viernes, 21 de noviembre de 2025

No soy para todos

 “Mientras el ego dirija tu vida, la mayor parte de tus pensamientos, emociones y acciones surgirán del deseo y del miedo.” (Eckhart Tolle)

“Pienso que es necesario educar a las nuevas generaciones en el valor de la derrota. En no ser un trepador social. Ante este mundo de ganadores vulgares y deshonestos, de prevaricadores falsos, ante esta antropología del ganador, de lejos prefiero al que pierde.” (Pier Paolo Pasolini)

"Sólo en las circunstancias más aciagas de la vida sale a relucir sin disimulo el carácter de una persona. Sólo en tiempos de sufrimiento y privaciones se demuestra qué nos pertenece realmente, qué nos sigue siendo fiel y no puede sernos arrebatado". (Hermann Hesse)




Estamos bajo el influjo del stellium en Escorpio y esta entrada, tanto el texto como el poema que he escrito, es un reflejo representativo de ello. No esperéis que sea light. Vamos a desentrañar algo con lo que muchas personas todavía sufren y de lo que poco se habla. Pero antes, dejemos una premisa clara:

Nadie es para todos. No todos me quieren, me eligen, ni me desean. Igual que yo no quiero como pareja a todo el mundo, ni elijo, ni deseo a cualquiera. Y eso está perfectamente bien. De hecho, es lo natural.

No tengo interés en gustarle a todo el mundo porque, sencillamente, tampoco todo el mundo es para mí. Pretender agradar universalmente es una forma de agotamiento y de autoengaño; un juego venenoso del ego.

Hay que aprender a estar en paz con la idea de que habrá personas a las que no les interesemos. Eso no tiene nada que ver con nuestro valor. Es lo más natural del mundo. Sería casi antinatural resultar atractivo para todos.

Dicho esto, también están quienes no consiguen cerrar ciclos y se quedan enganchados en el pasado. Es una trampa que solo daña a quien la vive y que desgasta. He visto ese patrón repetirse en diferentes personas, tanto hombres como mujeres. 

Me comentan sin remordimiento vigilar a las nuevas parejas de sus “casi algo” o de sus exparejas. Desperdician tiempo valioso comparándose, perdiendo autoestima o deseando, incluso, que esas nuevas relaciones fracasen. Esto último me parece aberrante y no me canso de repetirlo. Y no son malas personas, solo están sostenidos en una emoción.

Hablamos de personas gobernadas por una herida. El ego no les permite asumir que fueron rechazadas y se quedan atrapadas en la pregunta infinita: “¿Por qué yo no y él/ella sí?”. Craso error ese, pues es un enfoque autodestructivo.

El otro día, sin ir más lejos, alguien cercano tuvo un accidente de tráfico y me comentó su temor, que ante una serie de desgracias consecutivas en su vida, tuviera algo que ver energéticamente la ex de su reciente nueva pareja, teniendo en cuenta lo que conoce de ella. Es decir, que hasta ese punto de daño puede hacer quien no sana y no permite vivir en paz a los demás.

Viven en comparación, incapaces de aceptar que la otra persona eligió y no fue a ell@s. Y no es culpa de nadie. Esa frustración se transforma en rabia, tristeza y, finalmente, en una adicción emocional. No son conscientes de que esa fijación solo empeora una baja autoestima, un apego ansioso y una profunda desconexión con su propia vida.

El ego no soporta admitir la pérdida, y vive anclada en historias que terminaron hace poco o mucho. Mientras tanto, la otra parte implicada probablemente ni siquiera los recuerda. He sido testigo de cómo su estado psicológico oscila entre la ira, la depresión y la negación, sin saber el daño que eso genera en su bienestar.

En mi caso, no me escondo en decir que he tenido bastantes relaciones sentimentales y muchos “casi algo” y cuando me entero de que un ex, o un “casi algo”, está con alguien, me alegro sinceramente por él. Le deseo lo mejor tanto a él como a su nueva pareja y sigo con mi vida. Esa es la verdadera señal de haber cerrado un ciclo desde el cariño y el respeto. Practicar dejar ir en paz.

También he vivido situaciones en las que no fui elegida. Y no pasa nada. Al principio duele, luego se acepta, se pasa el duelo, se desenamora y se sigue adelante. En una vida entera, quizá solo una o dos personas llegan a reconocernos de verdad, y eso ya es un milagro en un planeta con miles de millones de almas.

