El Sol que hay en mí
Naciente sol que inunda todo lo que ilumina
ni un solo poeta escribió cosa más bella en ninguna epifanía.
Eres la manifestación genuina
de un torbellino de fuego.
Quemando te expresas con ardiente poderío
lanzando infinitas llamaradas al cielo.
Desde aquí abajo, las cosas se ven a otra nivel.
Tú allí arrasando mientras la creación espera que se haga de día.
Noble astro incandescente que nos despiertas cuando sales
y nos acuestas en tu huída.
Ni las lagunas solares interrumpen tu estruendo.
Creíamos que no giras alrededor de otra estrella,
pero en realidad, no dejas nunca de hacerlo.
La sabiduría que se albergaba en pequeños frascos fueron arrojados al mar
y las gaviotas revoltosas, los picoteaban sin conocimiento.
Dejaste que los restos de Saturno los fecundaran
y así, la misma Afrodita bebió de sus aguas su primer aliento.
Tan antiguo como las estrellas, palpitas en chorros al universo.
Ilumínanos con tu fuerza creadora
y danos vida para seguir creciendo.
No puedes no ser cuando estás encima nuestro.
Aquella presencia cegadora de la que tengo tanto que aprender,
mi maestro.
Se han hecho canciones en tu nombre y con religiones te han aclamado miles, cientos.
Inmune tú, con un grito en el cielo manifiestas el calor de tus átomos.
Los mismos planetas te veneran
al envolverte en sus cirscunspectas órbitas.
No haces otra cosa que iluminar el espacio,
el que hay dentro de cada una de nuestras células.
Llénalas de dicha, de felicidad y de gloria.
Un estremecimiento adolece allá lejos.
Se dice, que te han visto llorar en tormentas.
Ni el más grande ser puede permitirse esquivar
las emociones que se provocan desde dentro.
Te invocarán mil veces con clamor, cuando aparezcan los grises días.
Más tú, defiende lo que es tuyo y trae la esperanza,
con uno sólo de tus presentes basta,
un rayo de tu luz en nuestras vidas.
Será entonces que como un lucero, te verán allá arriba,
pero yo estaré en calma,
porque desde hace mucho antes que tú sabía,
que ese rayo de luz también proviene de mi alma.
Beatriz Casaus 2012.
Un sueño
¡Recibe en la frente este beso!
Y, por librarme de un peso
antes de partir, confieso
que acertaste si creías
que han sido un sueño mis días;
¿Pero es acaso menos grave
que la esperanza se acabe
de noche o a pleno sol,
con o sin una visión?
Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueno.
Frente a la mar rugiente
que castiga esta rompiente
tengo en la palma apretada
granos de arena dorada.
¡Son pocos! Y en un momento
se me escurren y yo siento
surgir en mí este lamento:
¡Oh Dios! ¿Por qué no puedo
retenerlos en mis dedos?
¡Oh Dios! ¡Si yo pudiera
salvar uno de la marea!
¿Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueño?
Edgar Allan Poe (Versión de Carlos Arturo Torres)
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