sábado, 7 de abril de 2018

Nacimiento


“Cuando tu alma en capullo presta oído al bullicio mundanal; cuando responde a la  rugiente voz de la Gran Ilusión; cuando temerosa a la vista de las ardientes lágrimas de dolor, y ensordecida por los gritos de desolación, se refugia tu alma, a manera de cautelosa tortuga, dentro de la concha de la Personalidad, sabe, discípulo, que tu alma es altar indigno de su “Dios” silencioso”. (Extracto de “La Voz del silencio” de Helena Blavatsky)



Nacimiento

Llevo toda la vida deseando aprender y ahora, descubro impávida, que lo único que necesito es desaprenderlo todo.

Quedarme vacía, para observar lo que no se puede comprender con la razón.

Volar hacia la cumbre de un precipicio donde el sol todo lo inunda, con su majestuoso silencio.

No hay sombras que ocultar. Todo es diáfano, incluso la mente.

Miro hacia el océano perdido mientras toco con mi mano desnuda el cabello de un niño que pregunta qué es real.

Y creo que él lo sabe mejor que yo.

Alados, volamos sin cuerpo hacia una realidad inefable.

Perdidos en el mundo de los sentidos nunca la hallaremos, nadaremos en ella cuando hayamos dejado de ser nosotros.

Sumergidos en sus profundidades  de vida.

No existe vocabulario que pueda escribir lo que es dejar de ser hombre o dejar de ser mujer.

Intuyo que nunca podré compartirlo.

Sé, que soy amor, aunque a veces no lo sepa.

Cada átomo de materia está hecho de amor, y es lo único que quiero ver en los demás.

Aunque mis malas acciones y las de ellos intenten confundirme.

Siempre existirá el perdón como recompensa.

En este mundo de formas rudas el arte sugiere qué hay detrás.

La fuente que lo imagina debe ser la belleza en sí.

¿Y si todo lo creado existe también en mí?

Debo abandonarlo todo para ver. 


No es morir, es nacer lo que nos espera.



Beatriz Casaus 2018 ©