“Cuanto más inteligente es una mujer, más hermosa la veo. Me encantan las que se maquillan con conocimiento, poesía, buena música y palabras bellas.” (Julio Cortázar)
“El objetivo de la educación es enseñar a pensar, no a obedecer.” (Albert Einstein)
“Creativity in intelligence having fun.” (Albert Einstein)
La música es un idioma universal, aunque no todos lo aprecian en su verdadera dimensión. Algunos la reducen a un asunto de bohemios o artistas, que también lo es sin duda, pero va mucho más allá. Es un arte con capacidad de curar, transformar y elevar.
Es además una de las formas más puras de belleza. No se ve, pero se siente, y tiene la fuerza de tocar lo más profundo del alma. Cuando un día se tiñe de gris, basta con poner una canción para que el corazón respire distinto. Y cuando un día quieres que se torne alegre, la música lo ilumina aún más, llenándolo de energía y color. Las notas abren ventanas de luz donde antes parecía no haber salida.
A mí, la música me ha salvado en varias ocasiones. Siempre lo he dicho, la música salva vidas. Me ha acompañado en silencios imposibles conmigo misma, me ha devuelto fuerzas, me ha dado esperanza y me ha recordado que siempre hay un motivo para seguir adelante.
Hoy mismo, sin ir más lejos, mientras una chica me atendía, (como suelo hacer, saqué conversación), me confesó algo que me caló dentro. Me dijo que cuando tiene un mal día, se pone los cascos y la música le ayuda a mejorarlo. No pude sentirme más identificada. Le agradecí de corazón que compartiera ese gesto tan íntimo conmigo, porque me alegró comprobar que aún hay personas que reconocen y valoran ese poder invisible. Esa es la prueba de su poder curador. La música llega a todos, en cualquier lugar, en cualquier momento…y tiene la capacidad de transformarlo todo.
Por eso no puedo vivir sin ella. Me devuelve la calma, la alegría y en ocasiones, hasta la fe. Cuando escucho música, el mundo exterior desaparece y solo quedo yo y mi imaginación. Y ese poder invisible que convierte lo malo en algo llevadero y lo llevadero en belleza.
La música merece el puesto que le corresponde en la sociedad, porque el alma ya se lo concede de forma natural. Tal y como señala el divulgador Tony Estruch, el llamado por él “sistema educastrativo”, (este término no me puede parecer más acertado) no se enfoca en nuestros talentos, sino que se encarga en la mayoría de los casos de mutilarlos. Todos nacemos con dones y una capacidad creativa inmensa, según un estudio de la Nasa que avala esta teoría, pero con los años, en el sistema educativo vamos siendo castrados de ellos para encajar en un molde. Convertirnos así en obreros productivos al servicio de empresas o del Estado.
Se nos enseña a ser eficientes, lógicos, racionales, obedientes y previsibles, pero no a crear, a sentir ni a expandir lo que realmente somos. Se nos convierte en piezas de un engranaje empresarial que busca uniformidad. Borregos, todos iguales, donde el arte y la creatividad, seamos sinceros, no siempre están bien vistos ni valorados. Ay, de aquel valiente que se atreva a tomar el camino del arte… primero tendrá que lidiar con sus padres y luego, durante toda su vida, con la sociedad.
Y sin embargo, como bien apunta Estruch, “Ir en contra de tu capacidad creativa innata, te enferma”. Esa es una de las grandes verdades silenciadas. Cuando alguien vive negando su esencia, suprimiendo su instinto e impulso artístico, o su amor por la música o el arte que sea, poco a poco su alma se apaga. Por eso hay tantas personas infelices en trabajos que no se corresponden con ellos, pero que son considerados estables y seguros, sin embargo, sus vidas están vacías, sin propósito, ni alegría.
La música y el arte en general, no son lujos ni distracciones. Son alimento para el alma, medicina invisible que mantiene viva nuestra conexión con lo que somos en esencia. Allí donde el sistema nos uniforma, la música nos recuerda nuestra unicidad; donde la rutina nos oprime, la música abre ventanas de libertad.
Así pasó con los esclavos negros en Norteamérica, quienes usaban el blues y el soul como vía de liberación emocional y espiritual. Convirtieron su dolor en canto, su opresión en arte, y desde allí nació un género que transformó la música para siempre. Lo mismo ocurrió con el Reggae en Jamaica o la capoeira en Brasil, donde la música, el ritmo y el baile, se mezclaron con la lucha, la resistencia o la esperanza. La música fue su medicina, su refugio y su forma de mantener su dignidad. En nuestros días, considero el hip hop también como una manifestación de una poesía disfrazada con letras de crítica social.
Por eso, darle a la música el lugar que le corresponde y merece no es un capricho, es justicia y una necesidad vital implícita en el ser humano. Porque sin arte, sin música, sin expresión, la sociedad se enferma, y con ella también las personas que forman parte de él.
Al Cèsar lo que es del César. Y a la música su lugar de honra. No lo subestimemos. No es solo sonido… es vida, sanación, belleza y magia.
Beatriz Casaus 2025 ©
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