sábado, 11 de junio de 2011

Barcelona (Sants) - Madrid (Atocha)

 
 2h. 38 min 
208 euros el billete de clase preferente. Un dineral para un tren que sale a primera hora de la mañana. ¡Dios mío, no sé si voy a ser capaz de sobrevivir dos horas y media en este tren!, parece que me ahogo en tan pequeño espacio, menos mal que llevo esta camisa tan ligera... voy a tener que pedir una tila doble o tomarme el lexatín caducado que llevo en la cartera siempre por “si acaso”... Me siento destrozado. Estos 4 días en Barcelona han sido como tocar el cielo y el hecho de regresar a la cruda realidad me hace caer desde allí arriba sin paracaídas para mitigar el golpe. Estoy hecho polvo, como si me hubieran dado una paliza. Haber pasado tiempo con Leonor ha sido el mayor regalo que nadie me pudiera haber ofrecido. Su sutil compañía, que te dice todo aunque no articule palabra me ha reconfortado hasta la última célula de mi organismo. Y ahora aquí estoy. No he tenido el coraje para abandonarlo todo y quedarme con ella y vuelvo a lo conocido, al delirio de lo conocido. Mi mujer es una santa ahora que lo pienso por estar conmigo, ¿quién se casaría con alguien tan perdedor?... Leonor es un cielo, pero al mismo tiempo es un cielo gris y frío. No me ha respondido a ninguna de mis insinuaciones, sólo me ha sonreído y me ha preguntado que qué tal estaba yo, si era feliz, y hemos hablado de muchos temas ajenos a nosotros, ¡pero cómo voy a ser feliz si lo único que me hace feliz es ella! Me siento como un adolescente al que una simple sonrisa del ser querido le provoca felicidad sin necesidad de nada más. En ese aspecto, me vuelvo contento a Madrid. A un Madrid poco jocoso.
Pasé sólo la primera noche en el hospital, al día siguiente la dieron el alta y la mandaron a casa. Ha pasado muchas horas durmiendo y durante esos largos ratos conversé con su hermana Erika, su único familiar en Barcelona. Erika me contó la historia brutal de la infancia compartida de las dos hermanas. Resulta que su padre fue alcohólico y maltrataba a su madre y a las dos niñas. A los 15 años, Leonor decidió abandonar el hogar e irse a vivir con sus abuelos, pero al año y pico tuvo que regresar al hogar parental porque sus abuelos no la podían mantener. Durante ese tiempo, su padre empezó a abusar sexualmente de Erika que por aquel entonces era una niña. Y cuando volvió Leonor, también de ella. Su madre era una mujer hundida por el maltrato psicológico pero un día, cogió a sus dos hijas y les dio todo lo que había ahorrado para que escaparan lejos de allí. Les dijo que ella no las podía acompañar porque no podía dejar a su padre, debía seguir ahí, aguantar, porque para ella no había otro horizonte, que la habían educado así...pero que ellas no tenían por qué seguir viviendo ese sufrimiento. A Leonor le dio una pena enorme no poder llevar a su madre consigo pero la preocupación por la salud mental de su hermana pequeña la impulsó a hacerlo. Llegaron a Barcelona casi con lo puesto y allí Leonor se buscó las habichuelas por ella y por su hermana. Leonor trabajó en todo tipo de trabajos para mantenerse y llamaban todas las noches a su madre desde un teléfono público para pedirla que se fuera con ellas y para contarla cómo habían pasado el día, sin embargo su madre nunca aceptó y eso es algo que las niñas nunca entendieron, ni perdonaron. Leonor no consiguió formarse en nada. Su hermana sin embargo había aprovechado el tiempo y se sacó el graduado pagado con el esfuerzo del trabajo de Leonor y con el dinero de las ayudas del estado. Erika ahora estudia una carrera universitaria y Leonor lleva años trabajando de camarera en el bar donde ya lo conocí.