Aceptar que no todos nos van a elegir es un acto de humildad que baja del pedestal al ego. El amor no se mendiga ni se impone: simplemente sucede cuando es mutuo. Y no sucede con todo el mundo. Sucede pocas veces… pero cuando llega, se siente como un hogar.

Cuando alguien inicia una historia con otra persona, no tiene nada que ver contigo. Sencillamente ya no se está en esa ecuación. No es que no fueras suficiente, ni raro, ni menos valioso. Simplemente, no eras su persona. Y probablemente él/ella tampoco era la tuya. Hay que aceptarlo con madurez. Y si hiciste algo que llevó a esa persona a alejarse, toca autocrítica. 

Sinceramente, me alegro por todos esos vínculos que no florecieron conmigo, porque también dejaron su enseñanza. Les deseo crecimiento y felicidad. Si no era conmigo, que sea con quien realmente los haga brillar.

No pienso perder un minuto comparándome ni mirando atrás. Lo hice una vez y me arrepiento profundamente de ese error. Aquí nadie está exento de sombra... Una vez, hace muchos años, me descubrí mirando a una persona durante unos segundos. 

Lo hice sin intención de herir; solo fue un reflejo de la inseguridad que por aquel entonces atravesaba. Un impulso humano, pero no uno que me representara. Ocurrió el día después de un dato que recibí para que no hubiera malentendidos. Así que reaccioné desde la curiosidad y la vulnerabilidad. 

No me siento orgullosa de aquello y me responsabilizo. No volví a repetirlo, con nadie. No me interesan las miradas invasivas ni tampoco me gusta que las tengan conmigo. Nunca me han aportado nada las dinámicas de rivalidad en ningún ámbito. Siempre he tenido claro que, si algo exige eso, entonces no es un espacio en el que yo deba permanecer, y prefiero apartarme.

Aquella época me enseñó que estaba segura de mi vínculo y de mí. Y sobre todo me brindó con absoluta claridad qué no volvería a permitir en mi interior. 

Hoy veo a algunas personas atrapadas en esa obsesión y lo único que reflejan es una brecha abierta. Convertir la nostalgia en obsesión es dependencia emocional. Lo mejor es pasar página. Saber soltar y volver a uno mismo. Dejar de vigilar, de competir y por favor, dejar de alegrarse del fracaso ajeno. El rencor no embellece, sino todo lo contrario. El bienestar interior está en soltar con amor.

La verdadera libertad empieza cuando comprendes que no necesitas que todos te quieran. Ser elegido no es el premio; el premio es encontrarte a ti mismo mientras sueltas. Es darte valor sin depender de la aprobación ajena. Es mirar hacia adelante y, si tu vida no te llena, cambiarla. Obsesionarse con quien ya siguió su camino no es opción. Aceptar que no eres para todos. Y que no hace falta serlo es liberador. Lo serás para quien también lo sea para ti.

Es muy importante aprender a perder con dignidad. Todos hemos perdido alguna vez o varias veces. Recordar que el amor más grande que existe es el de quien sabe soltar.

Fuerte abrazo y otro que también me lo doy a mí. 


Beatriz Casaus 2025 ©


A continuación, un poema inspirado en procesos emocionales humanos:

Sangre rota


Se ahoga con una nube, 

espesa como un cuarto sin ventanas, 

suspendida sobre su memoria. 


Confunde el ocho con el ochenta,

la herida con el espejo,

la verdad con su reflejo distorsionado.


El placer se volvió un caramelo agrio, 

pegado al paladar del recuerdo,

fermentado en un silencio antiguo.


Rumia la congoja del rechazo

como res que no sabe morir. 

Escucha, por si el aire pronuncia 

su nombre en otra piel. 


Hambre de fallos, 

olfato fino para el error ajeno,

bebe desdicha como salvación.


En su incesante hurga,

celebra naufragios que no sanan,

queriendo drenar el suyo.


Se abre casa

en la carne irritada

que no cicatriza.


Vive en bucle detenido.

Se atrapa reviviendo 

la identidad que le brindaba.


Muerde un fantasma prestado,

apego a lo que ya no existe.


Idealiza hasta momificar

como si fuera tumba

y no puerta cerrada.


Es presa de sus propias cadenas. 

