“Nadie tira piedras a un árbol sin frutos”
Semillas a borbotones brotan del pecho
como esperando a ser germinadas
y crecer en otro corazón sano.
y crecer en otro corazón sano.
Estoy sujeta a las dioptrías del amor,
convertida en su blanco perfecto.
Mi sueño
me sueña a mí todas las noches,
en sentido literal y figurado,
aprieta contra mis costillas
tantos límites y barreras,
una infancia dichosa enlatada,
un jardín con verjas,
el agua embotellada
con fecha de caducidad.
Hasta el pan y el hambre
se han hecho amigos inseparables.
A la felicidad,
la conozco de vista,
me estrechó la mano una vez,
me dio las gracias y me dejó,
como a los sitios abandonados.
He crecido en ciudades mojadas
donde debo subsistir
como el tronco de un árbol
bajo una tormenta.
Intento llenar las botellas de perdón
en vez del alcohol,
para ofrecer a los borrachos
la paz que anhelan.
Persigo otra vez la esperanza,
la espero sentada en mi portal cada día,
ilusionada,
como un gusano que se siente mariposa.
Hay algunas barras de bares donde llueve,
y praderas con sobredosis de sequía,
hay quienes incluso,
buscan la causa climatológica de ello.
Yo lo acepto, como todo lo demás.
No me reservo nada para los malvados
ni los culpables,
si hasta la justicia se encoge de hombros con ellos.
Estoy limpiando mi casa,
he empezado por mi corazón
y mis zapatillas.
Cuando termine, dejaré un regalo para cada uno:
Existe un día, una moraleja,
un abrazo o una propina que dar.
El tambor de la confianza
palpita al ritmo del latir,
hace que nazcan hojas nuevas
donde antes
sólo había cigarrillos.
Mientras,
mis semillas se esparcen en macetas
plantadas por todas partes,
en algunas de ellas nazco,
en otras renazco,
pero en la mayoría me reinvento.