Una hora y 40 minutos. Estoy abrumado por Leonor, por su historia y por su presencia. Ahora puedo entender mejor por qué ella es así. No me quiero ni maginar el calvario que ha pasado desde tan joven. Su padre, los abusos, los abusos a su hermana, el sufrimiento de su madre y la poca valentía en su decisión de abandonarlas a su suerte, el papel de madre de su hermana, sus trabajos… Es una chica tremendamente fuerte e inteligente. Pena que no haya tenido la oportunidad de demostrarlo. Ojalá pudiera ayudarla en ese aspecto. En mi oficina hay mujeres trabajando que no tienen ni la E.G.B. finalizada, quizás podría meterla de administrativa y con el tiempo convertirla en mi secretaria. Ella es lo suficientemente lista como para aprenderlo todo. Tiene una mente rápida y capacidad de sobra para hacer cualquier cosa que se proponga. Además es culta, le encanta leer y aunque no tenga ningún título que la avale, es capaz de mantener conversaciones de todo tipo ya sean de temas científicos como de cualquier trivialidad.
Ahora que lo pienso su hermana también posee esa dulzura y amabilidad, en vez de ser violentas o problemáticas es como si lo único que quisieran dar al mundo es todo el cariño que ellas nunca recibieron. Son como dos ángeles mutilados. Leonor ha estado en su mundo estos días pero sé a ciencia cierta que es porque ya no se fía de ningún hombre. Creo que ni siquiera de mí. Ella misma me ha reconocido que ha vagabundeado el amor en la cama de cualquier hombre que le mostrara un mínimo de atención. Un modo muy particular de buscar afecto... ningún hombre en su sano juicio se acuesta con una mujer para eso, sólo pensamos en lo mismo y no es en cariño precisamente. ¡Me pongo enfermo sólo de pensar que ha pasado por las camas de tantos hombres!… Mi Leonor, que es una gran chica... pero yo no soy una ONG y no puedo ayudarla más que ofreciéndola trabajo, no puedo abandonar a mi familia para que se conviertan también en beneficiarios de los servicios sociales. Los quiero demasiado como para hacerles pasar por eso.
 Una hora. El camino de vuelta presenta un paisaje diferente. Dejar el mar atrás siempre da pena y adentrarse en las tierras áridas de Castilla, en sus interminables llanuras, en sus cálidos tonos y “la terrible estepa castellana” como decía Machado, provoca un choque. Este paisaje seco, amarillo, lleno de campos de cultivo me provocan ganas de salir corriendo por ellos. Ese dicho lo aprendí de mi abuela materna. Era de Cuenca y quería ser actriz pero trabajaba en el campo antes de venirse a vivir a Madrid. Recuerdo que me contaba que cuando estaba trabajando en el huerto, le daban ganas de salir corriendo por los llanos hasta llegar al escurridizo horizonte, que siempre era una línea horizontal... La aridez de Castilla aporta dureza en el carácter de las personas. Eso lo sé. Hay que ser muy fuerte para vivir en Madrid, por ejemplo. Los inviernos son muy duros, llegamos a veces a bajo cero y los veranos son extremadamente calurosos, sin una playa que los suavice. Su gente es dura también, caminan a toda prisa por la calle sin razón a veces y están acostumbrados a largas horas de transporte público, que se ha convertido en el nuevo hacinamiento del s. XXI según mi opinión. Es difícil estar en Madrid y al mismo tiempo es enriquecedor. Un dilema, como todo en mi vida, claro.
Una hora para llegar a Madrid, para ver a mi mujer, me ha dicho que me viene a buscar con el niño y que de allí nos vamos a comprar unos muebles para el jardín que los ha visto de oferta, me imagino que el niño sí que me preguntará por el viaje y me dolerá no decirle la verdad, así que le hablaré de la playa que a él le encanta. Vuelta a la rutina. El martes es el cumple de mi mujer y creo que el mejor regalo que la podría dar son presentarle los papeles del divorcio. No se merece que no la quiera. Mi corazón ya no pertenece a este sitio, se ha quedado a quinientos kilómetros de aquí y a nivel del mar.
¡Leonor! Es lo primero que me viene a la cabeza cuando me despierto... Mirar la monotonía del paisaje me ha medio hipnotizado y me he quedado dormido, ya sólo quedan veinte minutos para llegar a la capital. ¡Qué alegría me da siempre volver a Madrid! Me dan cosquilleos en el estómago cuando quedan pocos kilómetros para llegar, ya sea que viaje en avión, coche o tren, siempre tengo esa sensación…cuando paso más de 2 días fuera de aquí ya lo echo de menos y cuando vuelvo a recorrer sus calles, me siento en casa.

Tres llamadas perdidas en el móvil y un mensaje nuevo, a ver de quién son…
Leonor, Leonor, Leonor.

Beatriz Casaus 2011 ©

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