sábado, 27 de diciembre de 2014

Pincel

"Yo no quiero un para siempre de unos meses, yo quiero un "poco a poco" que dure toda la vida". (Pablo Neruda)



A mi chico, porque lo escribí a su lado, aunque aún no estuviesen formadas las palabras.


(Foto de Antonio Soriano Ventura)



Pincel

Tan despacio como cuando caminas hacia mí,
con ese tempo lento
que te transforma en música
y convierte más diáfana
la distancia entre nuestros cuerpos
y a mí me entran más ganas de tocarte.
Tú eres espía en cabezas ajenas.
Tú que recorres los recovecos
más secretos de mi mente,
vacías mis ideas erróneas
y las exprimes para sacarlas de la prisión
de una imaginación no expresada.
Tú resides en el espacio
entre el amor y el dolor,
en esa franja tan delicada
que se puede romper
hacia cualquiera de los dos lados.
No sé quererte sin olvidar el día en el que estoy.
No me importa el número en el calendario,
si juegas a que me conoces
pero despiertas cada día
la misma sensación
de acabar de conocerte en mi estómago.
Cada día cuenta como único
si nos cogemos de la mano.
Tú que eres el primero
en mirarme por las mañanas
y el último por las noches.  
Hacia dónde irá este pincel
en mis dedos impregnado en tu olor,
tú que eres destino y camino a la vez.
Déjame pintarte  desde dentro,
desde este azul de guerra
entre dos pacificadores de diferentes bandos.
Este papel no tiene sentido sino.
Quise quererte demasiado
como para que tú hicieras lo mismo.
Fue una ilusión pasajera,
como cuando quise convertirte en mar
para navegar hacia tus profundidades
y casi me ahogo.
Luego quise dibujarnos
en un atardecer en un parque,
para que quedásemos atrapados
en un cuadro de felicidad.
Al final lo único que quedó
fue la intención de un boceto
con prisa por ser dibujo.
Tú que eres el pincel
que traza mis más grandes sonrisas,
te has quedado conmigo,
abrazándome como si nos sintiésemos vivos
y me has dicho que yo soy más importante
que todo lo demás,
en ese “todo lo demás”,
pueden entrar cosas tan grandes como montañas,
así que te debo importar mucho.
El barco se ha quedado varado en la orilla,
esperando a que estremezcas mis manos
y nazcas en ellas,
cuando tomes forma de balada en el océano,
como una línea muda que puede equivocarse.
Eres la inspiración, el impulso, la intención,
lo que motiva a los movimientos
a fabricar formas en una hoja en blanco,
de esas que no saben mirar atrás,
porque antes de ti no había nada.

Eres tú ese barco que ha olvidado
estar anclado en mis ojos,
los únicos que te miran de verdad
antes de dibujarte con este pincel
de amor,

tu bandera.



Beatriz Casaus 2014 ©



miércoles, 24 de diciembre de 2014

De ninguna parte

Un seguidor le pidió a Nisargadatta Maharaj que le aclarara. “Cuando miro a mi interior, encuentro sensaciones y percepciones, pensamientos y sentimientos, deseos y temores, recuerdos y expectativas. Estoy inmerso en esa nube y no veo nada más”, le explicó. Nisargadatta Maharaj, que vivía en los suburbios de Bombay, en una humilde choza de adobe, evitando toda posesión y entregado a aquellos que buscaban conciencia espiritual, respondió: “El que ve todo esto, y también la nada, es el maestro interior. Sólo el es, todo lo demás parece ser. Es tu propio yo, tu esperanza y seguridad de libertad; encuéntralo, aférrate a él, y estarás seguro y a salvo.”



De ninguna parte

Soy de ninguna parte,
ni de los arriba ni de los abajo.
Camino con prisa no vaya a ser
que me adelante mi muerte.
Acato relaciones espurias para no salir engañada.
Mi comportamiento es veleidoso,
según el día y la hora del instante de mi humor.
Conozco días de esos eternos que duran hasta hoy.
Me pliego entre la verdad y la mentira y así no me rompo.
He enredado ciertos agujeros
para hacer una enmarañada historia
de palabras extinguidas.
Llevo sombrero por si llueven injurias,
que últimamente el tiempo anda raro.
Estoy en medio de una decisión,
como perdida entre el punto
y la coma de una frase inacabada.
El éxito me había empobrecido.
Creí que nací para revelar algo importante
y lo único que he revelado han sido cobardes,
y a individuos colonizadores de otros
quienes rodean,
como  mosquitos atraídos por la luz
a personas que tienen música.
Soy de las que no  les gustan los títulos,
pues sólo sirven para que los demás te tilden.
Me rebelo ante las etiquetas que borran mi identidad.
He huido de ellos como de regresar a ser un baluarte de alguien.
Tengo un corazón polar,
me he exiliado de él para no ser vencida.
Estoy de regreso al final del principio.
Desolada, sin preguntas,
y más que eso no se puede estar.
Maniatada a medidas de autocontrol emocional,
cuando quiero chillar a voces me tengo que callar
y cuando tengo que decir lo que quería decir,
ya se me ha olvidado.

La ocupación de esos espacios vacíos y de los tiempos,
acaba suponiendo una invasión a la nada,
que es lo único que hay
vestido de formas transitorias.

No entro ni salgo en este juego.
De aquí no soy, está claro.
Me vuelvo a mi hábitat.



Beatriz Casaus 2014 ©


domingo, 21 de diciembre de 2014

Perdida

A veces 
tengo miedo 
de mi corazón,
de su hambre constante
de lo que sea que quiere.
La forma
en que se detiene
y comienza otra vez.

(Edgar Allan Poe)


Perdida

Insípida,
cubierta de oro,
atada a árboles perdidos.

Su pecho como cama.
Descansar.

El agua cubría sus espacios vacíos.

Para ella no había arena en el desierto.
Sólo tardes,
la abrazaban despacio.

Reír
como si nunca hubiera llorado.

El sabor del gélido aliento 
en su boca producía palabras frías.

Llevaba escrita muchas canciones,
pero no sabía oír su voz.

Quizás desnuda dentro mía
y al fin transparente.



Beatriz Casaus 2014 ©