sábado, 2 de junio de 2012

Al menos.Un estudio social. (1ªParte)

- Tres mujeres son seleccionadas de entre la población femenina española para conformar un estudio sobre la felicidad. Forman parte de una investigación social por muestreo en el que se las pide que escriban cómo se sienten, que describan sus vidas y que recapaciten sobre el significado que para cada una de ellas tiene la felicidad. -

(Los sonidos frenéticos de la ciudad, el ensordecedor ruido de los motores del avión, las prisas de los transeúntes que caminan sin dirección, caos, caos y más caos. Se escuchan tambores y djembés que tocados con desorden consiguen un ritmo que logra ocultar el bullicio).

Madrid (Barajas)- Chiang Mai (Tailandia)

Evangelina

No me lo termino de creer, ¡pero si ya estoy aquí sentada, es real! finalmente he conseguido sacar el arrojo que tanto me ha costado y apartar el dinero suficiente como para hacer este soñado viaje y darle en la cara a todos los que lo han tildado de locura.
¡Casi!, casi consiguen  disuadirme mediante discursos de todo tipo: que si es peligroso para una mujer joven ir sola, que si las mafias de prostitución que voy a encontrar, que si las turistas occidentales somos carne de cañón allí, que si una mujer supone un peligro doble, ¡hasta mi padre ha intentado frenarme inventándose la  excusa de la existencia de grupos terroristas en Tailandia! Aquello sí que me hizo gracia… pero como a mí no me amilana nada, aquí estoy. Eso sí, ahora que veo mi sueño hecho realidad soy consciente de que por delante aún me esperan largas horas de vuelo hasta llegar. Como mujer precavida, me he traído mi diario sobre el que ahora escribo estas líneas y en mi bolso de mano dispongo de valeriana  y de varios libros como para que no se me haga pesado el viaje.
Debo confesar que me invade un estado de nervios  más bien típico de una quinceañera. La palabra que me definiría ahora mismo con exactitud es la de euforia. Me muero de ganas y de impaciencia por llegar y por ver todo un universo colorido de vegetación virgen,  repleto de templos budistas, de islas paradisíacas, de arrecifes de coral…todo aquello absolutamente diferente al asfaltado Occidente al que mis ojos están tan acostumbrados.

A mis treinta y seis años esta es la primera vez que viajo a Asia y aunque creo conocer todo lo que voy a visitar gracias a la Travel-Guide que me he comprado, me parece que en cuanto pise aquello, me voy a emocionar. Por fin, emocionarme... La última vez que lo hice fue cuando viajé a Roma y contemplé el espectáculo visual de la Capilla Sixtina en la ciudad del Vaticano. Para una amante del arte como yo, saber que Miguel Ángel había tardado tantos años en terminar aquella obra de arte y la sublime belleza de sus pinturas me embriagaron. La emoción se apoderó de mí de tal modo que hasta el mismo guía turístico tuvo que ofrecerme personalmente un paquete de clínex.
Pero últimamente en mi vida, ya nada me emocionaba. Mi trabajo me absorbe sobremanera y en realidad no me hace feliz. La gota que colmó el vaso fue cuando en una reunión de negocios hace dos meses, tuve un ataque de ansiedad. Fue el aviso que mi cuerpo me dio para indicarme que el ritmo febril que estaba llevando con jornadas de trabajo extensísimas no me llevaba a ningún lado. Por eso he decidido emprender este viaje, porque necesito hacer algo que me haga feliz, ¡que me emocione!.
No sé lo que me deparará, pero al menos, he vuelto a sentir en mis carnes la emoción, la euforia y la alegría que durante tanto tiempo había olvidado. ¿Tendrá algo que ver eso con la felicidad?


Evangelina Sanz Caro. Unidad de análisis nº 1.

