jueves, 8 de marzo de 2012

Crónica de un olvido


A las 7.00 de la mañana del día X, Edwina se preparaba en el cuarto de baño para salir a trabajar. Mientras, en ese mismo instante que Edwina rizaba sus pestañas, Luke, miraba por la ventana del tercer piso de un apartamento sin balcón. En ese momento, su novia Kim recogía toda su ropa del armario mientras le recriminaba que se iba porque él no la quería. Cuando se oyó el portazo de Kim abandonando el apartamento, la Sra. Smith en el apartamento de al lado, rezaba su ave maría matinal mientras regaba las plantas del salón. La Sra. Smith vivía sola desde que su marido murió hacía X años y sólo recibía la visita de sus dos hijos en navidades, quienes la advertían que pronto le llevarían a un asilo. En el mismo segundo que la Sra. Smith pronunciaba la palabra amén, el gato del Sr. Howards se volvía a colar por la ventana de la cocina de Patty, quien dormía plácidamente durante el día porque trabajaba por las noches en un pub en las afueras. El gato se comía las sobras de la cena de Patty y solía dejar señales maleducadas de agradecimiento ante la hospitalidad de su vecina. Señales que sacaban a Patty fuera de sus casillas cuando las veía y las tenía que recoger. El Sr. Howards era soltero y jubilado. Estaba obsesionado en aprender arameo, porque no concebía no poder leer la biblia en la misma lengua en que fue escrita. Dedicaba todo su tiempo libre en acudir a grupos con otros judíos para estudiar la cábala. Su gato, se había convertido en la única relación verdadera que tenía con otro ser vivo desde hacía años. Patty tenía toda la casa repleta de notas que pegaba por todas partes. Recopilaba frases inspiradoras que leía en libros y luego las copiaba en esos papeles. Estaba enamorada de su jefe y en ese preciso minuto, soñaba que se besaban apasionadamente en el ático de su amiga Amy mientras sonaba la canción "At last". Amy, salía con el ex-novio de Edwina y era tan celosa que la observaba todos los días desde su ático con unos prismáticos para compararse en belleza y de paso, perder toda dignidad. Cuando la veía desarreglada se alegraba, pero cuando estaba guapa y bien maquillada, le rogaba a su novio que la dijera quién le parecía más bella. Su novio era un tipo muy superficial que prestaba mucha atención al físico de otras mujeres. Cuando iban por la calle, se fijaba en todas las chicas guapas a su paso, lo que obsesionaba a Amy para intentar estar perfecta siempre. A las 7.47 de aquel día X, Edwina salía del edificio mientras guardaba sus llaves en el bolso ante la atenta mirada de Amy, quien analizaba desde las alturas de su ático, su look detalladamente. De pronto Luke, quien aún seguía mirando por la ventana, oyó un golpe seco en el apartamento de al lado. Salió corriendo de su casa y aporreó la puerta de la Sra. Smith. Ante tanto jaleo, el Sr. Howards quien estaba en toalla de baño porque acababa de salir de la ducha, salió al corredor y vio a Luke intentando derribar la puerta de la Sra. Smith. Haciendo fuerza entre los dos, consiguieron abrirla y vieron a la pobre mujer muy dolorida quejándose por la caída. Mientras Luke pedía auxilio por teléfono, el gato del Sr. Howards terminaba de comerse el último trozo de pizza que estaba encima del fregadero. En un movimiento rápido, el gato tiró por casualidad un vaso de cristal y Patty se despertó estrepitosamente. "¡Otra vez el gato del vecino!" chilló enfurecida. El gato asustado, abandonó rápidamente la cocina pisando accidentalmente uno de los botones de la caldera de gas de Patty y provocando un ligero incendio. Patty salió de su casa hacia la del Sr. Howards para decirle que su gato había vuelto a entrar en su cocina. Llamó al timbre con insistencia pero nadie respondía. Mientras, en aquel preciso instante, Edwina esperaba congelada en la parada del autobús y se dio cuenta que había olvidado su maletín de trabajo en casa. Estresada para no perder el autobús, salió corriendo mirando su reloj mientras cruzaba la carretera y no se percató que un coche cruzaba a la vez que ella con una rapidez endiablada. Amy, quien contemplaba la escena aún con sus prismáticos, chilló desconsolada, pero nadie la escuchó. El coche atropelló a Edwina y ésta salió disparada unos dos metros hacia adelante golpeándose la cabeza contra el asfalto. Todos los testigos del accidente se congregaron en torno a ella armando un gran revuelo. La policía no tardó en llegar ante tanto barullo. Luke y el Sr. Howards, escucharon lo que pasaba en la calle y aprovecharon para bajar escaleras abajo a la Sra. Smith y sacarla del edificio para pedir ayuda. Patty, quien aún seguía en la puerta llamando al timbre sin éxito, sintió curiosidad por los gritos, así que también bajó. Todos observaban a Edwina tendida en el suelo inconsciente, cuando un estallido gigantesco les ensordeció. Una explosión se produjo en su edificio y pronto ardió en llamas. Amy atónita, aún observaba todo desde arriba. Al ver a Edwina en aquella situación se dio cuenta que en realidad esa chica no era su problema, sino que se había olvidado prácticamente de sí misma para agradar a un hombre que no merecía la pena. En ese instante, Luke, quien cogía la mano temblorosa de la Sra. Smith, recordó que no le había dicho a su novia cuánto la quería y que ya era demasiado tarde. La Sra. Smith por su parte, miró al Sr. Howards con ternura porque le recordó por un instante a su marido, y se dio cuenta que olvidaba cada mañana recitar un padre nuestro por él. El Sr. Howards pensó en su gato, y se entristeció al pensar que no hubiera sobrevivido a la explosión. Se dio cuenta que olvidaba ponerle comida en su cajita todos los días y que quizás esa fuese la razón por la que el pobre animal estaría hambriento y buscaría en la cocina de Patty algo para comer. Se había olvidado de cuidar la única relación verdadera que tenía. Patty, pensó que se estarían quemando todos los papeles que había recopilado con esmero durante años y que le hacían recordarse a sí misma quién era en realidad. El gato, quien había sido el causante de todo aquel desastre, apareció de entre las llamaradas del edificio medio cojeando. El Sr. Howards lo vio aparecer de lejos y se dirigió hacia él emocionado. El gato tenía pegado en su patita derecha un trozo de pizza y un papel arrugado. Aquel papel era una de las tantas notas que Patty tenía colgadas por su casa. El Sr. Howards lo cogió y lo leyó en voz alta, mientras una lágrima caía por su mejilla: "Nunca olvides lo más importante" decía. El gato maulló y la policía les retiró del edificio para evitar que nadie saliese herido. En ese instante, la Sra. Smith cogió la mano del Sr. Howards y cuando se dirigían a la ambulancia ella le dijo: “Al fin, cada uno de nosotros lo ha encontrado”.



Beatriz Casaus 2012 ©
 


1 comentario:

  1. Gracias por recordárnoslo. Sólo espero no olvidarlo, pero por lo menos ahora tengo tu blog para que su recuerdo sea más sencillo.

    ResponderEliminar