No hay furia más meticulosa

que el despecho no resuelto.


La sombra que alimenta un amor

que nunca se dijo en voz alta.


Habita el deseo no culminado,

pero no llega el final.

Tira del hilo del recuerdo

hasta arrancarse los días.


El peligro no es la herida,

ni el filo, ni la sangre.

El peligro es creerse dueño

de lo que nunca tuvo. 


Beatriz Casaus 2025 ©




lunes, 10 de noviembre de 2025

La correa invisible

 “Las emociones son la guía del alma. Es una de las formas que la conciencia y el alma tienen de comunicarse. Si algo te hace sentir bien, estás en el camino correcto. Si algo te hace sentir mal, no sigas por ese camino aunque tu mente te diga lo contrario.” ("Quién eres tú y qué haces aquí. El libro de iO" de Jesús Yanes)


"Le temen al amor, porque crea un mundo que ellos, no pueden controlar." (George Orwell, en su libro "1984")




La correa invisible


El otro día, mientras paseaba a mi perrito Lolo, me di cuenta de algo que llegó a mí de forma fortuita y que me pareció una enseñanza preciosa. Hay momentos, cuando el camino está despejado y no se ve a nadie venir, en los que me gusta desatarle la correa y dejarle correr libre.

Verle moverse sin miedo, siguiendo su instinto, oliendo cada rincón como si fuera nuevo (aunque lo hayamos caminado cada día), me produce una emoción difícil de describir. Es una mezcla de ternura y una especie de alivio sereno de percibirle así de libre.

A veces, sin que yo le diga nada, él decide caminar a mi lado. Lo hace porque quiere, no porque deba. Camina junto a mí hasta que le apetece, y cuando siente el impulso, vuelve a alejarse para explorar, husmear o simplemente disfrutar de su independencia. Y en ese gesto, tan sencillo y tan natural, comprendí algo profundo sobre el amor.

Me di cuenta de que lo que sucede entre mi perro y yo se parece mucho a lo que busco en mis relaciones, ya sean de pareja, de amistad o incluso de familia. Yo no quiero amar desde la posesión, ni desde la necesidad de tener al otro atado a mí. Me gusta la libertad. Me gusta ver felices a quienes amo, plenos en su propia vida, aunque eso signifique que a veces toman caminos distintos o momentos de distancia.

Amo con locura a Lolo, lo amo como se ama a alguien que te ha enseñado a mirar la vida con ojos más limpios. Y lo mismo me pasa con las personas que quiero, pero sé que el amor verdadero no es retener, sino confiar. Que amar de verdad implica renunciar al control, al miedo, a ese impulso de asegurarse constantemente de que el otro “sigue ahí”.

El amor, cuando es auténtico, no necesita cadenas. No exige presencia constante ni vigilancia silenciosa. Quien te ama de verdad no necesita estar atado en corto: se queda porque quiere, porque su corazón ha elegido quedarse. Así como yo misma lo hago. Es paradójico comprobar, que cuanto más libertad y espacio das, más quieren estar a tu lado. Más muestran quererte, tenerte y estar a cada momento contigo. Porque lo que no se demanda, nace en el otro de forma genuina.

Creo que la felicidad y la libertad están profundamente unidas. Y esa libertad no significa desapego emocional o indiferencia, es todo lo contrario, pero de forma sana, se trata de madurez emocional. Comprender que nadie nos pertenece, y que la belleza de los vínculos está precisamente en su naturaleza cambiante, viva y humana.

Hay amores que se marchitan cuando se aprietan demasiado, y otros que florecen cuando se les da espacio para respirar. Por eso, amar, de verdad amar, es también saber soltar un poco. Es entender que el amor se fortalece cuando se confía, cuando se celebra la autonomía del otro, cuando uno se alegra de su vuelo en lugar de temer su distancia. No hay amor más grande que el de una madre hacia sus hijos. Y, sin embargo, llega un momento en que debe permitirles alejarse. Porque ese amor no se pierde nunca. Su forma más pura se expresa en la libertad que les concede. Y ese amor les impulsa. 

Así como Lolo, que corre libre y, aun así, vuelve siempre. Vuelve porque sabe que este vínculo no depende de una correa, sino de algo más profundo. De una conexión invisible hecha de respeto, ternura y libertad compartida. Y quizá eso sea, en el fondo, el verdadero amor: dejar ir… sabiendo que cuando se ama, nunca se va a ningún otro lugar que no sea estar a tu lado. 


