sábado, 13 de julio de 2013

Habitar mi cuerpo

"Me gustaría que cada vida humana fuera libertad pura y transparente" (Simone de Beauvoir)

"No se nace mujer: llega una a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; la civilización es quien elabora ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica como femenino". (Simone de Beauvoir)

"Seré una de las pocas poetisas en el mundo completamente feliz de ser mujer, no una de esas amargadas y frustradas, retorcidas imitadoras de hombres, que en su mayoría acaban destrozadas". (Sylvia Plath)


Habitar mi cuerpo

He empezado a habitar mi cuerpo. Desde hoy. Ya basta de habitar cuerpos ajenos sin reconocer el mío primero. He mirado el reflejo de la mujer sin maquillaje que había delante de mí esta mañana frente al espejo, y al fin me he visto.

He empezado a habitar mi cuerpo comenzando por los dedos de los pies, hasta los orificios de la nariz, sin olvidarme de las durezas, granitos, estrías, lóbulos de las orejas, lunares, patas de gallo, padrastros, o cualquier otro rincón de mi anatomía que ignoraba con parsimonia, al no ser mencionado en las letras de las canciones o poemas.

He empezado a habitar mi cuerpo reconociendo que es de mujer, aunque no tuviera atributos sexuales femeninos o fuese poco agraciado físicamente.

He empezado a habitar mi cuerpo, desde cada átomo que pienso que soy, y no por lo que aparento. Aunque no fuese sexy, aunque no tuviera ganas de tener hijos, aunque no supiera cocinar, aunque no supiese seducir. Aunque tuviera muy desarrollada cualidades viriles tales como la independencia, la propia autonomía, la competencia o la promiscuidad.  

He empezado a habitar mi cuerpo reconociendo que también tengo terminaciones nerviosas repartidas a lo largo y ancho de mi figura que son para mi gozo y disfrute y no sólo para el de los hombres.

He empezado a habitar mi cuerpo cambiando el delantal, por el uniforme de soldado. Ya no me toca cocinar, recoger la mesa, fregar los cacharros, el ir tropezándome con las sillas, o incluso planchar los manteles.  Ahora soy un soldado a sueldo que acude a las trincheras de la sociedad de consumo, librando una batalla con la feminidad tal y como es entendida.

He empezado a habitar mi cuerpo proclamando la imperfección. Estoy a favor de hablar a destiempo, de no tener una voz dulce y suave que diga a todo que sí, de no ser sumisa. A favor de las legañas matutinas y de las de la siesta, también. De los michelines, del estar hinchada antes de la menstruación, de las mujeres que se quejan a todas horas. A favor de las frígidas, de las que tienen mostacho, de estar depilada a medias, de las que no les gusta llorar y de a las que les duele la cabeza para no hacer el amor.

He empezado a habitar mi cuerpo hoy, considerándome una persona que piensa a partes iguales, a través de sus dos hemisferios y corazón.    

Ser mujer, es habitar el cuerpo siendo una misma, aun cuando no se tenga ganas de serlo. 
He empezado a hacerlo desde hoy, porque antes me desconocía,

y ya no.


Beatriz Casaus 2013 ©


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