miércoles, 10 de agosto de 2011

Que paren el mundo que me quiero bajar (la crisis de los ricos)


El gigante se cae. Estamos en los albores del fin del imperialismo de EEUU y del dólar como referente mundial. La economía mundial se derrumba bajo la mirada expectante del resto de los países (de la UE, que como títeres agachan la cabeza y dicen que sí a todo para no enfadar al jefe, porque sabemos que estamos todos “metidos en el ajo”) y del resto de las economías emergentes.
Más de doscientos años de hegemonía americana que se acaban aunque les cuesta admitirlo. El 4 de julio de 1776 se produjo el nacimiento de Estados Unidos como nación independiente de Inglaterra. En ese mismo año el economista británico Adam Smith revolucionó la economía al publicar su libro: “La riqueza de las naciones” donde postula el estado librecambista y no intervencionista propiciando un gran impulso al capitalismo. Al mismo tiempo, surge la máquina de vapor de James Watt promoviendo la Revolución Industrial del siglo posterior, el cual fue el germen de las nuevas clases sociales: la burguesía capitalista y el proletariado. En 1820 el presidente americano Monroe proclamaba la célebre frase: “América para los americanos” que ya se había hecho patente en el discurso de despedida del anterior presidente George Washington, lo cual se llevaría a la práctica al volcarse de lleno en una política de dominio mediante la comercialización con Europa. El nacimiento de Estados Unidos representa con todo ello el ideal del capitalismo mejor que nadie y hasta ahora lo ha cumplido bien. O no tan bien, porque nos encontramos ante una de las crisis más grandes desencadenada primero por la crisis financiera  y más tarde sobre sistemas financieros y sobre el proteccionismo de la que surgirá la crisis de la economía real . Crisis que nuestro drama nacional ya lo refleja, con un panorama espeluznante del 20% de la población en paro y familias sin recursos para sobrevivir. Debido en gran parte a la conocida crisis del ladrillo y a la especulación urbanística. Los menores coses de los préstamos de los bancos así como la facilidad para obtenerlos, dispararon el precio de la vivienda y los españoles se quedaron hipotecados cobrando sueldos míseros y pagando alquileres o préstamos hipotecarios altísimos. Aquel que tuvo el coraje de querer una vivienda digna quedó rezagado a un pago que postergaría para el resto de su vida.

En sí, el capitalismo es un sistema justo en sus principios, en el que uno tiene lo que ha conseguido mediante su esfuerzo personal y su trabajo, o en el que es posible que cualquier persona pueda llegar a lo más alto. Sin embargo, el actual sistema capitalista se ha degradado a sí mismo en un sistema de avaricia sin límites en el que unos pocos desaprensivos son los que controlan y los que  juegan con el dinero de todos. Durante décadas nos han alentado al consumismo, al éxito, a la falta de escrúpulos a la hora de hacer negocios, y a la corrupción de políticos y magnates. El resultado es una sociedad deshumanizada, enfocada en el materialismo y basada en la televisión, la informática y las telecomunicaciones. Una sociedad del culto al cuerpo, desconectada de la naturaleza y al margen de la espiritualidad. Insostenible para el medio ambiente y para el resto de la población mundial del que extraemos sus recursos y nos llevamos sus alimentos.
Por el momento, China se atisba como la próxima potencia mundial, la cual se ha convertido en la fábrica de Occidente y mientras sus políticos andan comprando la deuda de los países ricos,  su población trabaja en fábricas insalubres pagadas por los países deudores. Es como una serpiente que se muerde la cola y la cual hace posible que el engranaje actual de la economía mundial siga funcionando, si es que se le puede llamar a eso “funcionar”. La cuestión es hasta cuándo.
Hay que aceptar que las crisis y las caídas de los imperios se han producido en numerosas ocasiones a lo largo de la historia con sus periodos de auge, decadencia y final. Algunos duraron más que otros, pero acabaron igualmente dejando grandes legados a la humanidad como el imperio egipcio, el fin del predominio político de Grecia, el imperio romano, el imperio Maya, el imperio árabe, el español, el inglés... y aunque los economistas y entendidos en el asunto se creyeran lo suficientemente listos como para remediar cualquier crisis o vaticinar sus leves consecuencias, la cruda realidad es que se están cumpliendo sus más intensos miedos y estamos inmersos en una grande, que a mi parecer no ha hecho más que empezar.
Estados Unidos se cae, pero ello no significa que todo se derrumbe. Comienza un nuevo mundo, quizás dominado esta vez por los países que hasta ahora han estado en un segundo plano (Brasil, India, China...). Se trata de un proceso que debe ocurrir para romper con lo viejo y dar paso a un nuevo paradigma que esperemos sea más justo  para todos. Estamos ante una oportunidad de cambio y regeneración  de la que estoy segura saldremos más fuertes. Para ello se requiere la creación de instituciones mundiales para un mundo global que permitan construir un nuevo sistema financiero sobre cimientos más sólidos para que el proceso de globalización sea benéfico para toda la sociedad y no sólo para unos cuantos.

Beatriz Casaus 2011 ©

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