"Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo desaforadamente lo que no tengo" León Tolstói.
Siempre me ha interesado un tema que hasta nuestros días sigue siendo un misterio sin resolver y permanece en el cajón desastre de los antropólogos y científicos: el eslabón perdido de la humanidad. Es decir, el enlace entre el Homo-Neardenthal y el Homo-Sapiens, o el actual ser humano con su correspondiente bipedismo, tamaño cerebral, comunicación simbólica y desarrollo cultural. Nadie sabe cuál de las antiguas especies, si es que fue alguna, pues algunos incluso apuntan a que este salto evolutivo corresponde al origen extraterrestre, pudo ser el antepasado directo de los humanos modernos. Actualmente, la teoría más aceptada consiste en que África ha podido ser la fuente principal de nuevos genes y combinaciones genéticas de los humanos, debido a que la realización de análisis genéticos apuntan a que podríamos descender de una población ancestral que vivió en África hace al menos 200.00 años. En todo caso, yo tengo una teoría particular ante este respecto. Según ésta, un hombre prehistórico primer consumidor originario de las cavernas, se apareó con una simia de menos de 180 kg y dieron lugar al actual ser humano: el “Homo-PocoSapiens-Consumens.”
Ahora sí y bromas aparte, parece que hace falta un esfuerzo intelectual para no caer de forma exacerbada en el consumismo imperante de esta sociedad. Compramos de forma mecánica y la mayor parte del tiempo lo hacemos con productos que no necesitamos. El miércoles pasado leyendo El País, en la contraportada, aparecía una entrevista del prestigioso economista francés Serge Latouche, quien lleva desde los años 70 abogando por el “decrecimiento” como nuevo sistema económico. Para él, el decrecimiento “es una posibilidad de atreverse a pensar en un mundo diferente y sobre todo de salir de la economía.” Es por todos sabido pero por la mayoría no reconocido, que la forma de vida actual y el modelo económico no es sostenible y es causa actual de terribles desigualdades a escala local y global. Pensamos que el crecimiento puede ser infinito y vivimos ignorando el hecho de que vivimos en un planeta finito, con recursos naturales finitos, que debiera ser respetado y del que extraemos todos sus recursos sin dejar el debido tiempo para que vuelva a restablecerse por sí mismo.
Por otro lado, el crecimiento económico ha dejado de ser una manera de satisfacer necesidades reales para generar en cambio necesidades innecesarias que son fuente de frustración y ansiedad por conseguirlas. El Ipod 5 es un ejemplo de ello. Una persona se compra un móvil de última generación y momentáneamente el aparato nuevo parece hacer sentir al sujeto un poco más feliz, (a veces utilizamos las compras como terapia) pero al poco tiempo, sacan un modelo más moderno que gracias a los carísimos anuncios publicitarios de los medios de comunicación incitan a desearlo y de pronto, el móvil de última tecnología parece obsoleto y a la persona le apetece invertir su dinero en comprarse el cacharro nuevo que le han vendido como mejor que el anterior. Puede que en realidad el móvil nuevo lo sea, pero la pregunta que aquí cada cual debería hacerse es: ¿lo necesito y lo quiero realmente? En este mecanismo consumista entra en juego la avaricia para conseguir siempre lo mejor posible y todo lo que nos ofrecen. Juegan con nuestras debilidades primarias para ganar dinero y seguir manteniendo una sociedad infeliz que necesita comprar para rellenar vacíos existenciales.
Volviendo al ejemplo anterior del origen del ser humano, es necesario destacar que aquellos primarios seres humanos subsistieron y fueron capaces de evolucionar sin necesidad de lo que ahora nos dicen que necesitamos. Durante la mayoría de la existencia del hombre en la tierra no hemos necesitado ninguno de los productos con los que ahora nos bombardean. Fue a partir del fin de la segunda guerra mundial que se comenzó a instaurar el sistema consumista en el que estamos envueltos. Nuestros dioses hoy en día nada tienen que ver con un verdadero sentimiento elevado que nos haga comportarnos de forma fraternal con nuestros semejantes y ser mejores personas, sino con la adoración a la belleza y a la adquisición de bienes materiales y económicos. Esta manera de vivir desarrolla el egoísmo y la total indiferencia hacia las demás personas que se muestran como anónimas en sociedades de millones de habitantes donde nadie conoce a nadie. Nos interesa más comprar ropa que la precariedad económica que nuestros vecinos puedan estar padeciendo. Es irreal y poco humano. Por ello, Serge Latouche no se anda con rodeos y nos advierte que “vamos directamente hacia la catástrofe".
