miércoles, 2 de mayo de 2012

La Mujer de mundo que siempre tenía un pero


Hablan de una mujer de mundo
y ese mundo hoy no la entiende.

Llegó a ser rica en poesía
y materialista de sonrisas,
pero ingenua para la gente.

Sintió a través del corazón
las cositas pequeñas.
Quiso ser para alguien
única y especial,
pero nadie apreció
que lo poco es suficiente.

Tomó exilio en su propia casa
y clamó por su valía.
Tuvo afán por visitar lugares
pero sucumbió a la curiosidad
del único sitio que no se permitía:
la mujer de mundo se enamoró,
de aquello que no existía.

Descubrió que el mundo afuera,
no habría que buscarlo.
Aquello desconocido,
se puso a imaginarlo.

Gritó desconsolada
desde su encierro,
pero nadie la hizo caso.
-“¡No te dejaremos conocer
lo que a nosotros nos es vetado!”
-“Yo ya conozco el mundo
pero no a sus seres,
vosotros os ponéis las redes
que no os dejan expandir”.

Tomó una decisión
y comenzó otro viaje,
pero esta vez sin destino,
ni necesidad de equipaje.

Consiguió llegar lejos,
porque no creyó como suyo
aquello que le habían contado:
que no se puede tocar el horizonte.

Contó hasta tres, respiró,
y les devolvió aquello
que le habían robado:
Su ilusión.

Pero la gente la volvió a juzgar,
y cansada de justificarse
se dispuso a vivir del único modo
en que sabía hacerlo:
“sin escucharles”.

Aunque no lo conoció todo,
lo que tuvo lo dio sin reservas,
y lo que vio, le pareció bello.
De tal modo que la mujer de mundo,
se dio por satisfecha.

A esa gente dejó un legado
y estableció una promesa:
La verdad de no mirar
con ojos vendados
cuando los velos se destapen.
-“Cada vez que alguien se atreva a ver más allá
de lo que hay a su alrededor,
me besa”.

La mujer de mundo comprendió
que el tiempo no es ordenado,
que la música no siempre
es amena y tranquila,
así como su mente era inquieta y agitada
pero con pensamientos,
que en ocasiones la peligran.

No entendía los efectos
que acontecen en un pueblo
y que en otro, se repiten
con diferentes caras
pero con los mismos hechos.

Entre tanto viaje,
ordenó la distancia
entre lo real y lo efímero.
Pero ignoró lo que es sereno
y sólo lo sereno con constancia,
perdura .

Se habla de una mujer de mundo,
pero que ese mundo no la entiende.

Beatriz Casaus 2012 ©



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