Berlín(Tegel)- Madrid (Barajas)      (Se oye música de tango envolvente tocada por un violín y un acordeón).
Lola

Siento como si huyera. No de nadie, sino de mí. Atrás quedan los vaivenes emocionales y el miedo al abandono constante. Atrás, muy atrás, ahora a kilómetros de altitud. Puede ser que me aleje de una oportunidad que la vida me ha brindado para ser feliz, o quizás no, quién sabe, yo no lo sé. Sólo sé que quiero ser libre. ¿Cómo se lucha contra un enemigo que  no se puede ver? ¿Cómo se lucha, contra algo abstracto?
Envidio a aquellas mujeres cuyo sueño en la vida es tener una familia y casarse.  Así, tan sencillamente. Todas mis amigas solo hablan de eso, de casarse y de tener hijos, como si fuera la meta final en sus vidas. Yo me considero alguien con inquietudes y muy independiente. Por supuesto que me hace feliz saber que algún día yo también desempeñaré ese papel, pero hoy por hoy,  no sé tan siquiera si sirvo para eso. No sé, no sé, como repetía la poetisa  Szymborska en uno de sus poemas.

Tenemos la arraigada creencia de que las cosas duran para siempre y que nos van a proporcionar la ansiada estabilidad que nos hará felices. ¿Pero y si esa creencia está basada en el miedo? En el miedo que tenemos a acabar solos o a no tener el control sobre nuestras vidas. En realidad, nada es permanente, todo está en constante cambio por lo que ¿para qué depender de una realidad cambiante? o mejor dicho, ¿por qué depender de nada, ni de nadie ajeno a uno mismo?

A menos de treinta centímetros y en el asiento de mi lado derecho, hay sentada  una chica muy mona. En la cola de facturación le despedía su novio. Los dos se abrazaban y besaban constantemente y ella no paraba de reírse y de echarse a sus brazos. Lo que me llamó la atención es que inmediatamente después que el chico le daba el último beso con su correspondiente último agarrón de culo incluido y se marchó, la chica cambió absolutamente la expresión de su cara. De un momento a otro, su gesto se había vuelto recio, constreñido y amargado. Es cierto que estaría apenada por dejar el país y puede que no viese a su novio en una larga temporada, ¿pero tanto como para causar en ella un cambio tan drástico en su personalidad? Muchas personas son dependientes emocionales de sus parejas y parecen vivir de acuerdo a ellos en todos los niveles. Sus estados de ánimo dependen de la otra persona y de cómo les va sentimentalmente. A eso lo he apodado la teoría “noviocéntrica”, o que tu vida gire alrededor de tu pareja.

Tuve una vez una compañera de trabajo que me enseñó algo muy importante. Yo andaba saliendo con un chico y recuerdo que por aquel entonces, atribuía la felicidad al amor. Por lo tanto cada vez que ella me preguntaba por él, se me iluminaba la cara contándole con una sonrisa de oreja a oreja cómo habíamos pasado el fin de semana. A algunos les parecerá romántico porque significaba que estaba enamorada, pero lo triste era que en realidad aquello era lo único que me provocaba aquella sonrisa. Ella sin embargo, tenía permanentemente esa expresión en su rostro. Tenía dibujada una sonrisa en sus labios la mayor parte del tiempo y emitía cierta paz con su mirada. Con el tiempo me enteré de que estaba divorciada y que vivía sola desde hacía varios años.  Aquel hecho me parecía admirable. Recuerdo que me dije a mí misma que yo también quería eso: ser feliz sin necesidad de una causa externa y mucho menos de una pareja. Tal vez por ello empecé a estudiar psicología, para entender las emociones humanas y aprender a controlarlas y así descubrir que se puede llegar a un estado de serenidad sin necesidad de un causante externo.

Al menos ahora, con mis años de experiencia creo que he aprendido de qué va todo esto de vivir. Desde mi humilde opinión sentada en este asiento 18A del vuelo 3417, creo que puedo decir que la vida se trata sencillamente, de crecer como personas y de buscar nuestra felicidad. Esta es la definición que a mí me sirve y la dirección a donde me dirijo.


Dolores Romero Nácher. Unidad de análisis nº 2.

(Continúa en 2ª Parte)


Beatriz Casaus 2012 ©

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