miércoles, 3 de abril de 2013

No te rindas


"The purpose of life is to do something that will live forever" (Yogi Bhajan)



Pequeña gran anécdota

Quisiera compartir con vosotr@s una pequeña gran anécdota que me pasó el otro día. Últimamente he encontrado bastante paz en el hábito de salir a correr. Soy una persona que necesito moverme porque tengo mucha energía. Soy un nervio vaya, tanto es así que cuando consumo chocolate, aunque sea en pequeñas cantidades, debe ser que se dispara el nivel de azúcar en mi metabolismo y me convierto literalmente en el diablo de Tasmania. Soy capaz de subirme hasta por las paredes. En alguna ocasión incluso, he llegado a subir montañas en un arrebato, por exagerado que suene, mis vecinos de San Lorenzo de El Escorial son testigos de ello durante la etapa que estuve viviendo allí. Es por ello que sólo el deporte logra aportarme una cierta calma que también una buena lectura o meditar consiguen igualar.

Como iba diciendo, aprovechando que la lluvia nos daba una pequeña tregua por unas horas, decidí salir al campo. Ese día andaba yo un poco baja de moral, "razón de más para salir a correr", me dije, así que durante mi ejercicio, puse esfuerzo en correr más tiempo y más deprisa. Llegué a un punto en que el corazón parecía que se fuera a salir del pecho y la respiración se convirtió prácticamente en jadeo.Corrí tanto que me salí del recorrido establecido y aparecí en otro sitio, un parque distinto perteneciente a otra ciudad. De pronto, una voz femenina muy dulce me llamó, me giré y vi cómo una chica más o menos de mi edad se me acercaba y me hablaba como si me conociera de toda la vida. Noté que hablaba lento y enseguida me percaté que tenía un cierto grado de discapacidad. Sin venir a cuento, me cogió de la mano y seguimos hablando tranquilamente. Entonces sus dos amigos, un poco más mayores que ella y que en ese momento estaban jugando con un balón, se me acercaron y me comenzaron a abrazar y a decirme "bonita". A todo esto aunque yo disfrutaba de su conversación debo confesar que no daba crédito ante tanta muestra de cariño gratuito y me sentí muy afortunada. Pasado un rato, les agradecí su amor y me despedí de ellos. Mientras me marchaba, de lejos oí cómo me gritaban: "¡Adiós amiga!" 

Me quedé completamente perpleja  ante una situación tan singular que no me había pasado nunca y de la que aprendí mucho. Esas personas, conocidas como discapacitadas y discriminadas por la sociedad en muchos aspectos, son juzgadas cruelmente como inferiores y pueden despertar cierta incomodidad para algunos o benevolencia para otros, sin embargo, están más cerca del amor que cualquiera de nosotros. Ellos no juzgan, viven en el ahora y quieren de forma incondicional. Me atrevería a decir que a mí me despierta mucha más benevolencia una persona sin escrúpulos o alguien incapaz de querer que estas personas, a las que reconozco como mis iguales y que no me despiertan indulgencia alguna, lo que me despiertan es admiración. No pretendo ser cursi, pero debo decir que esos abrazos espontáneos y sinceros de personas desconocidas en un momento en el que los necesitaba especialmente, me alegraron el día e hicieron que me sintiera mucho mejor. A vosotros, nuevos amigos donde quiera que estéis, espero volveros a encontrar y os envío un fuerte abrazo duplicando el amor que me ofrecisteis. ¡GRACIAS!.



No te rindas

Prométeme que no te rendirás,
aunque te hayan pisado el corazón
y lo hayan exprimido a golpes.
Prométeme entonces
que no caerás de rodillas,
levantarás tus manos y te someterás
con un grito sordo.
Prométeme que dejarás tiempo
para reconstruirlo, curar sus heridas,
darle el remedio necesario
o lo que haga falta para que renazca
uno nuevo
y lo compartas como si nunca
se hubiera hecho trizas.
Nunca dejes de querer,
lleva tatuado como lema en el pecho,
pues sólo con ello te expandes.
Ama, hasta lo que no conoces
o te desespera,
pero no desistas.
Prométeme que no desfallecerás,
cuando nadie crea en ti
o en lo que haces,
te sientas seguro en la desidia
o el rechazo
y en el desdén te rindas.
Mantente en alto, firme, perenne
impávido si es menester,
y disfruta de lo que ellos no tienen,
ilusión.
Prométeme que no te rendirás,
aunque no te queden fuerzas
cuando se hayan perdido los nombres.
Recuerda que las olas hacen el mar
y los deseos,
tejen los sueños.
Sigue en pie, ¡adelante!
hasta que ocurra lo que no ocurre.
Corona tu corazón,
¿acaso tu cerebro ama?
y prométeme sólo una cosa,
la más difícil de todas,
no dejes de ser tú.

Beatriz Casaus 2013 ©



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