Esta teoría o mejor dicho “idea” es totalmente inventada por
mí. No intento dar sentido al sufrimiento en el mundo, eso es demasiado grande
y pretencioso, pero al menos a mí me hace la vida más llevadera, así que lo
comparto por si acaso alguien está tan loco como para pensar como yo.
Desde que se me ocurrió, quiero pensar que vivo un poco más
liviana en mi ingenuidad. Sigo buscándole una explicación al sufrimiento que se
pueda demostrar, pero eso parece una quimera inalcanzable. La verdad es que ni
por lo más remoto esta idea nacida en mi imaginación tiene ninguna validez científica ni de ningún tipo, pero me
hace vivir con esperanza, que no es poco.
Siempre me he sentido especialmente atraída y tenido mucha sensibilidad por la gente que sufre, además constantemente he intentado
buscar una explicación válida para intentar “entenderlo” (si es que ello se puede
justificar de algún modo) o por darle algún sentido a las situaciones de injusticia
que hay en el mundo. Es algo que siempre me ha carcomido por dentro. Sé que soy
una pobre ilusa, pero creo que la ingenuidad a veces está ligada con una forma
de ver el mundo mucho más bonita y positiva así que prefiero vivir de ese modo que,
al contrario.
Un buen día, estando
en un restaurante, entró un chico adolescente, estaba solo y era medio ciego. Fue
directo a la barra a pedir y luego se sentó cerca de mí, cogió el menú y lo
acercó mucho a sus ojos para poder leerlo. Pareciera que estuviera acostumbrado
a aquel local porque sabía perfectamente donde sentarse y se le notaba cómodo.
Cuando le vi mirar muy de cerca el menú, en ese momento, como en otros momentos
de mi vida en el que me encuentro con gente que padece enfermedades (psíquicas
o físicas), personas pobres, ancianos con reducida movilidad, gente que me
cuenta sus dificultades… me invade un fuerte sentimiento de compasión, que no de
pena, y es entonces cuando intento enseguida pensar algo positivo hacia ellos y
se me ocurrió esto.
La compasión pasó a un segundo plano y lo que siento hacia
ellos, es la más absoluta admiración por su increíble fortaleza y por la inmensa
lección que nos aportan. Les miro como seres superiores que nos enseñan y que conseguirán
un mayor premio debido a sus adversidades. Parto de la premisa no demostrada de
que existe un más allá y que supongo, que debe ser mejor que esta realidad, si
tenemos en cuenta que allí no hay un cuerpo físico que se enferme, envejezca o de
la lata.
Creo que cuando alguien muere, se gradúa. Me gusta llamarlo
así, le resta seriedad y le aporta un enfoque positivo. Vivir es difícil, aunque
eso también conlleva su lado de magia, pues lo que más cuesta, más se valora.
Creo que estamos aquí todos haciendo un master del universo, que venimos a
aprender y a practicar el amor y que las personas que vienen con mayores hándicaps
y dificultades, aquellas que padecen enfermedades, con condiciones peores o que
sufren más que los demás, se gradúan con más puntos y esos puntos en el otro
lado se recompensan.
Me gusta imaginar que deben hacerles grandes fiestas de
graduación y que la alegría por haber conseguido graduarse con tantos puntos es
mayor. Cuanto más dura sea la vida, o cuanto mayor sufrimiento físico,
discapacidades, enfermedades o lo que sea que se padezca, más puntos tienen en
el otro lado :)
Sé que la idea no puede ser más simplista y disparatada,
casi como sacada de la cabeza de un niño de parvulario, pero, ¿y si fuera
verdad?
Que tengáis un genial fin de semana y ya de paso, pongámonos
a tener una feliz vida. Un abrazo.
Beatriz Casaus 2019 ©
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