domingo, 29 de abril de 2012

Todo es un Rezo


El árbol reza con sus hojas,
y el niño musita sus plegarias
cuando se alegra.

Las oraciones se oyen
en los dormitorios,
para que la dicha
borre sus miserias.

El alba le pide a la noche
exhalar su último aliento,
para que la mañana y la tarde sean.

Las voces de los que duermen
creen erróneamente, que les vienen
dadas desde afuera.

Las flores le suplican a la lluvia
que les honre con su presencia
y las aguas de esa lluvia,
solo encuentran su cauce
cuando alumbra el sol de la primavera.

Las brumas de la mañana
anuncian que un nuevo día llega.

Ser religioso, es ver a un hermano
en los ojos de cualquiera.

Hay tantas religiones,
como hombres
hay en la inmensa tierra.

La propia existencia, le reza
al abismo que contempla.

Todo ser cuando se ríe
al mismo tiempo, reza.

Beatriz Casaus 2012 ©



martes, 17 de abril de 2012

El Abrazo a la Soledad

Quise prosperar individualmente
y tuve dos ventajas:
mi autonomía y mi libertad,
con el único inconveniente
de que no podía mentirme.

Buceé en un oasis
en medio del desierto del gentío
y navegué en las propias profundidades
sin quedar a la deriva del desamparo.

Encontré el placer de cuidar de mí,
en todo momento.
Me convertí en mi mejor amigo,
para poder compartir
con los demás,
ningún apego.

Puse a la soledad en entredicho:
“No es triste estar solo,
sí lo es rodearse de gente inapropiada
y consagrarse a una vida ficticia”.

No traté de ser un solitario,
sino de saber estar solo.

Hallé la gran satisfacción
de la compañía propia,
y el privilegio de estar
a solas con los demás.

Lo mejor de la soledad
es saber que en realidad,
es imposible estarlo.

Beatriz Casaus 2012 ©

(Gracias Victoria por tu amistad incondicional y por regalarme esos libros que se están convirtiendo en una fuente de inspiración para mí. No tengo palabras de agradecimiento más que decirte.. ¡que te quiero hermana! :) )




lunes, 9 de abril de 2012

No quiero ser otra cosa que Dulzura

(El intangible cariño
con el que mi cuerpo responde 
al mundo que le rodea).


Juzgan de fácil ser dulce
y yo sufro rebelándome
al concepto errado
que despierta.


El camino mundano,
le castiga con razones arbitrarias,
le obliga a creer
que ha crecido en años,
no en experiencias traumáticas.


La gente dulce es más intensa.
Solo con intensidad se combate
contra lo más profundo:
el odio y la ira interna.


Como un cartero que reparte
mensajes de sentimientos, 
la dulzura entrega caricias
con funcion protectora
a donde mas se necesita.


Incluso el más sabio tiene aún
algo que aprender,
a no llenarse la boca de flores
cuando va todo bien,
sino cuando se tiene 
la herida abierta. 


Suyo es el lenguaje del amor,
producido por el mismo material,
del que están hechos los abrazos.


Los gestos dulces 
no hacen falta traducirlos.
Los envuelve la ternura
escondida de los valientes 
que se atreven a ELEVARSE.


Necesito esa esencia,
olvidada por los hombres
que los ángeles aún conservan:
“Pureza en estado puro”.


Con dulzura, 
es como quiero vivir,
desde hoy 
y hasta el día en que me muera.