De tanto amor


Yo solo quiero hablar de amor,

de esa materia inocente y prístina

que no se derrite 

de tanto usarla. 


En el epígrafe de vivir

hay un vacío 

que se siente cercano

de tanto que acompaña.


No me interesa vivir

sino es de la mano de un otro 

que me la ofrece y que creo mía,

de tanto tenerla. 


El amor es baluarte 

de la verdadera religión,

esa que no juzga ni ciega las obras

por sus creencias,

de tanto tergiversarlas. 


Yo solo quiero hablar de amor,

del que se dobla cuando se da,

de tanto repartirlo. 


Pero no todos los que aman

saben hacerlo sin que duela,

de tanto reclamarlo.


Hay amores que nacen del hambre

y otros del asombro;

los primeros se devoran a sí mismos,

los segundos permanecen,

de tanto admirarlos. 


El amor también es una grieta

por donde se escapa la luz

y entra la sombra.

A veces cura,

de tanto sostenerla. 


Hay quien ama como quien reza,

sin saber si alguien escucha.

Y aún así el amor responde

de tanto creer en él.


Amar de verdad, amar,

es dejar que el otro exista sin ti,

sin insistir,

más allá del reflejo,

más allá del miedo,

más allá de la idea de “mío”.


Hacer crecer el amor dentro,

como un río que ensancha su cauce

y se desborda sin miedo

cada vez que aprende a fluir,

soltando su caudal,

de tanto nombrarlo.


Y aunque duela soltar,

aunque a veces duela 

y te hagas ceniza,

yo solo quiero hablar de amor,

de ese que no se agota,

de tanto practicarlo.


Recitar con el corazón,

para no manchar el alféizar 

de mi coherencia.

Es lo único a lo que aspiro:

amar, para no temer.


Porque el amor, cuando se da, 

se multiplica.



Beatriz Casaus 2025 ©






lunes, 3 de noviembre de 2025

La oportunidad para renacer


 “No sé lo que es no tener emociones profundas. Incluso cuando no siento nada, lo siento completamente.” (Sylvia Plath)




El 23 de octubre comenzó la tan temida y a la vez fascinante, temporada de Escorpio. Estamos ante semanas desafiantes en las que todo se siente con una intensidad fuera de lo común. Porque si hay una palabra que define a este signo, es precisamente intensidad. Bajo esta energía, nada pasa de puntillas. Se ama, se teme, se desea y se revela más. Es el inicio simbólico del descenso al inframundo. También tiene el potencial para ser un mes de alquimia interior. Dependerá de nosotros.  

Escorpio está regido por Plutón, el equivalente a Hades en la mitología griega, el conocido como dios del inframundo. Y esa es la clave para entender la vibración de esta etapa. Lo oculto sale a la superficie. Lo negado o reprimido pide ser visto, como diría Jung. Lo que evitamos por miedo al dolor, exige transformación. Escorpio rige el poder, el control, la sombra, la profundidad, el orgullo, el magnetismo personal, la muerte simbólica y el renacimiento. Si Libra buscaba armonía y diplomacia, Escorpio es brusco y viene a arrancar el velo. La cruda verdad sustituye a la verdad maquillada por Libra. Ante Escorpio no hay escapatoria. 

Y esta temporada no llegó sola. La comenzamos con un stellium histórico en Escorpio (Sol, Luna, Marte, Mercurio, Venus y Lilith). Una configuración tan atípica como explosiva: un auténtico cóctel molotov a nivel emocional y psicológico. Es el precipicio arquetípico: el lugar donde uno se enfrenta consigo mismo. O atraviesas la sombra, o la sombra te devora o te destruye, y si eres tan valiente como para cruzar tus profundidades, para mirar de frente tus miedos, tus obsesiones o tus heridas y no huir, la recompensa es el renacimiento, cual ave fénix. Pues esta energía aunque es la más difícil, otorga el mayor regalo. Si la superas, se crece exponencialmente. Lo difícil es precisamente, lo que eleva. 