No pretendo ser pesimista, pero me veo en la obligación de señalar que debemos tomar conciencia de estos asuntos. No podemos seguir siendo marionetas de este juego ad infinitum que no nos reporta felicidad sino todo lo contrario. Cuando tomamos conciencia tomamos poder y somos capaces de decidir si algo nos conviene o no y eso es un gustazo para la vida de cada uno. Yo he tomado varios detalles que hacen que mi vida sea un poco más libre de estas imposiciones que son muy sencillos y que por supuesto recomiendo. Tomé la decisión de no ver la televisión y sólo lo hago de vez en cuando si sé que hay algo en la programación que me va a interesar. También, si voy a un centro comercial o a cualquier supermercado a comprar, voy con mi lista programada previamente en la cabeza para no dejarme llevar por las tentaciones (aunque alguna vez caigo, vale), y sobre todo intento informarme y leer sobre estos temas para saber sobre ello y desarrollar una opinión propia y criterio personal. Con estos sencillos hábitos puedo decir que me siento un poco más libre y menos inmersa en un mecanismo en donde la publicidad y algunos programas de TV absorben mis deseos y mi forma de ver el mundo. Yo creo que un mundo mejor es posible, tengo además la total convicción pero para ello, debemos ser ciudadanos conscientes. Como bien decía Gandhi, “sé tú el cambio que quieres ver en el mundo” . ¿Quién iba a decir que Gandhi, un hombre menudo, sin contactos, y con el único discurso de la "no violencia" pudo cambiar la historia de toda una nación? Intentemos poner más atención en volvernos mejores personas y en intentar construir un mundo mejor con lo que está en nuestras manos que en adquirir lo último del mercado. Muchas gracias por vuestra lectura.
Recomiendo leer un artículo que escribí en este blog el año pasado que trata sobre el mismo tema: “Menos es más” http://www.nosoyyosomosnosotros.blogspot.de/2011/04/menos-es-mas.html
Que tengáis un feliz fin de semana ;)
Beatriz Casaus 2012 ©
No es que sea pesimista, pero soy realista y creo que como van las cosas, a este mundo no lo cambia nadie, solo Dios.
ResponderEliminarUn abrazo ;-)
Gracias por tu comentario Jorge. Yo creo que "el mundo" no es un ente abstracto sino el conjunto de seres humanos que lo componemos, por lo tanto sólo nosotros podemos cambiarlo, ya sea haciéndolo desde dentro o fuera de los márgenes de la sociedad cuyas normas imponen los poderes financieros. Ahora bien, desde luego que la perspectiva global es desalentadora al 100% pero por eso mismo es necesario que tomemos conciencia para cambiarla, al menos en nuestro entorno inmediato. Millones de personas pasan hambre, hay cientos de guerras y la mayoría ignoradas, en muchas ocasiones los derechos humanos no se respetan y en los países en los que habíamos conseguido un cierto sistema del bienestar estamos retrocediendo hasta una pseudo-esclavitud de deuda y así la lista que continúa es interminable… pero dicen que la hora más oscura es justo la que precede al amanecer y el dominio comienza a acabarse en cuanto las personas empiezan a tener conciencia y a tomar acciones. El despertar ciudadano ya se está produciendo, comenzó con la primavera árabe y los movimientos que se desarrollaron en Europa el año pasado y aunque aún estemos en los albores del cambio, en el momento en que nos unamos de verdad lo conseguiremos. Los manipuladores que nos dominan son una parte ínfima en comparación con los miles de millones de personas que aguantamos las consecuencias de sus intereses lucrativos. Sé que esta visión es tan optimista que casi parece infantil pero creo fehacientemente en el ser humano. Por eso apuesto por la educación que es la base de todo y no sólo me refiero a la de las escuelas que por supuestísimo, sino en todos lados y a cualquier edad y por tomar responsabilidad en nuestras vidas con pequeños detalles, que aunque parezcan que no, al final cuentan. Los cambios son posibles por irreales que parezcan por eso al final del texto cito a Gandhi como personaje inspirador que consiguió lo improbable según las posibilidades reales. La revolución debe ser interior, pero debe ser.
ResponderEliminarQue cada uno tome las riendas de su vida y si hay que irse a vivir al campo pues allá que nos vamos. Buff, ¡vaya sermón que acabo de echar! Pero me gusta empezar la semana con esperanza :) Besos.