"Todos los que conoces siempre te preguntan si tienes una carrera, estás casado o si tienes una casa. Como si la vida fuera una especie de lista de la compra. Pero nadie te pregunta nunca si eres feliz." (Heath Ledger)
"No hay mejor medicina que tener pensamientos alegres. Cuando se pierde el ánimo, todo el cuerpo se enferma." (Proverbios 17:12)
Alguna vez recibo mensajes de personas, tanto mujeres como hombres, que me dicen que les gustaría conocerme mejor. Entiendo que lo hacen movidos simplemente por la curiosidad, (o eso me dicen) por descubrir a la persona que está detrás de este blog. Por eso, hoy quiero compartir aquí algunas pinceladas sobre mí:
Hace un tiempo, un amigo a quien admiro mucho me dijo que yo era una persona “inclasificable”. Lo recibí como uno de los mejores piropos que me han hecho. Y lo cierto es que, hasta hoy, no he conocido a nadie con gustos, ideas o pasiones parecidas a las mías.
No he encontrado todavía a una mujer que no quiera o que no haya querido casarse. Sin embargo mi visión del matrimonio es clara: no me interesa una institución que incluso en el lenguaje suena a enfermedad. “Contraer matrimonio” usa el mismo verbo que para contraer una enfermedad. Lo que es, para mí, casi una advertencia semántica.
Me considero una persona alegre y positiva, y eso en los tiempos pesimistas que corren es ser una radical. No concibo la vida sin alegría; la llevo conmigo a todas partes, especialmente a aquellos lugares donde la seriedad parece ser norma obligatoria. Incluso en los momentos más duros, intento arrancar una sonrisa, hacer una broma, recordar que lo solemne sin humor se vuelve insoportable (mis hermanos y yo usamos mucho el humor). No me gustan el drama, la queja ni el victimismo. Me suelen agradecer esa manera de ser: la que anima y consuela, porque intento encontrar luz en cualquier escenario gris.
A menudo la gente me pregunta qué tomo por las mañanas para empezar el día con tanta energía. Les confieso que soy una morning person. Luego suelen decirme: “¿Y de verdad siempre estás feliz?” Y respondo que no, no siempre, pero que intento estar agradecida. Y esa diferencia lo cambia todo. Practicar la gratitud transforma el ánimo: abre la puerta a la alegría, la paz y el bienestar. Me encanta bailar —y lo he hecho incluso en los pasillos de empresas donde trabajé— porque, para mí, la seriedad es una tontería sobrevalorada.
Cuando me conocen, suelo escuchar comentarios como: “Pareces mucho más joven” o “Tú te cuidas mucho”. Yo sonrío, porque lo que no saben es que mis cremas son baratas y ecológicas. Lo que sí cuido con esmero es lo que pienso y lo que siento. He aprendido que la clave está en aceptar los momentos difíciles sin identificarse con ellos: sentirlos, transitarlos… y dejar que se vayan.
Me gusta vivir desde la naturalidad: hablar sin filtros de sexo, de temas tabú, de emociones, de sentimientos… siempre desde el respeto, eso sí. Estoy convencida de que todo lo que se nombra se libera, se sana y pierde peso emocional o exceso de seriedad. Soy una persona abierta y nunca he entendido el hermetismo como un mecanismo válido de defensa.
Reconozco que soy una persona muy activa, incluso hiperactiva no diagnosticada, con gran capacidad de atención dividida. De manera casi inconsciente puedo realizar varias actividades al mismo tiempo: ver dos vídeos o podcast alternando minutos entre uno y otro, mientras escucho música, me lavo los dientes, hago la cama y reviso unos papeles. Por eso el deporte para mí es fundamental, necesito focalizar toda esa energía. Mi mente siempre busca nuevos estímulos y movimiento. Amo aprender, jamás me canso de ello y me considero una eterna aprendiz.
En mi opinión, lo que más valoro es la amabilidad. Es un gesto sencillo que hace sentir bien a las personas y del que el mundo, hoy en día, carece bastante. Afuera abunda la hostilidad, las malas contestaciones y la mala leche; por eso, el simple hecho de sonreír a alguien y tratarle con amabilidad puede llegar a cambiarle el día.
Soy espiritual, soñadora y profunda, pero también rebelde, gansa y antisistema desde niña (esto último es un claro ejemplo de mi configuración Marte conjunción Urano en Sagitario y Urano oposición Quirón de mi carta astral). Adoro la película V de Vendetta, quizá porque refleja lo que siempre he intuido: que tanto el sistema educativo como la concepción del trabajo, y esas vidas “normativas” que nos venden como correctas, son en realidad errores disfrazados de éxito. Y el éxito es otra cosa: es lo que das.
Y de todo esto también ha nacido un poema que adjunto a continuación.
Por cierto, no dejéis de escuchar la música de los vídeos que adjunto desde Youtube. Son un chute de buen rollo (Ojo, mi eclecticismo musical: me gusta el rock, reggae, hip hop, cantautores, indie, mestizaje...) ¡Abrazos!
La chica de la raya en medio
La chica de la raya en medio
no camina recta,
la simetría le da vértigo;
lleva la melena como autopista lunar
y en su mirada tiembla un relámpago que grita:
no me disfrazo de obediencia.
Detesta los pendientes de perlas,
esas lágrimas domesticadas
que cuelgan en orejas dóciles
como pájaros sin alas
que aceptan vivir
en jaulas blancas.
Con los dientes mastica
los manuales de cómo ser correcta,
rompe las revistas perfumadas
donde la felicidad es de alquiler,
donde hasta la espontaneidad
tiene factura y recibo.
Se sorprende de las bodas de escaparate,
de las sonrisas de detergente,
de las cortinas beige
que callan gritos en la cena.
No cree en la gente que solo sonríe en las fotos:
en los márgenes de esas sonrisas
siempre se esconde una traición.
No comprende la raya a un lado
y vidas planchadas,
bailando la coreografía sin alma:
estudia, trabaja,
cásate con el primero que te haga caso,
procrea hijos que un día marcharán,
pintada con un alfabeto sin propósito,
ordenada hasta la muerte.
Ella prefiere
despeinar al mundo con carcajadas torcidas,
escribir grafitis en el aire,
levantar su melena como bandera
de una anarquía íntima.
Sueña con un gobierno de poetas y sofócratas,
donde cada mechón se fugue del guión
y baile con el viento como un animal salvaje.
No quiere ser modelo de catálogo,
ni estatua de porcelana frágil.
Prefiere ser grieta,
prefiere ser error,
prefiere ser duda
y contradicción,
prefiere ser poema que nadie entiende
pero que algunos,
a veces,
en silencio,
recuerdan.
Beatriz Casaus 2025 ©