara o cómo te sintieras porque todo estaba bien y si no era así, no se decía. No se podía hablar de nada más que del tiempo, o de temas triviales. La política era un tema tabú al igual que lo relacionado por supuesto con el sexo o las emociones. Allí nunca pasaba nada, o más bien, se ignoraba. A veces a mi madre le daban ganas de aporrear las puertas de aquella carísima madera de roble o de romper a pataletas los baldosines de gres esmaltados y gritar a pleno pulmón, pero tenía la extraña sensación de que aunque lo hiciera, nadie le daría importancia y de que los tabiques eran demasiado anchos para que nadie en el exterior oyera lo que pasaba ahí dentro.
Yo aún estaba en el vientre de mi madre pero intuía a ciencia cierta que no era un bebé deseado. Mi madre no dejaba de fumar e incluso lo hacía mientras cocinaba y mi padre le gritaba constantemente que apagara el cigarrillo. Mi padre odiaba el tabaco, le recordaba a la gente de la ciudad y él odiaba la ciudad. No aguantaba la polución ni la gente desconocida, así que cuando le diagnosticaron a mi abuela su enfermedad respiratoria, encontró la excusa perfecta para mudarse a un pueblo. Aún no sabían cómo iban a decorar mi cuarto ni de qué color iban a pintar las paredes y discutían entre el rosa o lila por si naciera niña o el azul o verde claro, si fuera varón. Peleaban por todo y mi madre se empezaba a esconder en la cocina a llorar. Mientras tenían sus discusiones, mi abuela deambulaba por la casa hablando sola. Decía que perdió muchas cosas en la vida, un novio en la guerra que se parecía a Clark Gable, a su madre cuando era muy joven y a una media-hija por un mal hombre. Cuando mi madre intentaba consolarla, ella le repetía que no hacía falta, pues la vida se le asemejaba a aquellas películas de Nicholas Ray de los 50, en las que los finales no siempre eran felices. Por eso rehusaba ver películas. Una vez vio “55 días en Pekín” y no concebió que Ava Gardner al final de la película se muriera, así que desde entonces se negaba a ver las películas terminar, incluso si estaba en el cine. Bastante tenía ya con la vida real como para pagar para ver dramas, le decía.
Mi madre lloraba mucho, empezó a hacerlo no sólo en la cocina, sino en toda la casa pero lo hacía a escondidas, tragándose los sollozos. Comía mucho chocolate por sus antojos y por la pequeña satisfacción instantánea que le daba y engordó unos kilos. Mi padre le decía que aunque estuviera embarazada no le gustaban las mujeres gordas y que cuando diera a luz empezara una dieta estricta y se quedase tan delgada como cuando se conocieron. Aquello provocó más ansiedad en mi madre y siguió comiendo chocolate, en mucha más cantidad.
Madrid, 1988.
Me pregunto cuál es la razón por la que algunos padres tienen hijos. Algunos tratan de arreglar sus matrimonios con una inocente criatura de por medio y eso les convierte en cobardes y en crueles. Debería existir una ley que prohibiera a las personas no cualificadas para ello tener descendencia, una ley que promulgara unas condiciones mínimas de afecto y una educación adecuada y específica para cada niño. Es injusto cómo algunos padres tratan a sus hijos. Mis padres fueron modélicos a los ojos de los demás, una familia perfecta en la que ninguno de sus miembros daba problemas, pero detrás del color crema pastel de los tabiques de la casa, se escondían muchos gritos y emociones castradas.
Cuando yo nací, mi madre pintó mi habitación de un color diferente al que tenían pensado aunque le costara una bofetada de mi padre. Rehusó del dulce rosa pastel con el que querían adornar sus vidas, y decidió pintarlo todo de un color feo y nada correspondiente a la habitación de un recién nacido: de marrón oscuro, como el chocolate que tanto placer le daba. Le parecía un color honesto, capaz de expresar cómo de verdad se sentía. Ahora entiendo por qué mi madre se identificaba con ese color. Cuando las emociones se guardan y no se sacan a la luz se vuelven oscuras y carcomen por dentro. Mi abuela dice que el chocolate es uno de los mayores placeres de la vida porque es el único alimento que te hace sentir instantes de felicidad, aunque su color sea feo. A veces las cosas que nos hacen felices no son bonitas a los ojos de los demás. También me dice que todas las emociones son buenas, porque sino... ¿para qué están?.