¿Cómo viví personalmente la alineación histórica de planetas en Piscis en conjunción con el Nodo Norte del pasado fin de semana? Pues concerté una cita conmigo misma (aprovechando que mi pareja tenía un compromiso) y me permití vivir ese momento tal y como la tendencia energética apuntaba a ser vivido, que es yendo hacia dentro, escuchándome y sintiendo.
Con tantos planetas en Piscis y en conjunción con el Nodo Norte también en Piscis, que es hacia donde nos dirigimos como humanidad, se trataba de un momento no de hacer, sino de sentir.
Así que utilicé mi maravilloso puff de yoga que me regalaron unas buenas amigas y seguí la inclinación de los astros que nos animaban a estar tranquilos con nosotros mismos, para que todo fluya. Y ha sido genial, la verdad. Aquí os dejo mis sensaciones después de mi cita, jeje.
El viaje más largo, grande e importante que podemos emprender, es siempre hacia dentro. Y yo me he regalado el tiempo y el espacio silencioso para lograr iniciar ese viaje sin retorno.
Hay que ser muy valiente para enfrentarse a estar a solas con uno mismo. La mayoría de la gente lo evita evadiéndose de múltiples formas, porque no es fácil escuchar aquellos sentimientos y necesidades que hemos ido acumulando y que no hemos hecho caso.
Me permití rendirme, sin resistencia. Soltando el control y dejando fluir las emociones estancadas. Escuchando mi corazón y habitando el silencio. Y conseguí una sensación indescriptible de que “todo está bien”.
Soy una persona bastante autocrítica que se machaca constantemente por hacer más, aprender más y como si nunca fuera suficiente. Normalmente me exijo mucho pensando en cómo ser mejor e incluso a veces siento como si me faltara tiempo para realizar todo lo que está aún por hacer.
Por eso corro de un lado a otro siempre con prisas como el personaje del conejo de “Alicia en el país de las maravillas” que repetía mientras corría “Llego tarde, llego tarde”, y la pregunta es ¿a dónde llego tarde? quizá la respuesta sea a mí misma. A mi destino llego tarde, a estar dentro de mí.
Sin embargo sentí como si me hubiera sumergido en un océano donde todo está bien. Donde se me acepta exactamente tal y como soy sin necesidad de mejorar más o de hacer más o de llegar más lejos.
Una aceptación reconfortante e incondicional inundó mi corazón de par en par. Y ello me llevó irremediablemente a un estado profundo de paz y sosiego en el que se me permitía ser yo. En el que no necesitaba nada ni a nadie.
Entendí que todo lo que he hecho hasta ahora está bien. Sin reproches, sin culpas, remordimientos, ni juicios. La frase “todo está bien” resonaba sin cesar en mi cabeza. Está bien estar donde estoy. Lo que he hecho hasta ahora está bien. Está bien ser yo y cómo soy.
Es como si me fundiera y disolviera dentro de un abrazo cálido e infinito que calmara todo el cortisol acumulado por intentar llegar a otro lugar, siempre más lejos de donde estoy, que es yo misma ahora.
Una búsqueda siempre escurridiza hacia una perfección que no llega, porque no existe en esta realidad. Por lo tanto es una utopía o ciencia ficción querer alcanzarla.
El espacio más sagrado que existe es dentro de cada uno de nosotros porque es ahí dentro donde se está verdaderamente a salvo. No hace falta ir a ningún otro lugar ni llegar a convertirme en alguien que no sea yo en este preciso momento.
Cuánta paz sentí en ese océano interior. Llegar al mejor sitio del mundo en un viaje sin fin al destino más cercano y valioso. Dentro de mí.
Beatriz Casaus 2025 ©
No hay comentarios:
Publicar un comentario