Beatriz Casaus 2012 ©

domingo, 8 de abril de 2012

Juntos hasta que la muerte nos separe


- No voy a pensar más en eso Padre. Me hace daño. Es increíble la capacidad que tengo de luchar contra mi misma, puedo ser mi peor enemigo. Podría reorientar esta energía en favor de algo constructivo como dice mi doctor, en lugar de flagelarme continuamente de este modo... cuarenta latigazos son capaces para acabar con la vida de un ser humano ¿verdad?, ¿pero, y qué hay de los latigazos mentales? son igual de mordaces y sin embargo nadie se atreve a hablar de ellos. Le explico. A altas horas de la madrugada, regresó mi marido. Entró de puntillas sin haberse quitado aún sus zapatos del trabajo, cerré mis ojos para que no se diese cuenta que aún seguía despierta. Se quitó la ropa comenzando por deshacerse el nudo de su corbata, su traje lo colocó doblándolo por los picos de forma que a la mañana siguiente yo no tuviese que plancharlo y lo colgó todo en una percha que hay en frente del espejo, como hace todos los días de forma mecánica y rutinaria. Cuando se tumbó a mi lado yo apreté aún con más intensidad mis ojos con la intención de pegar mis pestañas las unas con las otras y así no tener que hablarle. Él se durmió enseguida y pronto empezó a roncar con esa intensidad que sólo los animales igualan. No se dio cuenta, pero yo percibí olor a mujer en su cuerpo.
A la mañana siguiente, se despertó a la misma hora que todos los días y se desnudó para ducharse. Yo seguía haciéndome la dormida. Aunque se desnude delante de mí no me interesaba su cuerpo, ni para mirarlo ni para tocarlo, comprenderá que me lo sepa de memoria... había dormido escasas horas aquella noche, así que me di la vuelta y me recosté sobre mi brazo derecho para intentar conciliar el sueño. Empecé a sentir pena por mí misma. ¿Por qué no era feliz? ¿Qué pasaba en mi interior que no me hacía disfrutar de mi vida a la que tanto empeño dediqué en construir del modo exacto en que era? Créame que tan siquiera encontré respuesta.
Esa misma mañana hice el ejercicio que me recomendó mi doctor. Recordé los momentos en los que éramos felices e intenté traer al presente esos sentimientos: cuando nos conocimos, las primeras citas, la forma en la que hacíamos el amor al principio… aquella sensualidad en los primeros viajes... pero... ¿por qué me pediría matrimonio entonces? Nunca me sentí preparada para dar el sí quiero a alguien. Creo que desde siempre lo concebí como un tipo de cárcel. De aquello puede que tuviesen parte de culpa mis padres, a esta conclusión llegó mi doctor. Se habían pasado la vida repitiéndose el uno al otro que se arrepentían de haberse casado. Pero claro, yo iba de camino a cumplir veintiocho años y no estaba bien visto que "una-señorita-aún-no-se-hubiera-desposado". Las parejas deben pasar por el altar. Es la norma social y el paso que se debe tomar en algún momento de la relación...pero... ¡a mí nunca me había hecho demasiada ilusión! Sin embargo me casé, digamos, por inercia y bueno...por no decirle que no a mi marido. Empezamos a vivir juntos y creo que ahí comenzó todo. La rutina se empezó a apoderar de nuestras vidas. Puede que incluso haya sido la causa de que ya ni tan siquiera hagamos el amor y de que yo le ponga cualquier excusa las pocas ocasiones que me lo ofrece. Creo que eso fue el comienzo de todo… de que poco a poco, empezara a desilusionarme por aquello que me rodeaba: la casa, los amigos comunes que parecen felices en sus matrimonios, la eterna preocupación por el dinero, ser ama de casa sin vida... sin embargo, socialmente somos reconocidos e incluso un ejemplo de pareja bien avenida. ¿Pero dónde quedo yo en todo este circo? ¿Hace cuánto que no me río hasta que me duele la tripa Padre? ¿Hace cuánto que no dedico mi tiempo en hacer algo que me interesa? Me he convertido en una prolongación de la vida de mi marido y creo que me he anulado no solo como mujer sino también como persona.
