miércoles, 24 de diciembre de 2014

De ninguna parte

Un seguidor le pidió a Nisargadatta Maharaj que le aclarara. “Cuando miro a mi interior, encuentro sensaciones y percepciones, pensamientos y sentimientos, deseos y temores, recuerdos y expectativas. Estoy inmerso en esa nube y no veo nada más”, le explicó. Nisargadatta Maharaj, que vivía en los suburbios de Bombay, en una humilde choza de adobe, evitando toda posesión y entregado a aquellos que buscaban conciencia espiritual, respondió: “El que ve todo esto, y también la nada, es el maestro interior. Sólo el es, todo lo demás parece ser. Es tu propio yo, tu esperanza y seguridad de libertad; encuéntralo, aférrate a él, y estarás seguro y a salvo.”



De ninguna parte

Soy de ninguna parte,
ni de los arriba ni de los abajo.
Camino con prisa no vaya a ser
que me adelante mi muerte.
Acato relaciones espurias para no salir engañada.
Mi comportamiento es veleidoso,
según el día y la hora del instante de mi humor.
Conozco días de esos eternos que duran hasta hoy.
Me pliego entre la verdad y la mentira y así no me rompo.
He enredado ciertos agujeros
para hacer una enmarañada historia
de palabras extinguidas.
Llevo sombrero por si llueven injurias,
que últimamente el tiempo anda raro.
Estoy en medio de una decisión,
como perdida entre el punto
y la coma de una frase inacabada.
El éxito me había empobrecido.
Creí que nací para revelar algo importante
y lo único que he revelado han sido cobardes,
y a individuos colonizadores de otros
quienes rodean,
como  mosquitos atraídos por la luz
a personas que tienen música.
Soy de las que no  les gustan los títulos,
pues sólo sirven para que los demás te tilden.
Me rebelo ante las etiquetas que borran mi identidad.
He huido de ellos como de regresar a ser un baluarte de alguien.
Tengo un corazón polar,
me he exiliado de él para no ser vencida.
Estoy de regreso al final del principio.
Desolada, sin preguntas,
y más que eso no se puede estar.
Maniatada a medidas de autocontrol emocional,
cuando quiero chillar a voces me tengo que callar
y cuando tengo que decir lo que quería decir,
ya se me ha olvidado.

La ocupación de esos espacios vacíos y de los tiempos,
acaba suponiendo una invasión a la nada,
que es lo único que hay
vestido de formas transitorias.

No entro ni salgo en este juego.
De aquí no soy, está claro.
Me vuelvo a mi hábitat.



Beatriz Casaus 2014 ©


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