Podemos hacer un paralelismo a través de la escena en la que Gandalf, en la película El Señor de los Anillos, desciende a las profundidades y libra la batalla más dura de su vida contra Balrog, un temido demonio en las Minas de Moria. Gandalf muere simbólicamente y renace convertido en Mago Blanco. Sufre su gran metamorfosis después de vencer a su mayor miedo. Ese es el camino escorpiano, morir para renacer más poderoso, más sabio y más auténtico. 

Y este momento habla precisamente de eso, de enfrentarnos a nuestra propia sombra, miedos más profundos y todo aquello que nos confronta. De Escorpio no se puede huir, pues estamos hablando de Plutón, su regente, que es un planeta tremendamente poderoso, aunque sea un planeta enano. 

Con Escorpio, las emociones están a flor de piel. Hablamos de una energía de opuestos, no de colores intermedios. Hablamos de blanco o negro, de día o noche. Escorpio no entiende de medias tintas, si quiere algo, lo quiere todo, si quiere a alguien, lo quiere todo de él. Por eso su lado oscuro, tiene que ver con la posesividad, el control, la manipulación, los celos, la envidia, la comparación, el odio, el rencor, la oscuridad, la venganza, el poder, la obsesión, el sexo sin control, la intensidad desmedida, los estallidos de ira. Por eso Escorpio es tan temido, porque en su sombra, rige emociones poco beneficiosas. Las que llevan a un individuo a vivir en un estado interno parecido al infierno, de ahí que El Hades en griego, era el infierno.


No olvidemos que Marte es también co regente de Escorpio junto con Plutón y que está en domicilio. Marte, planeta de la guerra y de la acción, en Escorpio puede explotar, da determinación y gran voluntad para conseguir lo que nos proponemos, pero también puede dar poco control de la violencia y la ira sino hay consciencia detrás que lo sostenga. 

Plutón no es una energía sencilla precisamente. Lo vimos en 2020 con la famosa conjunción Plutón–Saturno en Capricornio, activadora de crisis históricas como pandemias, guerras o colapsos sociales. Cuando Plutón actúa, nada permanece igual. Su función no es destruir por destruir, sino destruir lo que es falso, decadente o insostenible. 

Recordemos lo que pasó en 2020 con “el bicho”. Recuerdo la tardevieja del 31 de diciembre de 2019. Estaba con unas amigas celebrando, y entonces me preguntaron, como viene siendo habitual, cuál era mi pronóstico para el próximo año.  Vieron que me puse seria y les dije que no sería un año bueno o fácil, sino que iba a ser muy duro y que se produciría algo gordo que iba a cambiar todo. Las personas que me conocen, no están acostumbradas a que de mensajes pesimistas, así que no se lo podían creer. Me preguntaron si estaba segura y vaya que si lo estaba… 

Tres meses después me dieron la razón. Ocurrió la famosa y temida conjunción Plutón- Saturno en Capricornio que junto con Marte y Júpiter también haciendo conjunción, para cualquier persona que entienda de astrología y de astromundial sabe, que eso era un factor determinante de crisis muy severas. Esa misma configuración o parecida estaba presente cuando se dieron eventos catastróficos como la peste negra, la primera GM, la aparición del virus del sida…

Así que cuando hablamos de Plutón no hablamos de energías fáciles. Sin embargo, tal y como quiero recalcar, sólo lo difícil nos lleva a nuestro mayor crecimiento, así que es una energía poderosa para evolucionar, una vez superada, a nivel humano. El gran proceso alquímico. 


Lo que tengo claro es que los niños que hayan nacido estos días, con este stellium en Escorpio tan significativo, no pasarán desapercibidos. Tener Sol, Luna, Marte, Mercurio, Venus y Lilith en Escorpio otorga una energía potentísima, pero mal configurada, puede ser lo más peligroso con lo que te puedes topar. No me gustaría estar en la piel del enemigo de esos nativos. Ni de lejos. En positivo, serán personas que consigan lo que se propongan.


Conozco mucha gente con Luna en Escorpio, personas amadas por mí, que pasan verdaderos dramas en sus vidas por sus propias vidas emocionales. Es una energía difícil de gestionar tener la luna emplazada ahí, pues en astrología se dice que está en caída. Son famosas por vivir emociones profundas, memorias que no se olvidan jamás y heridas que tardan en cerrar o que nunca se cierran. Albergan resentimientos que pueden enquistarse si no se trabajan. 


