sábado, 15 de junio de 2013

Pisar el suelo de las nubes

 Fragmento de una de las cartas que Néstor Paz le escribió cuando estaba en la selva a su mujer Cecilia: "Ninguna muerte es inútil si la ha precedido una vida dedicada a otros, una vida en que hemos buscado sentido y valores. Te beso tiernamente, te tomo entre mis brazos…".

"La mayoría de las personas buscan la experiencia de estar vivos, pero sólo unos pocos se atreven a buscar el sentido de la misma"(No sé exactamente quién lo dijo, pero era algo más o menos parecido y que guardo en mi memoria desde que lo oí...)


Pisar el suelo de las nubes

Varada a un destino ficticio,

velaba, sin ton ni son
por aquellos que aún lloraban
sin consuelo en el fragor de la batalla.
Ahora se le antojaban pequeños
los brazos que le dieron cobijo,
la querencia a la culpa
la tediosa inseguridad.
No los necesitaba más a su lado,
los había cambiado por el amor
que le susurraba amistosamente,
con un dulce lenguaje que llevaba
tatuado como himno en su alma.
Un vendaval se había desatado
desde su ventana
sin darla el tiempo preciso
para huir, desplegando la futilidad de unas alas
ancladas a la espalda,
como sus pensamientos lo estaban a su mente.
Se desató de lo conocido
y se desprendió del mayor peso 
para poder volar,
de sí misma.
Así, voló, voló como hacía ella en sus sueños,
de forma ineluctable,
emprendiendo un ascenso limpio, largo y recto
hasta llegar tan alto como las infinitas
connotaciones de una palabra pueden llegar.
Se estableció en las nubes,
que no eran escurridizas y etéreas
como durante tanto tiempo había creído,
sino contundentes y tan reales
como la luz o el silencio.
La piel del viento las daba forma.
Allí la justicia no se arrepentía
de sus decisiones,
ni la vida se resistía al giro
de las horas de la tierra.
Los sentimientos flotaban
y como no había nada,
tampoco había sombra.
Su efervescencia mística se hizo fuerte,
resultando rimbombante a un mundo
en el que entre suspiro y suspiro,
la gente envejecía.
Pronto el cielo no era oscuro
por las noches y florecían
las semillas más hermosas,
las de las ilusiones,
que se guardaban en el pecho
para que creciesen a sus anchas,
porque un corazón encomendado al amor
es más grande que cualquier otro,
y esperaría con la paciencia que queda
sin el paso del tiempo
hasta el día en el que todos pudieran
pisar ese mismo suelo,
o hasta que la mayoría aceptase
la realidad tal cual es,
una simple visión
desde donde uno elige estar.



Beatriz Casaus 2013 ©


1 comentario:

  1. Tienes toda la razón:
    "un corazón encomendado al amor es más grande que cualquier otro"

    Besos.

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