sábado, 2 de junio de 2012

Al menos.Un estudio social. (2ªParte)


(Una guitarra eléctrica marca unos acordes suaves y lentos, más tarde un piano se adhiere a la melodía como si fuera el cantante. Entre ambos, crean una atmósfera tranquila y sosegada, como una tarde de primavera en el barrio de Gràcia de Barcelona).

Dublín Airport- Barcelona (El Prat)

Inés

Llevo una vida lo menos normal posible y eso me parece lo más normal.

Acabo de terminar la carrera a mis treinta años recién cumplidos. A muchos les parecerá tarde, pero ellos no saben lo que he vivido con anterioridad. Nunca he tenido mucha memoria, y confieso que, por ordinario que suene, el comer sardinas durante época de exámenes, me ha ayudado a aprobar en más de una ocasión, por el fósforo que tienen, que dicen  que  es bueno para la memoria.

Desde pequeña no he querido seguir lo establecido. Ya de adolescente estaba afiliada a ONG´s zapatistas y a la plataforma del 0,7. Siempre he estado interesada en la justicia mundial y he tenido un espíritu rebelde. Cuando terminé el bachillerato se suponía que debía elegir una carrera, sacarme el carnet de conducir y tener novio, seguir el “modus vivendi “  que estaba diseñado para mí, vaya. Pero algo en mi interior me hacía sentir inconforme con ello, así que cogí mis cosas y ese verano me fui a trabajar a Ibiza de camarera. Saqué el dinero suficiente como para tirarme el resto del año viajando por todo el mundo de mochilera. Me recorrí Sudamérica y en la Patagonia me enamoré. Estuve viviendo allí durante cinco años hasta que un día tomé una decisión.
Me acuerdo mucho de él y sé que me quiso mucho, pero tenía un detalle de su personalidad que me hacía daño. Aunque no lo parezca, soy muy celosa y los hombres los hay de muchos tipos, pero si das con uno que muy  coqueto, o flirteador, debes estar preparada para ello o tomártelo con calma sin darle importancia. En mi caso, yo no hice ninguna de las dos cosas. Es algo que no todas las mujeres aguantan y a mí  incluso me desenamoró.
Así que tuve que elegir, quedarme allí con él o irme, y finalmente elegí irme. Ahora entiendo que aquello me reveló que quizás todo se trate de elegir. Incluso en el aspecto frívolo de la vida hay que elegir, si te dejas el pelo largo gozarás de una larga melena pero tus puntas estarán castigadas o si adelgazas se te quedará un trasero perfecto  y cintura de avispa pero pierdes el volumen en delantera. Eso se puede extrapolar a cuestiones de índole más profundas, claro.
Aunque pensemos que no, el tomar opciones, o el elegir un camino, es lo que hace excitante a la vida, incluso aunque nos arrepintamos de ellas. Porque aunque nunca sabes las consecuencias que esas decisiones traerán, al menos tienes la certeza de que has sido tú quién las ha elegido y que de todo se aprende. Sobre todo, de los errores. A mí, aprender me hace feliz.
Inés Fernández Peña. Unidad de análisis nº 3.

Beatriz Casaus 2012 ©





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