La sombra de esa luna confiere personas que no olvidan, que viven en el rencor y pueden tener sentimientos de venganza. Además son obsesivos y siempre viven en su herida emocional. No pueden pasar página y si lo hacen, se guardan ante los demás lo que verdaderamente sienten. Son muy celosos de compartir sus emociones, o vida privada con quien no sea parte de su círculo más íntimo y a veces, ni con ellos. Pueden odiar en silencio.


Si a esta posición le añadimos Mercurio y Venus en Escorpio, además de la Luna, estamos ante personalidades con una marcada tendencia a la intensidad emocional, que puede manifestarse en forma de posesividad, celos, envidia, obsesión y deseo de control. Son personas perceptivas, sibilinas y estratégicas, capaces de moverse con sigilo y leer entre líneas con inquietante precisión. Cuando se sienten amenazadas, pueden convertirse en enemigos temibles, porque vigilan desde la sombra, analizan cada movimiento y esperan el momento exacto para clavar su aguijón. Personalmente, no me gustaría implicarme en una relación sentimental con alguien que tuviera esta configuración: me resultaría asfixiante. Eso sí, la lealtad que poseen es indiscutible, aunque yo prefiero una lealtad nacida de la confianza y la libertad, no del control ni la obsesión.  


Así que si a la Luna, Mercurio y Venus en Escorpio, le añadimos el Sol, Marte y Lilith, ya no tengo registro alguno del tipo de persona que puede ser. Hablamos de un perfil psicológico potentísimo: capaz de logros extraordinarios o de autodestrucción, si la sombra gobierna al yo. Escorpio es poder. Cómo se use ese poder, ya es otra historia.

Lo que sí tengo claro es que su fuerza de voluntad será férrea, así como su capacidad extenuante de concentración, enfoque y focalización. Pero puede ser tremendamente peligrosa o dominada por las peores pasiones del ser humano. E incluso si está mal aspectada, podría ser malvada o cruel. 


Mal configurado, también tiene que ver con la brujería y las malas artes. No es de extrañar que personas con varios planetas en este signo, como he citado antes, hagan uso de estas energías de baja vibración para conseguir sus propósitos. Lo que quizá desconocen es que todo lo que hacemos o enviamos hacia otra persona, tarde o temprano se devuelve multiplicado a quien lo envía. El uso de ese mundo es muy perjudicial para quien lo realiza así como para quien lo encarga. Lo más conveniente es estar lo más alejado de esas energías, no usarlas jamás y enfocarse solo en Dios. 

No es casualidad que en esta época se celebre el Día de los Muertos en México el uno y dos de noviembre. Escorpio rige el final de los ciclos, lo que está bajo la superficie, la psicología, los misterios, el tabú, lo oculto, lo esotérico y lo que debe morir simbólicamente para que algo nuevo pueda nacer.  Rige la muerte y todo lo relacionado con ella, por eso precisamente durante su temporada se festeja Halloween, (en otro post hablaré de mi opinión personal sobre esta fiesta pagana) Tiene interés por indagar y va hasta el fondo de todo. Son personas con gran profundidad, interesadas en temas esotéricos o espirituales. Pueden tener mentes detectivescas. Les interesa la psicología, para llegar a la profundidad de la psique de las personas. Por eso muchos escorpio son psicólogos. 

Esta temporada trae una consigna clara: soltar, purificar, cortar, exponer la verdad, renacer.  En fin, estamos ante una temporada poderosa, con gran potencial para la purga y el dejar atrás lo que no sirve. Escorpio obliga a soltar y no lo hace de forma suave como lo haría Libra. Escorpio te dice “o sueltas, o te hago soltar yo”,  sin anestesia. Muestra la cruda realidad tal y como es. 

Si tuviera que describir esta energía con imágenes, sería con el universo estético de las películas de Tim Burton, o con la moda siniestra. Eso describe bien el arquetipo escorpiano. Que tiene que ver con el color negro o tonos oscuros, una belleza oscura, profundidad emocional, sombras, oscuras obesiones… 

No será un tránsito suave. Pero sí será valioso, poderoso y necesario. Es tiempo de limpiar, de mirar hacia dentro, de dejar morir viejas pieles, de enfrentar lo que duele… y de salir más libres.

Que tengas una temporada de Escorpio reveladora, profunda y transformadora. Nos vemos después de la metamorfosis.

Un abrazo.



Beatriz Casaus 2025 ©