miércoles, 28 de diciembre de 2011

De aquello que nos acordaremos cuando nos visiten los santos


Viajes,
vueltas y más vueltas.
Y una caravana con destino incierto
y  un desconocido en tu cama 
te pregunta si quieres desayunar.
Mientras,
El rock and roll de Malasaña,
las melenas de los bares,
y el espejismo de la rebeldía incandescente
de un clamor sin aliento.

Tienes,
si quieres,
los cafés a medianoche bañados 
en whisky del caro.
Las preguntas que te haces a ti mismo
y quizás puedas responderlas...
¡De mayor me pido ser soldado!
Barrer carreteras sin pensar 
cuán lejos queda de casa.
Y bailar hasta la luz del amanecer
sin acordarte de los 30 días restantes
que te quedan para tu cumpleaños.

Tienes,
si quieres,
la exploración de nuevas vías de desarrollo personal
y el tic tac del freno de mano 
ante cualquier imprevisto.
No desistas de lleno
y no vistas los lunes de negro.
Las niñas monas
convertidas en “grupies”
te llamarán para el concierto de moda.
Pero no vistas de negro los lunes.
Sonríe en las fotografías
y come con las dos manos.
Luces, colores y más luces de colores.
El sonido del chasquido que anuncia que tienes que irte
y el “amigo” que te acompaña cuando va todo rodado.
Aquel recuerdo que te acelera
y una redonda manzana que te induce al pecado,
o más bien un ordenador cuadrado
que te lleva 
directo al infierno.

Las sonrisas de los viernes,
o la vida que anhelas durante el resto de la semana.
Los punkies del barrio son estudiosos,
y los hippies que pueden serlo porque
en realidad tienen padres
que pagan sus becas caras.
Saberte diferente de todos ellos
porque en septiembre apruebas
sin perder la cabeza de porexpan
para inaugurar una nueva etapa.

Endereza tu imagen que está torcida.
Pero no contestes al teléfono,
no vaya a ser tu madre
que te obliga 
a ir a misa los domingos.
No cualquier otro día de la semana,
¡sino los domingos!
Que sí puedes vestir de negro.
Y tú con tu eterna resaca.
Y una guitarra que no se toca,
y un amigo al que no se llama
y una orquesta sin director
y un fin de semana en la cama
y un ex-novio que te viene a la cabeza
y un no tener ningún motivo para reírte sin razón
y un vago recuerdo de una juventud de rock y sexo malo
y  de aquello que nos acordaremos cuando nos visiten los santos.

Beatriz Casaus 2011 ©

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