“Aquí estamos los soñadores, los ingenuos, los que aún creemos en la fuerza de las palabras.” (Sergio Umbría)
“Ningún soñador es pequeño y ningún sueño es demasiado grande.” (El
Principito, Antoine de Saint-Exupéry)
En el tiempo que lleváis leyendo este blog imagino que ya me vais conociendo un poco y quizá una pequeña parte de la gente que se entretiene con esto, en algún aspecto se sienta representada con lo que aquí escribo. Así que si alguien ha podido sentirse identificado ya me doy por satisfecha. Escribiendo, ese el mayor logro que se puede alcanzar junto con llegar al corazón de las personas que te leen. Eso ya sí que sí es para mí un sueño, así que espero conseguirlo en algún momento, ¡pues sería mi mayor éxito!
Los grandes escritores de la historia, quienes tanto nos han inspirado como es el caso de Shakespeare,
han logrado llegar tan lejos precisamente por eso, por tratar los temas universales
con los que todos nos podemos sentir identificados porque los hayamos experimentado en
algún momento de nuestras vidas. Todos compartimos los mismos “temas” comunes y
atemporales por distintos que seamos unos de otros.
Para mí escribir es una necesidad, es incluso una terapia que he
apodado como “literacura” porque me cura el alma y las emociones. Siempre
lo recomiendo encarecidamente a cualquier persona porque verdaderamente funciona.
A mi hermana el otro día sin ir más lejos y la tía, es una AS, lo que pasa que aún no se atreve con un blog.
También me sucede que no sé vivir sin ser natural y sin mostrarme tal
y como soy y eso es algo que no se ve con tanta frecuencia. Soy una persona
bastante transparente en ese sentido y a veces se me hace bola ver cómo la
gente es tan hermética, cerrada y en muchas ocasiones desconfiada.
Mi pareja siempre me dice que tengo la manía de darme demasiado
desde el principio y en realidad lleva toda la razón. Pero, también me
cuestiono qué tipo de mundo es este si tenemos que darnos a cuentagotas. No va
conmigo la mesura. Para él, la gente comienza desde “0”, esto es, no tiene opinión
sobre ella, detalle que muestra que es una persona mucho más racional, inteligente
y lógica que yo, porque para mí, comienzan desde “100” y eso me lleva
irremediablemente a llevarme decepciones. Pero me levanto y vuelvo a dar lo
mismo. Nadie tiene la culpa ni debe cargar con lo que otras personas han podido
hacer en el pasado.
Por otro lado, creo fervientemente que la clave en esta vida es
ser natural y en hacer las cosas con naturalidad. Y con esto me refiero a t-o-d-o.
En el momento en el que las cosas se esconden, no se sacan a la luz o se les da
mayor importancia de la que tienen, en ese momento se enquistan y se vuelven
oscuras. Hablar las cosas con naturalidad, siempre hace todo más fácil, sea lo
que sea.
El caso, y entiendo que también a más gente le pasará, es que vivo
en una perpetua y auténtica encrucijada marcada por la disputa interna entre mi
naturaleza soñadora regida por el hemisferio derecho y el mundo cotidiano dominado
por el hemisferio izquierdo.
Es una lucha entre lo material y lo intangible o vivir la dicotomía entre la disciplina, la razón y los sueños, la
intuición y la magia de la imaginación que es donde mejor me desenvuelvo.
Una lucha y eterna contradicción entre la parte poeta, bohemia y
mística y la parte estructural de la mente racional que es donde se supone hay
que vivir. Pero no todos estamos hechos para lo mismo y por eso existen
distintos perfiles para diferentes roles.
Supongo que algo parecido le pasaría al escritor argentino Jorge
Luis Borges quien trabajó durante años en bibliotecas donde el orden y la
meticulosidad se fusionaron con su pasión por la poesía y la imaginación. Aunó
esos dos mundos demostrando que la disciplina puede ser el trampolín perfecto
para hacer sus sueños realidad. Eso sí que es un gran ejemplo de cómo integrar
esa dualidad.
Así me hallo, intentando integrar esos dos mundos y navegando
entre sus aguas, lo que no niego que puede resultar confuso y en ocasiones
contradictorio, pero el ser humano es así: contradictorio, a veces incoherente y
lleno de dudas y dilemas.
No os creáis a cualquier persona que vaya de perfecta, porque no
hay nada más lejos de la realidad. Por eso mismo me gusta mostrar mis dudas y
confesar mis obsesiones o miedos a través de este blog, porque lo natural es
tenerlos. Lo normal es ser imperfecto y no tener por qué ocultarlo. Eso es ser
natural, también.
Os dejo con este escrito que me ha ayudado un poco en solventar ese dilema. Os recomiendo soñar un poco más, pues es una forma gratuita de evasión con
la que poder sobrellevar la rutina que ahoga.
Un abrazo.
Baile de ciegos
En la pista de baile, dos integrantes antagónicos no se
ponen de acuerdo en ningún paso.
La responsabilidad tediosa y con semblante serio les pisa
constantemente los pies a los sueños, cuyos pasos desordenados y erráticos solo
siguen el orden que convive dentro del caos.
Se enzarzan en peleas interminables para poder seguir el
ritmo de forma conjunta pero no logran compenetrarse al unísono.
Es casi una utopía poder asimilar los mismos movimientos
siguiendo distintas melodías.
La rutina le aprieta poco a poco la mano a la magia, oprimiendo
su anatomía seca junto a su cuerpo abstracto, dejándole casi sin aliento. Se queda aturdida y exhausta, con su compás apagado.
Mientras, los jueces observan perplejos la sintonía sin
cadencia que se representa.
El orden trata de llevar la batuta imponiéndose sobre la
creatividad en la forma de moverse, pero no lo consigue.
La cruda realidad se intenta impregnar de la imaginación
desmedida, sin embargo ella lleva su propio ritmo y baila en su propio espacio,
sin tener en cuenta lo inabarcable que es.
Lo estructurado y lo etéreo no logran conciliar un sentido
armónico del movimiento, más bien, parecen dos patos sin sentido del tempo.
Aun así logran conciliar un movimiento aburrido cuando se
dan de la mano.
La manera meticulosa de moverse que proporciona el rigor de
la estabilidad se sobrepone,
pero no logra
sobrellevar la perpetua insuficiencia de entendimiento
con la desorientación que le provoca las vueltas que le da
la fantasía. Le dan hasta mareos.
La inagotable pasión se reprime y se hace pequeñita ante la
disciplina y la obligación diaria.
Las ideas profundas tropiezan una y otra vez con lo
práctico y ordinario del día a día. Ellas solo escuchan sus propios
instrumentos de emociones.
Los jueces establecen que hay una incapacidad latente para
la conexión y el trabajo en equipo entre las dos fuerzas.
El veredicto es la poca interacción entre universos
insólitos,
no consiguiendo aunar dos mundos divergentes destinados a no
entenderse.
La poca reciprocidad mutua produce que alguno de los dos
quede lastimado durante el baile
sin capacidad de conseguir la fusión entre la coreografía
celestial y terrenal.
La armonía es una danza que siempre está dispuesta a
establecer una mediación y un intercambio, pero hay veces que simplemente se
asfixia dentro del conflicto entre ambos.
Desde la barrera se difuminan las siluetas difusas de los
dos participantes, que al final caen en el olvido de la incompatibilidad de
caracteres.
Quizá la realidad se trate de un baile machacado con pasos
impuestos.
A mí, me entran unas ganas salvajes de bajarme a la pista
y reinventar el mundo.
Beatriz Casaus 2025 ©
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