Hay, claro que hay
A veces, pareciera que solo hay:
Personas con almas feas detrás de rostros idílicos, sonrisas encantadoras y cuerpos normativos. Cultivan tanto la superficie, para ocultar el fondo.
Personas de amplias sonrisas con intereses perversos o engañosos.
Personas falsas que tienen que esconder sus verdaderas intenciones bajo diferentes caretas. Y actúan según sus diferentes propósitos.
Personas peligrosas que se creen que nunca se equivocan porque piensan que lo hacen todo bien.
Personas aún más peligrosas porque no dudan, creen que lo saben todo. Y dudar es un privilegio humano. No hay nada como cuestionarse las cosas. Descartes decía: “Dubito, ergo cogito, ergo, sum”. Y estaba en lo cierto. Duda, de quien no duda.
Personas oscuras disfrazadas de una bondad forzada y un altruismo que solo les beneficia a ellos.
Personas que dañan porque su orgullo no les permite pedir perdón. Cuando hacerlo nos engrandece, es un acto sanador y de aprendizaje.
Personas interesadas que solo se acuerdan de uno cuando necesitan algo.
Personas que no perdonan y viven en un perpetuo rencor que no les deja disfrutar la vida.
Personas que viven en un perpetuo estado de ofensa y en un eterno estado de víctima.
Pero también hay, claro que hay:
Obreros del alma que se enfocan en trabajarse interiormente. Construyen fuertes edificaciones invisibles, pero solo los que ven a través las detectan.
Personas nobles que buscan hacer el mínimo daño indispensable y se esfuerzan por conseguirlo.
Personas humildes que alcanzan sus metas sin contarlo a nadie y logran hitos desde la modestia más insultante.
Personas cargadas de gestos de cariño que solo buscan reconfortar y paliar el dolor ajeno.
Personas de buenas intenciones que solo dicen cosas bonitas a los demás, para recordarles su valor.
Personas que su sola presencia trae confort, sosiego y esperanza.
Personas honestas que viven según piensan y sienten.
Personas inspiradoras que levantan la humanidad al siguiente nivel.
Personas motivadoras que ayudan a conseguir los objetivos a los demás.
Belleza tras las arrugas y líneas de expresión de personas que han dedicado toda una vida a sonreír mientras tenían problemas.
Personas íntegras que no se venden y siguen su criterio personal sin ceder ante los chantajes.
Personas luciérnaga que alumbran cualquier situación oscura.
Personas que miran el lado bueno de las cosas mientras callan lo que les sucede.
Personas con corazones tan grandes que no tienen suficiente tiempo para ayudar todo lo que quisieran.
Personas que dan abrazos de los que reinician.
Personas tan sabias que se equivocan, aprenden y rectifican.
Personas que no quieren ser el centro de atención pero sus buenos actos hablan más alto que su necesidad de pasar desapercibidas.
Personas encantadoras que regalan su mejor versión a todos, incluso a los que no se lo merecen.
Personas que se esfuerzan en convertirse cada día en su mejor versión.
Lo único que “hay” que hacer es saber darse cuenta de qué tipo de persona nos queremos rodear y convertir.
Beatriz Casaus 2025 ©
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