Pasaron tres semanas desde aquel pensamiento: El de que fue un error haberme casado. Y durante esas semanas pasó un acontecimiento deseado por mí. Mi marido me confesó que se había acostado con la señorita que hace los recados en su trabajo. Yo le dije a mi marido que de señorita tenía poco y desde entonces dormía en el diván. Aquella muchacha acababa de dejar la adolescencia, sus carnes aún seguían erguidas y duras, una chica muy risueña y aún lo bastante joven como para fingir orgasmos con un amante como mi marido. Yo ya no quiero jugar el papel de estar perfecta físicamente para él. El tiempo pasa para todos y para una mujer guapa, es aún más duro aceptarlo, entiéndalo.
Fingí estar enfadada con él por su infidelidad pero en realidad aquello me había confirmado lo que yo intuía: ¡que me importaba un comino! Es mi oportunidad para dejarle y para no aguantar más una vida que ni me motiva ni me satisface. Me da igual si de ahora en adelante me tachan de solterona o de no saber conservar a un marido, mi libertad es mucho más importante que todo eso. He decidido que dejaré la ciudad y empezaré a hacer lo que me gusta, encontraré un trabajo ¿ha escuchado? seré una mujer libre, y seré, una mujer realizada. ¿Qué opina, Padre?
- Percibo cierto alivio de sus dudas y un alto grado de sosiego en sus palabras. En realidad, me parece una mujer demasiado inteligente y más cuerda de lo que están la mayoría de las mujeres que se confiesan. Sin embargo, me veo en la obligación de tener que hablar con su doctor para que le recete un medicamento para la mente y los problemas del sentir. No se preocupe, no tendrá efectos secundarios más que los que le harán olvidarse de estos pensamientos. Se encontrará de nuevo feliz conviviendo y verá cómo con el tiempo todo se soluciona. Usted venga aquí las veces que quiera para desahogarse y para rectificar esa visión de su matrimonio. Tómese esa medicación, hágame caso.
- Padre, ¿desde cuándo un sacerdote es un psiquiatra que prescribe medicación y desde cuándo es una enfermedad decir la verdad? Las apariencias es todo lo que he tenido en estos últimos años y por Dios, ¡que no quiero continuar con esa falsa!
- Por favor, no utilice el nombre de Dios en vano y menos aún en mi presencia, ¿quién le ha dicho a usted que yo no sea psicólogo? puede que no tenga el título, pero desde luego mi labor es similar. Hágame caso que como intermediario entre el cielo y la tierra que soy, el matrimonio es un sagrado sacramento y el mayor regalo que le puede suceder a una pareja que se quiere. Ustedes fijaron los votos ante los ojos de Dios y se juraron permanecer juntos en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe.
- Pues que nos separe la muerte entonces. ¡Quiero ser libre! ¿Tiene veneno ese medicamento?
- El veneno perfecto para erradicar los pecados mentales.
- Usted no sabe nada del matrimonio Padre, más que lo que haya leído en los Evangelios o lo que le cuentan las mojigatas que se le confiesan. Hasta el propio Señor, no se casó con María Magdalena ¿Qué culpa tengo yo de ser una mujer con inquietudes? ¿De no querer depender de ningún hombre?
- El Diablo está hablando por su boca. Haga las paces con su marido y conserve sus votos. La vida en matrimonio es el mayor privilegio que le puede pasar a una mujer. Consérvelo.
-Si privilegio es ser infeliz, prefiero vivir en la miseria felizmente y no gozar de ninguno. A lo que usted llama pecado yo lo llamo inteligencia. Viviré a mi aire en la ciudad y tendré los amantes que quiera, si mi cuerpo avanzado lo permite, pero no me casaré. Como dijo Melibea en la Celestina: “prefiero ser una buena amante que una mala esposa”. Lo primero solía cumplirlo bien. Lo segundo, me atormenta. Gracias Padre por hacerme ver que por primera vez en mi vida y a mi edad, debería vivir del modo que yo quiero y no como se considera que debiera hacerlo, ni delante de la sociedad, ni de Dios.
- ¡Qué sacrilegio! Váyase pecadora y que Dios le absuelva de sus pecados.
-Amén.
Beatriz Casaus 2012 ©