jueves, 27 de diciembre de 2012

Crónica de una obsesión


“Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano es intentar sacar de la cabeza aquello que no sale del corazón”. Mario Benedetti.

Mito del rapto de Perséfone (o mito de la primavera)


Un día, Perséfone, hija de Zeus y Deméter, estaba tranquilamente recogiendo unas flores junto a sus hermanas y sus amigas las ninfas cuando de pronto, la tierra se abrió con una enorme grieta de la que emergió Hades, hermano de Zeus y dios de los Infiernos, llevándose consigo a Perséfone. Su madre Deméter, diosa de la fertilidad, el trigo y las cosechas, comenzó a vagar triste en busca de su hija, y la tierra se volvió estéril con su pena. Zeus, viendo sufrir a su mujer, le pidió a su hermano Hades que devolviera a su hija. Sin embargo Hades, listo como pocos, por ello era el dios de los Infiernos, le había dado de comer a Perséfone un grano de granada, y todo aquel que probara un bocado de cualquier cosa en el Infierno, quedaba siempre obligado a permanecer allí. Zeus, preocupado por la esterilidad de la tierra acordó con Hades que al menos Perséfone pasara parte del año con su madre Deméter en la tierra y otra parte, con él en los infiernos. Esos serían los seis meses al año en los que la tierra es fértil, el periodo de la primavera, y otros seis meses en el submundo, en el que el invierno taparía las cosechas

Crónica de una obsesión
Le fascinaba mirarle a los ojos mientras hacían el amor. Se deleitaba observando cómo sus movimientos le hacían retorcerse de placer y se esforzaba en no apartar su mirada de él para no perderse ni un ápice de su disfrute, darle gozo le reportaba tanto o más satisfacción que el suyo propio. Era un espectáculo tan irresistible para ella, como el que resultaba para los dioses griegos ver a las jóvenes muchachas recolectar narcisos. La intensidad y la pasión envolvían las sábanas y sus dos cuerpos estaban borrachos de deseo. Le daba vergüenza desnudarse delante de él y lo hacía bajo un arranque de valentía que previamente unas copas de vino añejo le habían aportado, pero siempre con las luces apagadas, para no dejar entrever lo que a ella le parecían imperfecciones. Su busto no era lo grande que deseaba y su figura no era esbelta, precisamente. En esos meses había perdido unos cuantos kilos, pero aún su masa corporal estaba por encima de su peso ideal, y aquella nimiedad le acomplejaba porque sabía que él siempre había estado con mujeres muy bellas y bien dotadas de atributos sexuales, a veces incluso de plástico. Sin embargo, a él parecía no importarle ni en lo más mínimo aquel detalle, pues se volvía loco en su sólo presencia y sus manos, eran demasiado curiosas y juguetonas como para dejar espacio para el pudor. De la noche a la mañana, se habían convertido en expertos el uno del otro, en amantes que por naturaleza animal, practicaban a menudo su romance. Aún no podía creer que un chico como él, con tanto éxito entre las mujeres y que podía estar con cualquier mujer más guapa que la media, estuviera encandilado con ella. Es cierto que era una chica mona, pero siempre se había considerado del montón y nunca había estado con alguien que tuviera un cuerpo tan parecido a un adonis. Estaba feliz como una niña con un juguete nuevo y a la vez ansiosa, pues se pasaba los días tachándolos en el calendario para recibir su llamada.
Pronto la atracción que condujo al deseo y que llevó a la pasión, dio paso al  enganche y el enganche, irremediablemente a la obsesión. “Cuando un hombre nota que suspiras por sus huesos es cuando se vuelven indiferentes hacia ti”. Le había repetido su tía, que seguía soltera por decisión propia, una vez cuando le había visto llorar por algún tema sentimental. No podía evitar quererle, aún sabiendo que no le había prometido nada, sino más bien al contrario. Desde el comienzo dejó claro que no quería una relación y que aquello era esporádico. Sin embargo, los sentimientos a veces son como terremotos que agitan y difíciles de manejar y controlar. Las llamadas fueron siendo cada vez menos frecuentes y cada vez, más distanciadas en el tiempo. Aquella indiferencia le llevaron a un estado de tristeza, porque en todo ese tiempo su felicidad había dependido exclusivamente de él y de sus citas. Así, y sin pretenderlo, había empezado su viaje al “Gran Abajo” como le pasó a Perséfone en su rapto. A los dos meses de no tener ningún contacto con él, se enteró por casualidad de que se estaba viendo con otra chica. Inmediatamente, aquella anónima se había convertido en su enemigo número uno. Sentía celos a la par que envidia por ella, cuando se había pasado la vida proclamando a sus allegados que “no era una chica envidiosa y mucho menos celosa”.
Al mismo tiempo sentía resentimiento hacia él y más que amarle, le quería para ella. Todas estas emociones la llevaron a su propio infierno particular. Su humor se había agriado y quería estar sola la mayor parte del tiempo. Pasaron los meses, llegó la navidad y un día y de manera fortuita, leyó unos versos de una coach llamada Itziar Azkona que se publicaba en el periódico y que decía lo siguiente: “Mientras mi corazón palpite por alguien es que es grande mi sueño y elevado mi destino”. Desde ese momento su visión comenzó a cambiar. Aquellos versos dieron valor a lo que ella sentía. Se dio cuenta que debía aceptar sus sentimientos pero no ser una presa de ellos y que en consecuencia, los demás no eran los culpables. En realidad, estaba aprendiendo sobre la paciencia y la aceptación. Aprendiendo a que no siempre todo ocurre cómo y cuando uno desea y a responsabilizarse de sus sentimientos negativos en silencio, en solitario, pero con honor. A manejar la situación y darle una salida más elevada. Puede que él nunca se hubiera enamorado de ella, pero ella sí de él y sus sentimientos eran dignos y muy respetables. Comprendió, que la obsesión no es suficiente para mantener a dos personas juntas, como no lo es en algunas ocasiones, el propio amor.
Beatriz Casaus 2012 ©

1 comentario:

  1. Debido a comentarios que he recibido, me gustaría aclarar (para que la gente no se preocupe) que esta historia es inventada, como lo son la mayoría de los relatos que escribo.Es cierto que me inspiro en hechos que me han podido pasar a mí o que les han pasado a otras personas y que en ellos siempre dejo algo de mí autobiográfico, pero creo que es necesario que sepáis que salen de mi imaginación y que mi única intención es retratar historias y dejar algún mensaje. Mil gracias por leerme, mi ilusión es inmensa :)

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