"El alma libre se reconoce porque no se arrodilla ante la opinión publica ni busca aprobación; sabe que su única ley es su propia coherencia." (Friedrich Nietzsche)
"La mejor venganza es no ser como tu enemigo." (Marco Aurelio)
El otro día fui a ver El Cautivo, la última película de Alejandro Amenábar, acompañada por una brillante y apasionada filóloga hispánica, y la disfruté enormemente. La cinta recrea los cinco años de cautiverio que Cervantes padeció en Argel, un episodio de su vida que sigue siendo desconocido para la mayoría. No termino de comprender la controversia que ha despertado sobre si fue o no homosexual; lo verdaderamente relevante es que la película resalta su brillante ingenio, su genialidad, así como su valor y su honor.
Y, como no podía ser de otra manera, su carisma despertó envidias, tal y como suele ocurrir con los grandes espíritus. Así le sucedió con el personaje de Blanco de Paz, que trató de manchar su nombre con acusaciones malintencionadas. Pero como todo en la vida, la verdad siempre termina saliendo a la luz y la justicia acaba por imponerse: sin ánimo de hacer spoiler, fueron sus propios compañeros de cautiverio quienes firmaron un documento que exculpaba a Cervantes de todas las calumnias, dejando constancia de su honor y de la nobleza de su carácter.
Durante su vida, Miguel de Cervantes también padeció la rivalidad con Lope de Vega (esto no aparece en la película porque se basa solo en el episodio de su cautiverio), lo cual es uno de los episodios más fascinantes del Siglo de Oro español. Mientras Lope de Vega fue un auténtico fenómeno literario y gozó en vida de enorme popularidad, Cervantes, en cambio, fue más lento y reflexivo. Publicó menos, y su vida estuvo marcada por dificultades económicas y personales. Pero en su obra, especialmente en Don Quijote de la Mancha, alcanzó una profundidad única, que ningún otro autor logró igualar.
Mientras Lope entretenía con su teatro, Cervantes retrataba la condición humana con ironía, ternura y crítica social. Se burlaba de los falsos valores, denunciaba la injusticia, la corrupción de la época, el clasismo y exaltaba virtudes como la honradez, la humildad y el honor verdadero.
Cervantes sufrió los ataques y la enemistad de su contemporáneo quien llegó a mofarse de él llamándole “viejo” y “mal poeta”, acusándolo por no triunfar en el teatro. Cervantes, sin embargo, respondió siempre con elegancia y nobleza.
Aunque Lope de Vega tuvo más éxito inmediato y popularidad, Cervantes fue y es muy superior a todos los niveles en su obra: psicológico, crítica social, universalidad de su mensaje (en eso Shakespeare se le parece) y exaltación de los valores más nobles del ser humano. Y, pese a la oposición que tuvo que soportar, su legado se convirtió en eterno.
Es también esencial remarcar que, por fin, se lleve al cine una producción dedicada a la figura más trascendental de la literatura universal. Lo que no tengo claro aún es qué me fascinó más: si la película en sí o la posterior exposición que me regaló mi querida filóloga, de la cual aprendí muchísimo sobre la vida y la obra de Cervantes.
Y, sobre todo, me inspiró recordar que Cervantes escribió Don Quijote en su etapa de madurez tardía, a los 57-58 años. Lo que es un recordatorio poderoso de que nunca es tarde para crear ni para soñar. :)
A continuación comparto un poema que habla precisamente de esto que padeció Cervantes. En mi vida también he tenido que enfrentar la envidia en más de una ocasión, y he aprendido que la mejor forma de responder a ella y a cualquier conducta tóxica, no es combatirla, porque al hacerlo uno termina rebajándose a ese mismo nivel, sino ignorarla. Al final, como le sucedió a él, la verdad siempre se abre camino y todo cae por su propio peso.
Un fuerte abracito.
Techo de cristal
Bajo un techo de cristal,
translúcido, algo frágil,
caminan almas puras
con la frente encendida de estrellas.
La luz las persigue
como un río dorado que nace del alba,
y su paso resuena en los campos
sembrados de un sendero lejano.
Mas la envidia
ese polvo sombrío que nubla los ojos,
cae sobre ellos como ceniza fría
que intenta apagar la música del corazón.
Esas almas perseguidas por su fulgor,
cuyo brillo hiere a quien se ahoga en su sombra.
Su vuelo libre recuerda
a quien olvidó sus alas.
Su fortaleza es ignorar la suciedad,
caminando con la calma del agua,
cerrando los oídos al veneno.
Su muralla de cristal es silencio
que devuelve al vacío todo dardo.
Ignorar no es rendirse,
sino alzar el rostro al cielo,
confiar en la semilla de la propia luz,
y dejar que el tiempo apague
las voces que no saben recitar.
La oscuridad no vence;
al quebrarse el cristal del límite
se abre el horizonte como un mar encendido.
Las manos puras alzan el cielo
y el sol responde con un resplandor nuevo.
Entonces comprenden los vientos,
los montes y los ríos:
que ninguna herida
puede enterrar la raíz de la belleza.
La luz es obstinada,
renace siempre,
como la aurora que, tras la noche,
vuelve a encender los rostros.
Beatriz Casaus 2025 ©
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